Judas Tadeo se lleva la
palma de celebridad en el ambiente religioso popular como santo milagrero –al
menos en Sevilla–, intercesor eficaz al que se puede confiar las causas
desesperadas.
Curiosamente, a pesar de
la popularidad de este santo, no he oído jamás que ninguna de sus muchas
devotas haya colocado a uno de sus hijos el nombre de Judas. El único caso que
conozco es el arzobispo de Sevilla Judas José Romo, que gobernó la diócesis hispalense
en el siglo XIX, de 1847 a 1855.
Judas es nombre nefando
desde el momento mismo que lo llevó el traidor de Jesús. Pero no debe
confundirse Judas Iscariote con Judas Tadeo, ambos discípulos y apóstoles del
Señor. No ocurra lo que a aquella señora, que leyó en el almanaque un 28 de
octubre: Día de San Simón y San Judas. Y al comprar en la tienda, le dijo al
dependiente:
—Dame bacalao que hoy es
el día de San Simón y ese otro linda pieza.
Le sonaba muy duro, creía
esta señora, que el Judas que había visto representado dando un beso traidor al
Señor en el huerto de Getsemaní, pudiera encontrarse ahora entre los
santificados. ¡Y es que la Iglesia, tras el Concilio Vaticano II, ha hecho cada
cosa!, debía pensar.
Pero esta señora se
equivocaba. En el grupo de los Doce que escogió Jesús había dos Judas, uno
bueno y otro que resultó un judas.
El nombre de Judas, antes
de que el traidor lo hiciese odioso, era uno de los más bellos de la historia
hebrea. Había sido el nombre de uno de los hijos de Jacob, y Judá se tituló una
de las doce tribus de Israel, de la que florecería en Belén, tierra de Judá, la
rama del Mesías.
La leyenda asocia a Judas
Tadeo con Simón el Cananeo o el Zelota en el ministerio y en la muerte, de
manera que son celebrados en el calendario litúrgico el mismo día, el 28 de
octubre. Pero el nombre de Judas sufre dos notables variantes en los catálogos
que enumeran los nombres de los doce apóstoles del Señor. Cuatro listados
aparecen en el Nuevo Testamento: en los evangelios de Mateo (10,3), Marcos
(3,18) y Lucas (6,15) y en los Hechos de los Apóstoles (1,13). Pues bien, en
Mateo y Marcos se nombra a Tadeo, mientras en Lucas y Hechos aparece Judas de
Santiago. ¿Los nombres de Tadeo y Judas de Santiago se refieren a la misma
persona? Desde Orígenes, los Padres de la Iglesia concuerdan en afirmar que se
trata de la misma persona y que Tadeo es un sobrenombre de Judas. Uniéndose los
dos nombres en la tradición de la Iglesia, resulta el compuesto de Judas Tadeo.
Tadeo es nombre no
hebraico (Thaddais en griego), tercero en la lista de los apóstoles con
nombre no judío. Antes aparecen los nombres de Andrés y Felipe. Un nombre que
debía ser usado en la Palestina de entonces, ya que a finales del siglo I
aparece un tal rabino José ben Taddai. Hay quien lo relaciona con Theudas y piensa
que es una abreviatura de Theodosios o Theodoros, nombres
evidentemente griegos. San Jerónimo lo traduce por corculum, que
significa a la vez «hombre sensato» y «magnánimo».
El evangelio de Juan, que
no ofrece un listado de los doce apóstoles, confirma a Lucas y Hechos al
clarificar que en el grupo cercano a Jesús había dos Judas. Cuando relata la
última cena, refiere en el capítulo 14,22 que «Judas, no el Iscariote» le
preguntó al Señor: «¿Qué ha sucedido para que hayas de manifestarte a nosotros
y no al mundo?».
Da la impresión de ser una
pregunta propia de un activista político, que los tuvo Jesús en el grupo, en el
deseo de que el reino que predicaba el Señor se manifestara a todo el mundo y
no solamente a unos elegidos. Iría así en la línea de Simón, su compañero, al
que la tradición los ha unido. Simón, que aparece en el listado junto a Judas,
es nombrado con el apodo de zelota, clara alusión a su pertenencia a ese
grupo radical de zelotas o celadores, que se había rebelado contra los romanos
y llegado incluso a la lucha armada por la liberación del pueblo de Israel.
Jesús responde a Judas,
«no el Iscariote», que hay un camino de amor que lleva al Padre y que «el
Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo».
Lucas, en su evangelio y
en los Hechos de los Apóstoles, le llama «Judas de Santiago», que propiamente
significa «Judas, hijo de Santiago», porque el pueblo judío trataba de
identificar a una persona con el sobrenombre del padre. Pero algunos Padres de
la Iglesia han querido interpretarlo como «Judas, hermano de Santiago», en un
deseo de identificarlo con el Judas que aparece en Marcos 6,3. Aquí se cuenta
que Jesús se halla en Nazaret y sus paisanos se extrañan de su sabiduría y de
sus milagros.
—¿No es acaso el carpintero,
el hijo de María, y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón?
Así este Judas sería
hermano de un Santiago que ha sido identificado por los mismos Padres como
Santiago el menor. Y también este Simón sería identificado por una tradición
posterior en la Iglesia con Simón el cananeo.
Si resultara que Judas
Tadeo y Simón el Cananeo son hermanos de Santiago el menor, serían entonces
hijos de Alfeo y María. Alfeo es claramente el padre de Santiago, porque en los
listados aparece como «Santiago de Alfeo». Y María se llama su madre, como
aparece en Marcos 15,40, cuando nombra a las mujeres que se hallaban al pie de
la cruz, una de ellas «María la madre de Santiago el menor y de José». Juan, en
su evangelio, al citar las mujeres al pie de la cruz, refiere que se hallaban
«su madre y la hermana de su madre, María la de Cleofás». La tradición de la
Iglesia ha identificado a Cleofás con Alfeo. Tendríamos así que Santiago el
menor y Judas Tadeo serían primos hermanos del Señor.
Demasiadas coincidencias en
un afán de la primitiva Iglesia por hacer concordar estos personajes que se
mueven en el ámbito de Jesús. Pero sigamos a la tradición, que coloca a Judas
entre los elegidos del colegio apostólico y entre los parientes de Jesús.
Tuvo que ser casado, lo contrario
sería inhabitual en el mundo judío. Judas sería el esposo de las bodas de Caná,
según noticia referida por Eusebio. Ello explicaría la presencia de María y
Jesús en la boda. Hegesipo, escritor judío convertido, del siglo II, cuenta la
denuncia que sufrieron unos nietos de Judas, por peligrosos y parientes del
Señor, ante el emperador Domiciano. Eran dos y se llamaban Zoker y Santiago.
Conducidos por un soldado ante el emperador Domiciano, que reinó del 81 al 96 y
temía la aparición del Mesías, los dejó en paz al verlos pobres y con las manos
encallecidas por el trabajo. Y ordenó cesara la persecución contra la Iglesia.
Volvieron a Palestina y gozaron de estima en la comunidad cristiana, por ser
confesores y por ser descendientes del Señor.
En el Nuevo Testamento
existe una Carta de San Judas, en la que se proclama «hermano de
Santiago». Pero la paternidad literaria de esta carta es muy controvertida,
escrita posiblemente después de la muerte de Judas y atribuida a él en un deseo
de la Iglesia primitiva por mantener vivo el recuerdo de la familia de Jesús.
Ocurre lo mismo con la Carta de Santiago, que llegó a ser cabeza de la
Iglesia de Jerusalén cuando Pedro salió de la ciudad santa y marchó a Roma.