Sobre la mesilla de
noche tengo el Quijote en latín y me solazo de vez en cuando leyendo algún que
otro disparatado episodio de don Quijote y Sancho, pero en un latín
macarrónico. Os confieso que me resulta una lectura purificadora que aconsejo a
los curas provectos, todos esos que como yo, aunque un tanto oxidado,
mantenemos aún vivo el latín. Intuyo que los curas jóvenes, desgraciadamente,
no saben traducir ni el Dominus vobiscum.
Compuso tan hilarante
traducción latina del Quijote un clérigo alcarreño llamado Ignacio Calvo
(1864-1930). Se hallaba el hombre, hacia el último cuarto del siglo XIX, de
seminarista teólogo en el Seminario de Toledo, cuando a punto estuvo de perder
la beca, lo que le suponía, según él, «el seguro encuentro de un azadón con el
que pasar el resto de mi vida destripando terrones».
La beca la iba a perder
por lo siguiente. Todos los seminaristas debían de tener a la cabecera de su
cama un crucifijo. Pero Ignacio Calvo, que no andaba muy sobrado de perras, se
ingenió un crucifijo hecho por él mismo de hojalata. Y al pie puso la siguiente
leyenda:
El que tenga devoción
verá en esto un crucifijo
pero el rector, ¡quiá!, de fijo,
cree que es el mal ladrón.
Lo vio el rector. Y
tentado estuvo de quitarle la beca de estudios, lo que suponía la vuelta al
azadón. Logró el joven seminarista que le conmutara tan gravosa pena por la traducción
de un libro de literatura clásica al idioma latino. Y comenzó a traducir el
Quijote de la manera acertada que sabía hacerlo; es decir, en latín macarrónico.
Terminado el primer capítulo, se lo enseñó al Rector. Y éste, cuando lo leyó,
desternillado de risa, le dijo:
–Sufficit,
Calve, iam habes garbanzos aseguratum.
Y así, de este modo, conservó
la beca, terminó la teología y se ordenó de sacerdote. El Quijote en latín, que
lo tuvo durante años en legajos atados con una cuerda, pensó que sería bueno
darlo a la luz en el Tercer Centenario del Quijote; es decir, en 1905. Y fue
todo un éxito, especialmente entre la clerecía. Aunque a algunos aquello le
pareciera una gamberrada de mal gusto.
En la portada del libro
aparece: Historia Domini Quijoti
Manchegui, traducta in latinem macarronicum per Ignatium Calvum (curam misae et
ollae).
Aunque él se defina así,
cura de misa y olla, en verdad fue un cura bien sabido. Nacido para agricultor,
llegó a la Real Academia de la Historia como Académico Correspondiente, escribió
diversos libros y fue un prestigioso numismático y arqueólogo.
Para que apreciéis su
chispeante humor, transcribo el inicio de su Quijote latino:
CAPITULUM PRIMERUM
In isto capítulo tratatur de qua casta pajarorum erat dóminus Quijotus et
de cosis in quibus matabat tempus
In uno lugare manchego, pro cujus nómine non volo calentare cascos, vivebat
facit paucum tempus, quidam fidalgus de his qui habent lanzam in astillerum,
adargam antiquam, rocinum flacum et perrum galgum, qui currebat sicut ánima
quae llevatur a diábolo. Manducatoria sua consistebat in unam ollam cum pizca
más ex vaca quam ex carnero, et in unum ágilis-mógilis qui llamabatur
salpiconem, qui erat cena ordinaria, exceptis diebus de viernes quae
cambiabatur in lentéjibus et diebus dominguis in quibus talis homo chupabatur
unum palominum. In isto consumebat tertiam partem suae haciendae, et restum
consumebatur in trajis decorosis sicut sayus de velarte, calzae de velludo,
pantufli et alia vestimenta que non veniunt ad cassum.
Talis fidalgus non vivebat descalzum, id est solum: nam habebat in domo sua
unam amam quae tenebat encimam annos quadraginta, unam sobrinam quae nesciebat
quod pasatur ab hembris quae perveniunt ad vigésimum, et unum mozum campi, qui
tan prontum ensillaba caballum et tan prontum agarrabat podaderam. Quidam
dicunt quod apellidábatur Quijada aut Quesada, álteri opinante quod llamábatur
otram cosam, sed quod sacatur in limpio, est quod suum verum apellidum era
Quijano: sed hoc non importat tria caracolia ad nostrum relatum, quia quod
interest est dícere veritatem pelatam et escuetam. ... Noctes et dies estabat
dale que dale super interpretacionem quarundam frasium sicut ista: La razón
de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que
con razón me quejo de la vuestra fermosura. Non
est dicendum, tremendum baturrillum formatum in suo calletre, qui quidem, magis
quam cerebrum humanum, videbatur espuertam gatorum pequeñorum...
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