viernes, 19 de julio de 2019

Don Oppas, el arzobispo traidor


La figura de este arzobispo de Sevilla está envuelta en las leyendas que florecieron con la invasión de los árabes. De hecho, su nombre aparece en el Códice Emilianense, y según el Cronicón del Pacense era hermano del rey Witiza y por tanto hijo del rey Egica. Debe prevalecer este parentesco por provenir de documento más antiguo frente a la afirmación de la Crónica de Alfonso III, que lo califica como hijo de Witiza. Existe un Oppas, obispo de Tuy, que suscribió las actas del Concilio XIII de Toledo (683). ¿Se trata de la misma persona? Las crónicas cristianas consideran a Don Op­pas como uno de los principales witicianos que traiciona­ron al rey Don Rodrigo en la batalla de Guadalete (711). «El principio de su prelacía (en Sevilla) fue reinando Witiza, esto es, después del 702...; por otro lado debemos recono­cerle en Sevilla antes del reinado de Don Rodrigo (esto es, antes del 711), pues el arzobispo Don Rodrigo dice que Wi­tiza dio a Oppas la Iglesia de Toledo juntamente con la de Sevilla, que ya tenía; y si Witiza le dio la segunda Igle­sia, es preciso reconocerle en ambas antes del reinado de Don Rodrigo, en tiempo de Witiza» (P. Flórez). Sin embargo, no aparece en la lista de los arzobispos de Toledo.


 En la batalla decisiva (19 a 26 de julio de 711), que en­frentó junto al río Guadalete a los dos ejércitos godo y mu­sulmán, Don Rodrigo entregó el mando de las alas de sus tro­pas a los dos hermanos de Witiza, Sisberto y Oppas, quie­nes, entablada la batalla, abandonaron la lucha (19 ó 23 de julio). La Crónica de Alfonso III atribuye la ruina de la monarquía goda a la traición de Don Oppas: Per... Oppanem Spalensis Sedis Metro­politanum Episcopum ob cuius fraudem Gothi perierunt.
También las crónicas cristianas nos hablan de su inter­vención en la batalla de Covadonga, que dio inicio al reino de Asturias. Se cuenta que el valí envió un ejército al mando de Alqama para sofocar la rebelión asturiana y con ellos iba el arzobispo rebelde Don Oppas. La Crónica des­cribe un curioso parlamento novelado entre Dos Oppas y Pe­layo:

«El predicho obispo subió a un montículo situado ante la cueva de la Señora y habló así a Pelayo: ‘Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?’. El interpelado se asomó a la ventana y res­pondió: ‘Aquí estoy’. El obispo dijo entonces: ‘Juzgo, her­mano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que sin embargo reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas, ¿podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi con­sejo: vuelve de tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y dis­frutarás de la amistad de los caldeos’. Pelayo respondió en­tonces: ‘¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la Igle­sia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?’. El obispo con­testó: ‘Verdaderamente así está escrito’. Pelayo dijo: ‘Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea España salvada y reparado el ejército de los go­dos. Confío en que cumplirá en nosotros la promesa del Se­ñor, porque David ha dicho: ‘¡Castigaré con mi vara sus ini­quidades y con azotes sus pecados, pero no les faltará mi misericordia!’. Así, pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio esa multitud y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca del Padre a nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paga­nos’. El obispo, vuelto entonces al ejército, dijo: ‘Acercaos y pelead’.»

El combate fue una victoria para las huestes de Don Pe­layo, pero este diálogo novelado no tiene visos de realidad. Las crónicas musulmanas minimizan este encuentro, que dio origen al reino astur y no mencionan siquiera a Don Oppas, que desaparece así de las crónicas y ha permanecido en las páginas de la Historia como la figura despreciable del arzo­bispo traidor.

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