domingo, 29 de mayo de 2016

Mi amigo Pepe, el anarquista

Mi amigo Pepe murió hace unos cuantos años de tisis galopante. La había pillado en sus años jóvenes en las minas de Río Tinto. Dicen que en la guerra llegó hasta teniente del Ejército rojo y pasó sus buenos años en un campo de concentración. Después, una vida más quieta haciendo chapuzas aquí y allá de peón de albañil. En las noches de verano llegaba hasta mi habitación el eco lejano de una radio pegada a su oído:
–Aquí, Radio Pirenaica… Aquí, Radio Moscú.
Era su biblia cotidiana, el alimento de añoradas esperanzas que le llegaba como un susurro de más allá de los Pirineos. Hablamos de los tiempos de Franco. No era malo nuestro amigo Pepe. Los vecinos estaban concordes que poseía buenos sentimientos. Políticamente, yo diría que resultaba más anarquista que otra cosa. Aunque ni él mismo sabría definir a qué bandera engancharse. Rezumaba también cierto anticlericalismo de viejo cuño, aunque sin mala uva.
Pues bien, a Pepe lo ingresan en el Sanatorio de El Tomillar (Dos Hermanas), de enfermos tuberculosos. Está viejo y solo en la vida. Su mujer, Pepa, hacía planes para cuando Pepe muriera, pero el destino hizo que ella falleciera primero. Recuerdo que en cierta ocasión lo saqué en los papeles. Él conservaba con cariño reverente el recorte del periódico donde le nombraba. Lo enseñaba a las monjas, a los médicos, a todos. Fue el personaje del día.
–Pepe, ¿estás bien?
–Sí, estoy contento –me respondía.
Por poco tiempo. A Pepe lo echan del Sanatorio. Y a sus tres convecinos de habitación. Se había liado entre ellos una gresca de muy señor mío. Resulta que Pepe llevaba una semana aguantando estoicamente continuos puyazos políticos de sus compañeros de habitación.
Y llegó la gresca. Creo recordar que fue el 18 de julio de 1973. El diario ABC sacó en portada la foto de Franco. Sus compañeros se la colocaron a los pies de su cama. Pepe, muy debilitado, no podía casi moverse.
–¡Quítenme a ese…!
Aquella noche, cuatro enfermos tísicos fueron plantados en la calle.
Los otros tres volvieron con sus familias.
Pepe, solo, a su piso.
Y se echó en la cama dispuesto a dejarse morir.
–¿Qué hacer? –me dije.


 Acudí a las Hermanas de la Cruz. Porque Pepe, solito en su cama, aguarda mano misericordiosa. ¿Quién mejor que las Hermanas de la Cruz para salir del paso? Un viejo tísico no es plato de gusto, y los vecinos, alarmados, temen el contagio de sus hijos.
–A ver, necesito dos Hermanas que acudan a cuidarlo. Solo por cinco o seis días, mientras procuro que lo ingresen en otro sanatorio.
Y allá van, solícitas, dos Hermanas.
Llegan al piso, se quitan el manto, asean al enfermo, arreglan la cama, le dan de comer, friegan y blanquean todo… Cuando marchan, le dan a besar el crucifijo.
Y Pepe lo besó.
Les había contado a las Hermanas el sucedido de la foto y por qué se encontraba así.
–Por favor, no lo atosiguen mucho con sermones.
Las Hermanas me devolvieron una sonrisa. Como diciendo: «Majadero, nosotras no soltamos sermones. Practicamos sencillamente las obras de misericordia. Lavamos al enfermo, le damos de comer, fregamos, limpiamos… Eso sí, al final, nos despedimos dando a besar el crucifijo».
Y Pepe lo besó.
Conseguí a través de un amigo médico, Ernesto Ollero de la Rosa, hermano mayor que fue de la Hermandad de la Amargura, el pase para que fuera acogido en el Sanatorio de Córdoba. Con el permiso en la mano, y la ayuda de un scout –yo era entonces consiliario del Movimiento Scout Católico– lo metí en mi citröen dos caballos y lo llevé a Córdoba.
Yo creía que se me moría por el camino. Tal iba el pobre. Pero resistió. Y lo dejamos en el Sanatorio de tuberculosos.
Las Hermanas de la Cruz no lo abandonaron. Avisaron a las Hermanas de Córdoba y estas lo visitaban semanalmente. Le llevaban chucherías, le alegraban su soledad. A los tres meses murió, besando el crucifijo y agradecido como un chiquillo a sus buenas Hermanas de la Cruz.

jueves, 26 de mayo de 2016

Teresa de Jesús llega a Sevilla

La Sevilla de finales del siglo XVI es una ciudad variopinta, grande y populosa; bullicioso puerto de confluencia abierto a las Indias. En ella, el misionero y el santo se mezclan con el comerciante y el pícaro. Es la puerta grande de Europa, ciudad viva, cosmopolita, santa y truhana, repleta de clérigos y ganapanes, devota y pícara al mismo tiempo.
Llegó a esta Sevilla la madre Teresa de Jesús tal día como hoy 26 de mayo de 1575 en una comitiva de cuatro carros. Le sienta mal el clima de Sevilla a esta castellana madura, entrada ya en los sesenta. El camino resultó terriblemente mortificante y vino a Sevilla, más que por voluntad, por expresa obediencia de fundar un Carmelo de la reforma. «Habéis de mirar que (este sol) no es como el de Castilla, sino muy más importuno», escribió en una de sus cartas. Se establece con sus monjas en una casa arrendada «bien pequeña y húmeda» de la calle de Armas (actual Alfonso XII). Y comienza una nueva faceta de la sin par figura de esta mística andariega.



Después de pagar a los carreteros 800 reales, sólo le quedó una blanca para empezar la fundación. Dos señoras, amigas del padre Mariano, las acompañaron aquel día. Pero después desaparecieron «y en gran tiempo nunca más las vimos, ni ellas ni nadie nos enviaron un jarro de agua».
El padre Mariano trataba de paliar las penurias de los primeros momentos y habilitar la casa con los primeros chismes que pudo arramblar del convento de los Remedios.
–Contemos por menudo los ajuares que aquí hallamos –cuenta María de San José, que será la primera priora del convento de Sevilla–. Lo primero fue media docena de cañizos viejos que el padre Mariano había hecho traer de su casa de los Remedios; estaban puestos en el suelo por camas. Había dos o tres colchoncillos muy sucios, como de frailes descalzos, acompañados de mucha gente de los que a ellos los acompaña.
Esa «mucha gente» que pulula por los colchoncillos sucios no son sino esos desagradables inquilinos denominados pulgas y chinches. Los colchoncillos de los frailes fueron reservados «para nuestra Madre y algunas flacas».
–No había sábana, manta ni almohada, más que dos que nosotras traíamos. Hallamos una estera de palma y una mesa pequeña, una sartén, un candil o dos, un almirez y un caldero o acetre para sacar agua. Y pareciéndonos que esto, con algunos jarros y platos y cosas así que hallamos, por lo menos ya era principio de casa, comenzaron los vecinos, a quien se había pedido prestado para aquel día, a enviar uno por la sartén, otro por el candil, otro por el caldero y mesa, de suerte que ninguna cosa nos quedó, ni sartén, ni almirez, ni aun la soga del pozo.
Fueron duros los primeros momentos. La pobreza extrema, el calor asfixiante, la casa desmantelada, la comida…
–La comida era muchos días solas manzanas y pan –se lamenta María de San José–, a veces guisadas y a veces en ensalada, y día hubo que no hubo pan sino uno solo y con gran gusto repartido entre todas, el cual nos bastó aunque era bien pequeño.
Y prosigue:
–Como no conocían en esta ciudad a nuestra Madre como en las de Castilla, donde había fundado, no hallábamos quien nos prestase nada.
Malos comienzos. Las vocaciones no llegan. El carácter de la mujer sevillana no se aviene con la adustez de estas monjas castellanas. No, Teresa, Sevilla tiene su encanto propio y la mujer sevillana un embrujo que emana de ese mismo clima y calor que a ti te atosiga tanto. «Ninguna mujer de Sevilla –decía Morgado– cubre manto de paño. Usan mucho en el vestido la seda, telas, colchados, recamados y telillas. Précianse de andar muy derechas y menudo paso, y así las hace el buen donaire y gallardía conocidas por todo el reino, en especial por la gracia con que se lozanean y se adaptan los rostros con los mantos y de toda pulicía y galantería de oro y perlas».
Hermosa Sevilla, pícara Sevilla, puerta grande de la España abierta a las Indias, que acoge también a Teresa.
En la casa de la calle de Armas permanecieron durante un año. Y llegarán las primeras novicias. El arzobispo Cristóbal de Rojas, al principio reacio a un nuevo convento, accede complacido cuando visita a la santa. Sufre la denuncia a la Inquisición de una novicia que salió del convento. Pero se averigua la falsedad. En diciembre de aquel año recibe la orden del general italiano de los carmelitas de retirarse a un convento de Castilla y que cese de fundar otros conventos nuevos. Hay en su mirada, cansada de tanta vida interior, como un parpadeo relampagueante de crepúsculo. Pero debe llevar a cabo la fundación de Sevilla. Tiene que conseguir una casa. Debe dejar asentadas a sus monjas antes de partir. El padre Gracián, visitador, le concede demorar la visita. Por fin consigue una casa en la calle de Pajerías (actual calle Zaragoza), muy cerca del arenal y del río.
El traslado a la nueva casa se realizó el 3 de junio de 1576. Teresa, que pensó hacerlo sin ruido, se encontró con el clamor de la ciudad. Dio la alarma el viejo varón fray Hernando de Pantoja, prior de la Cartuja, herido por los desdenes que habían sufrido las descalzas. Y el arzobispo fue el primero que se sumó para rendirles honores. La ciudad se puso de fiesta. Teresa había ganado a la ciudad y la ciudad se dejó ganar por Teresa. Se arrodilla la santa ante el arzobispo para pedirle su bendición antes de partir, pero es el propio arzobispo quien se pone de rodillas ante la humilde monja carmelita para que sea ella quien le dé su bendición. Aquella misma noche, ya 4 de junio, después de un año pasado en Sevilla, Teresa tomó camino de un convento de Castilla, acompañada de dos hermanos y tres sobrinos que habían llegado de las Indias.

martes, 24 de mayo de 2016

Un papa argentino que no es Francisco

Tras la serie que he dedicado a la disparatada Iglesia de El Palmar de Troya, noticia que ha tomado cierto relieve periodístico a raíz de que su tercer papa, Gregorio XVIII, colgó los hábitos para casarse con una divorciada, traigo a colación otra disparatada Iglesia Católica Apostólica Remanente, que tiene su sede «en el exilio», según dicen, mientras Roma siga ocupada por esa figura apocalíptica de «Babilonia la Gran Ramera». Tiene su Santa Sede en Villa María, ubicada en el municipio de General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, Argentina. Ahí reside Alejandro IX, tercero de los papas surgidos en esta secta que solo cuenta con diez años de existencia. En ella se encuentran además las congregaciones de la Santa Iglesia Católica Remanente, la Catedral de Nuestra Señora de la Compasión y el seminario, dedicado a la misma advocación mariana.


El argentino, Alejandro Tomás Greico, papa Alejandro IX
de la Iglesia Remanente con sede en Argentina.

Se definen como «un pequeño pero creciente grupo de católicos que han rechazado al Conciliábulo Vaticano II y a sus Antipapas (Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco). Nuestro magisterio es el de San Pedro y el de todos los verdaderos Papas de la Iglesia Católica. Nuestros Concilios Ecuménicos son los XX que se celebraron hasta finales del siglo XIX. Estos católicos forman parte de la «Iglesia Católica Apostólica Remanente».
Todo comenzó el 24 de marzo de 2006 en la ciudad argentina de Luján, reunidos una serie de «obispos y sacerdotes compasionistas» en Cónclave extraordinario, bajo la batuta de monseñor Óscar de la Compasión, que se decía haber sido ordenado y consagrado obispo por monseñor Maurice Adolphe Georges Cantor, quien niega que tan ordenación y consagración hubiera existido, y es elegido papa con el nombre de León XIV.
Surge así la Iglesia Remanente con un papa que tendrá poco tiempo de existencia.
Curiosamente, la circular enviada para la convocación del cónclave mundial, llegó también «al Antipapa de Roma y su Secretario de Estado, intimándolos a abandonar el Vaticano y así proceder con la elección».
León XIV duró poco. Murió de leucemia el 2 de febrero de 2008 y fue elegido Juan Bautista Brunetti con el nombre de Inocencio XIV. Que duró aún menos. En agosto de ese mismo año de la elección, dimitió y fue elegido quien rige actualmente la Iglesia Renuente, Alejandro IX, un bonaerense nacido en 1983 por nombre Alejandro Tomás Greico. Joven papa, 33 años actualmente.
Y ya ha canonizado a una pléyade de santos, la mayoría de ellos desconocidos para mí, pero otros bien significativos. Por ejemplo, su antecesor León XIV y también Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, José Calvo Sotelo, Tomás de Kempis y Fray Tomás de Torquemada…
Tampoco le han faltado los anatemas, como por ejemplo ese decreto salido de su Sede Apostólica, fechado el 26 de agosto de 2013, por el que «ordenamos y establecemos que todos los fieles anatematicen con Nos el día 30 de agosto a la judía, heresiarca, modernista y satanista Agnes Gonxha Bojaxhiu, conocida internacionalmente como Madre Teresa de Calcuta».
Y donde no puede faltar el largo código de conducta de sus adeptos. Si os queréis apuntar a la Iglesia Remanente, sabed que:
Sobre el atuendo: se prohíbe a las mujeres usar pantalones. Las faldas que usen las mujeres deben cubrir las rodillas. Se prohíbe a todos los fieles el uso de pantalones cortos. Se prohíbe el uso de camisas o cualquier otra prenda de mangas cortas. Las camisas y blusas deben estar abotonadas hasta el cuello. Se prohíbe el uso de prendas confeccionadas con tela de jean. Se prohíbe a los hombres la utilización de joyas u aros. Sólo se permite el anillo de bodas. Prohibidos los tatuajes. Prohibido a los varones teñirse el cabello y el uso del pelo largo.
Sobre los deportes, juegos y esparcimiento: Los fieles tienen prohibido asistir a playas. Está prohibido visitar y utilizar piscinas públicas. Prohibido bajo pena de excomunión visitar clubes nocturnos. Prohibido escuchar o interpretar rock o música popular moderna. Prohibido asistir a cines. Las obras teatrales que no estén autorizadas por la autoridad eclesiástica no pueden ser vistas por los fieles. Lo mismo vale para los conciertos de música tolerada. Ver peleas de boxeo está prohibido. Ver partidos de fútbol está prohibido. Realizar cualquier deporte que exija el uso de pantalones cortos está prohibido. Está prohibido ver televisión bajo pena de excomunión. La lectura de revistas de espectáculos o frivolidades está prohibida bajo pena de excomunión.
Sobre prácticas cotidianas que deben ser consideradas pecados graves: Se encuentra prohibido bajo pena de excomunión apostar. Prohibido bajo pena de excomunión arrojar monedas a fuentes o pozos de agua. Prohibido consultar horóscopos. Prohibido el uso de talismanes. Prohibido a los fieles los árboles de navidad. Prohibido mentir a los niños con la creencia pagana de «Santa Claus», «Papá Noel» o como se le llame en cada país. Todas las imágenes de «Santa Claus», «Papá Noel» o como se le llame en cada país están prohibidas.
¿Sabéis lo que os digo? Que prefiero al argentino Papa Francisco. Ese papa de la Iglesia Remanente, Alejandro IX, es un pelmazo.
Y ya que hablamos de aficionados a proclamarse papas, no son únicos los que he mencionado en este y anteriores entregas. Es decir: los papas de El Palmar, el francés Michel August Marie Collin, de la Iglesia Renovada de Cristo, o Gaston Trembley o Gregorio XVII, del Canadá.
Ha habido y hay muchos más. Por ejemplo, estos:
El italiano Gino Frediani, con el nombre de Emmanuel I, apareció por el año 1973.
En 1977, Chester Olszewski predicaba su mensaje religioso en Pennsylvania, Estados Unidos, y en 1980 se autoproclamó Sumo Pontífice bajo la denominación de Pedro II.
En 1984 aparecen tres nuevos papas. Francis Konrad Schuchardt, S.S. Adrián VII, en Spokane, Estados Unidos, y los belgas Aimé Baudet y Pierre Henri Buboisof. Este último tomó el nombre de Pedro Atanasio II, «coronado» ante la tumba de San Pedro, en Roma, el 10 de abril de 1984, para luego instalarse en Bruselas.
En 1990, otro italiano, Valeriano Vestini, que se hizo llamar Valeriano I, y el norteamericano David Allen Bawden, que, en cónclave con seis personas, se proclamó pontífice con el nombre de Michael I.
En 1991, Timothy Blasio Ahitila es proclamado papa en su tierra natal, Kenia, no sé con qué nombre.
En 1994, es el sudafricano Víctor Von Pentz, que tomó el nombre de Lino II, con residencia en Hertfordshire, Inglaterra.
En 1995, en Le Perreux, Francia, Maurice Archieri tomó el nombre de Pedro II, usando el mismo nombre que Manuel Alonso Corral, el amigo abogado de Clemente, que le sustituyó en la Sede palmariana.
Y un último papa, el italiano Roberto Carnevale, proclamado también en 1995 con el nombre de Juan XX.
¡HABEMUS PAPAM, che! Pero papa argentino, que no es otro que el que está en Roma, papa Francisco, cuestionado también, desgraciadamente, no solo por esta chusma de iluminados, sino por no pocos dentro de la Iglesia, posicionados en la extrema derecha, desde ciertos cardenales hacia abajo. 

sábado, 21 de mayo de 2016

La oración del Avemaría

¿Cómo y cuándo fue compuesta la oración del Avemaría, quizá la primera oración a la Virgen que aprendimos de labios de nuestra madre? Curiosamente, esta oración, tal como la recitamos en la actualidad, no se fija como fórmula para la Iglesia hasta los tiempos de san Pío V, con ocasión de la reforma litúrgica consecuente al Concilio de Trento. Es decir, en 1568.




La oración del Avemaría está compuesta de dos bloques, que se alternan en el recitado –por ejemplo– del Rosario. El texto del primer bloque está sacado del Evangelio de San Lucas; el segundo es texto no bíblico.
El primer bloque está compuesto de tres partes. La primera está tomada del saludo del ángel a María: «Dios te salve (María), llena (eres) de gracia, el Señor (es) contigo» (Lucas 1, 26).
La segunda parte viene de la alabanza que dirigió a María su prima Santa Isabel: «Bendita tú (eres) entre (todas) las mujeres, y bendito (es) el fruto de tu vientre» (Lucas 1, 42).
Esta formulación es debida a Severo de Antioquía, en el siglo VI.
Ya metidos en la Edad Media, hacia el 1200, diversos Sínodos de Alemania, Francia y España tomaron esta oración, Y fue Urbano IV, Papa de 1261 a 1264 –el mismo que instituyó la fiesta del Corpus Christi– quien añadió al final de la fórmula el nombre de Jesús.
Puesta en verso por Dante, la oración del Avemaría ha sido comentada por santos tan devotos de la Virgen como san Bernardo y santo Tomás de Aquino; cantada desde entonces por los más prestigiosos músicos y rezada por todos como la más bella oración dirigida a la Virgen María.
La segunda parte del Avemaría –«Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén»– aparece ya en la época tardía de la Edad Media y su texto es extrabíblico. En el año 1350 se encuentra en un breviario la frase «Ahora y en la hora de la muerte». En 1525 se inserta en ciertos catecismos. Y la fórmula final, como la conocemos actualmente, queda fijada tras el Concilio de Trento.
En este mes de mayo, el mes de María, bueno será que recemos con asiduidad esta bellísima oración dedicada a la Santa Virgen María.

martes, 17 de mayo de 2016

San Pascual Bailón, patrono de los Congresos Eucarísticos

Hoy, 17 de mayo, celebra la Iglesia la fiesta de un pobre lego franciscano de la reforma alcantarina. Con su humilde sayal, que oculta los cilicios con que mortifica su cuerpo, camina hacia París. En su zurrón lleva una carta del provincial de España para el padre general, que reside en la capital francesa. Es el año 1576. Francia está infestada de calvinistas, que maltratan al fraile por donde quiera que pasa. Una vez la cosa pasa a mayores; percibe en su costado un puñal y oye esta pregunta:
–¿Dónde está Dios?
–En el cielo –farfulló el frailecito al que le amenazaba con el puñal. Pero después se sintió culpable de su descuido y falta de memoria, por no haber proclamado que Dios se halla también en el Santísimo Sacramento y en todas partes.
–¡Ay de mí! No he confesado mi fe en la Eucaristía.


Es Pascual Bailón, a quien León XIII proclamó patrono de las obras eucarísticas y de los Congresos Eucarísticos Internacionales. De familia muy humilde, aragonés, nacido en Torrehermosa en 1540, hace de pastor durante su infancia y juventud. Pasa al reino de Valencia y a los 24 años, después de dura prueba, ingresa en los franciscanos de la reforma alcantarina. Durante toda su vida será un humilde hermano lego, que ejercerá los oficios de portero, hortelano, cocinero y limosnero. Un iletrado de la vida, que resulta ser un gran «teólogo» de la Eucaristía por su devoción ilimitada y sus éxtasis. Permanecía en la iglesia el mayor tiempo posible, y siempre junto al sagrario. Frecuentemente, durante la misa, entraba en éxtasis en el momento de la consagración. En todo pueblo al que acudía para pedir limosna para el convento, su primer saludo era siempre para el huésped del sagrario. Por eso, los imagineros le representan con hábito de franciscano y con un cáliz y la hostia sobrepuesta.
Nació en Pascua de Resurrección: por eso sus padres le pusieron por nombre Pascual. Y su muerte tuvo lugar el día de Pentecostés, la definitiva Pascua del cielo, poseído como se hallaba de los dones del Espíritu Santo. A punto de morir, le pregunta al hermano que lo cuida:
–¿Han dado ya la señal para la misa mayor?
–Sí –le respondió.
Y se durmió en el Señor. Era el 17 de mayo de 1592, en el convento de Villarreal (Castellón), donde pasó los últimos años de su vida y donde se veneran sus restos. Se cuenta que durante las exequias, en el mismo instante de la consagración, abrió por dos veces los ojos para contemplar la Eucaristía mostrada por el sacerdote.
Fue beatificado en 1618 por Paulo V y canonizado por Alejandro VIII en 1690. León XIII, en 1897, lo declaró patrono de las asociaciones eucarísticas, porque «había descollado entre los santos más amantes del misterio de la fe y del amor, y así no sólo las Congregaciones ya fundadas, sino todas las que en adelante se fundasen, debían tomarle por dechado ejemplar de su amor a Jesús Sacramentado».
Conocido por san Juan de Ribera, santo sevillano, patriarca de Valencia, discutía este santo con un religioso sobre la humildad de Pascual Bailón.
–Padre –decía el patriarca al religioso–, los humildes y sencillos nos dejan y se van al cielo. ¿Qué haremos nosotros? Quememos los libros y seamos humildes.
Pero el religioso contestó:
–Señor, los libros no tienen la culpa, sino nuestra soberbia. Quemémosla y seamos humildes.
–Tenéis razón, tenéis razón –exclamó el patriarca.

Exvoto mexicano: «Doy gracias a San Pascual Bailón por la gracia recibida en esta humilde cocina, era muy mala cocinera y cuando me casé mi esposo dijo que no importaba; pero después de un tiempo empezó a comer en casa de su mamá y quién sabe dónde más; y temiendo perderlo, le recé a San Pascualito para que me ayudara y me hizo el milagro de darme un buen sazón en la comida; ahora mi esposo no falta nunca a comer y hasta presume de mi buena cocina, doy gracias».


 San Pascual Bailón en patrono en México de las cocineras. Desde tiempos remotos, las mujeres mexicanas tenían a san Pascual Bailón en la cocina, y si querían que la comida estuviera buena y a tiempo, imploraban al santo. Le rezan diferentes coplas, pero son más efectivas si también se bailan:
–San Pascual San Pascualillo, tú te encargas del caldillo, mientras yo me tomo un vinillo.
O también esta otra:
–San Pascual Bailón, báilame en este fogón, tú me das el sazón, y yo te dedico un danzón (o una canción).

sábado, 14 de mayo de 2016

El Palmar de Troya (y 6) El cegado Clemente tuvo un competidor

Clemente Domínguez, papa Gregorio XVII, murió el 21 de marzo de 2005 y a la mañana siguiente fue coronado como su sucesor Manuel Alonso Corral, que hasta ese momento era secretario de Estado de la Iglesia palmariana, con el nombre de Pedro II. En el sello papal del nuevo papa aparecía la imagen del Cristo de la Sábana Santa de Turín. Lo primero que hizo fue canonizar a su predecesor Clemente llamándole «Santo Papa Gregorio XVII, El Muy Grande». Publicó una serie de cartas apostólicas, entre las cuales sobresale la que declara como infalible que el nacimiento del Anticristo ha ocurrido en Belén en el año 2000. Así que la nueva criatura ya es un mocito de dieciséis años. A saber cuándo asoma por el mundo y qué aspecto tiene…

  
Muerto Alonso Corral el 15 de julio de 2011, le sucedió Sergio Ginés, nacido en 1959 en Mula (Murcia), y tomó el nombre de Gregorio XVIII. Fue seminarista en la diócesis de Toledo e ingresó después en el ejército antes de integrarse en la Iglesia palmariana. Fue ordenado sacerdote y consagrado obispo el 2 de diciembre de 1984 y fue secretario de Estado durante el pontificado de Pedro II. Su primer acto después de su coronación papal fue canonizar a su predecesor Pedro II y proclamar el Tercer Santo, Grande y Dogmático Concilio Palmariano, que tuvo lugar en El Palmar de Troya en 2012, en el que se trató de la terminación de la basílica, que fue acabada en 2014. Por cierto, que en la fachada colocaron entre otras estatuas la figura de Franco con su aureola de santo. Pero provocó tales rechazos, que tuvieron que meterla dentro de la basílica.
Gregorio XVIII acaba de colgar los hábitos papales. Según su propia confesión, «por pérdida de la fe» y el enamoramiento de un palmariana, la animadora cultural Nieves Triviño Girela de su pueblo de Monachil (Granada), donde la pareja ha puesto su nido.
Me gustaría saber si esa «pérdida de la fe» de Sergio Ginés, alias Gregorio XVIII, que él ha confesado, se refiere solo al tinglado de El Palmar o se extiende también a una pérdida de fe total en Dios… Él sabrá.
Al parecer, no ha sido mal acogida su salida de la comunidad de El Palmar, compuesta por unas 80 personas, entre obispos y monjas –encerrados en un recinto pequeño que puede explotar cualquier día–, por la rigidez de sus normas y de su carácter cuartelero que no dejaba que pudieran hablar siquiera con los vecinos del pueblo.
Le ha sustituido el cuarto Papa palmariano, el suizo Joseph Odermatt, con el nombre de Pedro III. Este, como es lógico, no podrá canonizar a su antecesor, como hizo él con Corral y Corral con Clemente, al largarse a vivir con una divorciada. Al parecer, ya está concertada la boda de Gregorio XVIII y Nieves Triviño para finales de agosto o principios de septiembre. ¿Por la Iglesia o por lo civil?
¡Jesús! ¡Qué lío…!
Y lío de competencias entre los pequeños Vaticanos que hay por el mundo. Porque, además del pequeño Vaticano de El Palmar de Troya, existen otros dos, uno en Francia y otro en Canadá, que también han surgido por inspiración divina. Es más, cuando Clemente Domínguez se autoproclamó papa en Colombia a la muerte de Pablo VI y se colocó el nombre de Gregorio XVII, ya existía otro papa del mismo nombre en Canadá.
El Gregorio XVII canadiense, que ha tenido un pontificado mayor que el español, se llamaba Gaston Tremblay, nacido en Rimouski, en Québec, el 8 de septiembre de 1928. Era Hermano de San Juan de Dios y salió de la Orden en 1952 para fundar su propia comunidad, a la que llamó Congregación de Jesús y María, que, después de ir de ciudad en ciudad, se estableció definitivamente en 1958 en St. Jovite, en Mont-Tremblant, Quebec.
En 1961, Tremblay se reunió con Michel Collin (1905-1974), líder de la Iglesia Renovada de Cristo, que se había proclamado papa con el título de Clemente XV, a la muerte de Juan XXIII y montó su propio Vaticano en Lorena, en Francia. Collin, según decía, había sido consagrado obispo en una misa presidida por el propio Jesucristo.
Las aficiones ufológicas del papa francés hicieron apartar poco a poco al canadiense, quien en 1971 fue elegido papa por ocho obispos, cuando aún no había muerto el papa Collin, y formó un colegio cardenalicio con doce hermanos de su comunidad.
Así que hubo un Gregorio XVII anterior al papa Clemente, que le precedió por inspiración divina en el papado y le sobrevivió, ya que murió el 31 de diciembre de 2011 en un hospital de Quebec.
¡Y lo gordo es que estos tres pequeños Vaticanos tienen sus seguidores!
Como diría aquel torero:
–¡Hay gente pa to!

jueves, 12 de mayo de 2016

El Palmar de Troya (5) Cuatro Papas, cuatro

Después de las consagraciones episcopales al por mayor, acudí de nuevo a El Palmar de Troya, pero esta vez no pude entrar en el recinto cerrado. Logré sí ser recibido en la Hospedería del Peregrino, instalada en una casa del poblado comprada al jefe de la Policía Municipal. Y allí conocí y saludé a un obispillo de 17 años, irlandés, rubio e imberbe de cara. ¡Vamos, tan solo un niño, y ya de obispo!
Me dio una pena infinita. Y pensé en su madre. Porque ese niño, para ser obispo con tan pocos años, no ha tenido más remedio que pasar por la piedra… Y a buen entendedor, pocas palabras bastan.
Acudí después a la cercana población de Guadalema de los Quinteros, para saber de su párroco, que tenía también la atención pastoral de El Palmar, qué se cocía en esos momentos en el tinglado palmariano. Y me contó una anécdota que todavía recuerdo.

 Clemente Domínguez (Gregorio XVII), Manuel Alonso Corral (Pedro II),
Sergio Ginés, (Gregorio XVIII) y Joseph Odermatt (Pedro III). (Foto ABC).

Venían por El Palmar no pocos extranjeros, y entre ellos, bastantes irlandeses. Algunos comenzaron a comprar casas para estar cerca de los hechos prodigiosos que allí se sucedían. Los dueños de las casas contrataban a algún que otro joven que, en el momento de la puja, se ponía en éxtasis ante el ingenuo extranjero, lo que significaba que subía el precio de la casa porque en ese lugar se acababa de aparecer la Virgen.
Y la anécdota de un joven del pueblo de Grazalema. Decía en el bar:
–¡Mira ese! ¡Le han dado diez mil pesetas por hacer el éxtasis y yo lo hago mejor que él por cinco mil!
En este submundo surrealista se venía desarrollando todo este tinglado de El Palmar de Troya.
Pero queda la guinda de la tarta.
Durante un viaje en automóvil por la autopista Bilbao-Behovia, Clemente Domínguez sufrió un grave accidente que le hizo perder la vista el 29 de mayo de 1976. Trabajaba yo entonces en la revista «Tierras del Sur», que dirigía José María Javierre. Me entero del accidente, me comunico con un periódico de San Sebastián y me pongo en contacto con un sacerdote, colaborador del periódico. Le cuento el caso y le pido el favor de acercarse por la clínica donde estaba hospitalizado Clemente Domínguez. La noticia que me transmitió fue la siguiente:
—Iban cuatro en un coche, Clemente Domínguez de copiloto, por la autopista Bilbao-Behovia. Derrapó el vehículo y dio varias vueltas de campana. Todos salieron ilesos, Clemente también, salvo una astilla del cristal del parabrisas que le entró por un ojo y pasó al otro. En la operación, el médico se los ha tenido que extirpar. Y ha quedado con las cuencas vacías.
Me puse a reflexionar. Es curioso. En un accidente de estas características, lo más probable es que se salga magullado y con las costillas o la crisma rotas. ¡Pero que el «vidente» de El Palmar sólo haya sufrido la oquedad de sus dos ojos y que ninguno, ni él mismo, sufriera otra lesión...!
En enero de 1988 consiguieron la legalización e inscripción en el Registro de Asociaciones Religiosas con el nombre de Iglesia Cristiana Palmariana, no Católica como pretendían: porque la Iglesia Católica ya existía en España antes de que Clemente diera sus primeros vagidos.
Pero en su fuero particular ellos siguen llamándose Iglesia Católica, la verdadera, no la Romana, que —dicen— «ha apostatado de la verdadera fe y se ha convertido en una secta protestante». Copio ésta y las siguientes citas de un folleto editado por la «Sede Apostólica del Palmar de Troya», que, con sus preguntas y respuestas, viene a convertirse en una especie de catecismo como los de antes.
Transcribo diversos párrafos de este singular panfleto, para que veáis hasta qué grado de estupidez puede llegar la mente humana:
—El último Papa legítimo en Roma y auténtico Vicario de Cristo fue San Pablo VI, mártir del Vaticano. Él fue asesinado por el masón cardenal Villot el 6-8-78. Mucho tiempo antes ya había sido sometido a drogas, con el fin de anular su personalidad. En el Cónclave fueron elegidos: 1.- Juan Pablo I, falso Papa; 2.- Juan Pablo II, igualmente falso. Ambos no cuentan ante Dios.
Entonces, ¿dónde está el verdadero papa?
La respuesta es clarificadora:
—El mismo día en que murió San Pablo VI, sólo pocas horas después de su muerte, apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado por los Apóstoles San Pedro y San Pablo, al Obispo Fernando (nombre religioso de Clemente Domínguez Gómez), el vidente más grande de El Palmar de Troya, en España, que estaba de viaje apostólico en Santa Fe de Bogotá, Colombia, y le hizo sucesor de San Pablo VI con el nombre de Gregorio XVII y el lema «De Gloria Olivae», según las profecías de San Malaquías, como jefe del pequeño resto de católicos que se han mantenido fieles a la fe católica. El mismo día se retiró el Espíritu Santo de la Iglesia apóstata Romana.
¿Qué decisión debe tomar todo buen católico?
Clemente lo tiene muy claro.
—La decisión está bien clara, pues es imposible permanecer en la Iglesia Romana apóstata, protestante. El único camino es romper con la Roma apóstata y adherirse a la Iglesia que guarda la fe de nuestros antepasados. Di: «Yo soy católico y quiero conservar mi fe católica; por esto creo en la Iglesia Palmariana y en el Papa Gregorio XVII, a quien me someto plenamente. No hay otro camino para salvar mi fe católica».
Y se refocila el muy granuja:
—Cayó, cayó Babilonia la grande (se refiere a Roma) y ha quedado hecha morada de demonios y guarida de todo espíritu inmundo y de todo pájaro inmundo y detestable (masones, comunistas, sectas).
A Juan Pablo II lo pone de chupa dómine: «masón», «comunista infiltrado», «actor comunista», «alabado por todos los enemigos de Cristo y de la Iglesia», «favorecedor del nefasto ecumenismo y del nefasto Concilio Vaticano II y también del movimiento carismático protestante», «defensor de la teología marxista de liberación», etc.
Han sido canonizados por la Iglesia Palmariana: Pablo VI (olvidando Clemente que fue excomulgado bajo su pontificado), Francisco Franco, Luis Carrero Blanco, José Antonio Primo de Rivera, mártir, Josemaría Escrivá de Balaguer (antes que la propia Roma. Que se pregunten los del Opus el porqué de esa predilección del papa Clemente por su fundador), José Calvo Sotelo, mártir, cardenal Cisneros, don Pelayo...
La canonización de Franco merece ser detallada. El octubre de 1978, el Papa Clemente dicta el siguiente decreto:
–Nos, como Doctor Universal de la Iglesia, asistido por el Espíritu Santo, y con pleno conocimiento de causa, encabezamos esta lista con la egregia figura de Francisco Franco, elevándole a la gloria de los altares. Y continuamos esta hermosa lista con José Antonio Primo de Rivera, asesinado por los comunistas el 20-XI-1936, en la cárcel de Alicante. Y seguimos esta lista con el gran Almirante Carrero Blanco…
Creo que llegó a canonizar a unos setenta santos, a los que haría también doctores de la Iglesia. En la Iglesia Palmariana todo es a lo grande: no hay curas, todos son obispos; y los santos, ya ven los primeros de la lista…
También hay una serie de excomulgados: rey Juan Carlos I y Familia Real, Iglesia Católica, los sacerdotes obreros, los comunistas y socialistas, los espectadores que hayan visto la película Jesucristo Superstar, Juan Pablo II… y aquellos obispos palmarianos que se han largado o han sido expulsados, que no son pocos.
Clemente Domínguez, Papa Gregorio XVII, murió en 2005. Su sucesor, Manuel Alonso Corral, con el nombre de Pedro II, canonizó a Clemente llamándole «Santo Papa Gregorio XVII, El Muy Grande». Muerto Alonso Corral en 2011, le sucedió Sergio Ginés, de Mula (Murcia), con el nombre de Gregorio XVIII. Acaba de colgar los hábitos papales y le ha sustituido el cuarto Papa palmariano, el suizo Joseph Odermatt, con el nombre de Pedro III.
Este último suceso esperpéntico de un papa palmariano que cuelga los hábitos, anunciando que ya no cree en ello y largándose con una señora, nos ha hecho recordar la vieja canción de Carlos Cano que ha vuelto a resonar en estos días:
—¡Clemente, no te quedes con la gente!

martes, 10 de mayo de 2016

El Palmar de Troya (4) El arzobispo vietnamita y los obispos de El Palmar

Y llegaron donaciones generosas. Mucho dinero. Y un Clemente con mensajes de la Virgen venenosos contra la Iglesia católica y sus pastores que quieren acabar con ella.
–Roma se ha prostituido. Roma se abraza a los enemigos de la Iglesia… Al Papa no le dejan gobernar. La masonería y el comunismo están bien infiltrados en el Vaticano…
Y mensajes parecidos, apocalípticos, de una Santa Virgen María que solo anuncia a Clemente catástrofes y calamidades.
En 1972 se compró la finca de La Alcaparrosa, lugar de las apariciones, y comenzaron a vallar el lugar.


Clemente y Corral, ya de obispos

En la tarde del 22 de diciembre de 1975, un mensaje, esta vez de Jesucristo, ordena a Clemente la fundación de la Orden de Carmelitas de la Santa Faz, en doble rama para hombres y mujeres.
–Mis queridos hijos: en estos momentos se funda la orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Este es el momento. Ahora. Mas con la fecha del treinta del pasado mes ha quedado constituida. Hi­jitos queridísimos: Desde hoy comienza para vos­otros esta orden, que se preparara para la segunda venida de éste que os habla, que es Jesús. Sois vosotros, aquéllos que permanezcáis firmes, los que me acompañarán en mi retorno a la tierra. Vosotros, aquellos que seáis fieles a las reglas, brillaréis más que muchos, porque sois los car­melitas de la Santa Faz, la luz especial para la Iglesia que vendrá de esta orden, así que desde este momento queda constituida la orden de los carmelitas de la Santa Faz… No os podéis imaginar la grandiosidad que tendrá esta orden religiosa en medio del mundo. Una orden llamada a preparar los caminos para mi retorno. Esta orden es tan grande como este Palmar de Troya, la antorcha de la humanidad...  
En días sucesivos le irá especificando las normas de la Orden: hábito, régimen alimenticio, obligatoriedad de no fumar (que posteriormente desaparecerá al no cumplirse), oraciones, procesiones claustrales, misas tridentinas en latín, comunión de rodillas y en la lengua, mujeres con velo en la iglesia, etc… Todo ello por revelaciones a Clemente.
En la navidad de ese año 1975 aparece por El Palmar el arzobispo vietnamita Martin Ngô Dinh Thuc, de 78 años, residente en Roma y hermano del asesinado presidente Diem. No sé si era el tío más tonto del mundo o cayó seducido por el dinero que le untaron. Se hablaba de dos millones de pesetas. Llevado Clemente de otro éxtasis, el arzobispo recibió mandato celestial de ordenar, en la noche de fin de año, a cuatro sacerdotes: Clemente Domínguez, Alonso Corral, el francés Louis Henrique Moulins y los irlandeses Francis Coll y Pablo Gerardo Fox. Y así lo hizo, ordenando de sacerdotes a cuatro currantes que no tenían ni la más mínima preparación teológica, en presencia esa noche de unas trescientas cincuenta personas adictas a la causa.
Esta noticia explosiva suscitó de nuevo el tema de El Palmar en la prensa. Estaba yo entonces en la revista «Tierras del Sur», y acudí con un fotógrafo a noticiar esta nueva, que supuso la inmediata nota del Arzobispado reprobando este hecho y haciendo recaer «sobre sus autores… las penas canónicas que establece la legislación de la Iglesia para semejantes casos».
Llegamos al atardecer, Julio el fotógrafo y yo. Me tuve que identificar en la puerta. Me recibió Camilo Estévez, un cura de Orense a quien su obispo monseñor Temiño había puesto como modelo sacerdotal en su diócesis. Pero le salió rana. El tal Camilo había acudido a El Palmar y Clemente le contó que la Virgen le había dicho que se quedara con él. Y se quedó, el muy estúpido.
El tal Camilo no sabía de mi condición de sacerdote. Acudía como periodista. Mientras me acompañaba hacia el final de una larga senda donde se hallaban tres altares bajo un cobertizo me fue informando de su vocación palmeriana y de los males de la Iglesia.
–El papa Pablo VI está secuestrado en el Vaticano. Se lo ha dicho la Virgen a Clemente. Le ha dicho además que no hagan caso de lo que diga el Papa públicamente porque está drogado por los cardenales y no sabe lo que dice…
Estupideces así me vino a confesar por el camino.
Llegamos a los altares. Tres sacerdotes –pienso que eran extranjeros– estaban diciendo misa, cada uno en su altar y en latín. Noté que el ambiente se enrarecía cuando empiezan a rodearnos gente y a decir:
–Son periodistas.
Cuando Julio alzó su máquina de fotos para sacar unas instantáneas de los curas diciendo misa, un energúmeno le dio un manotazo y le tiró la máquina. Yo, en ese momento, temiendo que nos agredieran, pensé que la mejor defensa era un buen ataque. Me subí al altar de la derecha y pegué sobre el mismo un puñetazo, con asombro del cura que oficiaba, al tiempo que gritaba:
–Esto lo va a saber mañana la prensa.
Y con Julio me fui retirando hacia la puerta, que estaba bien lejos, esperando que no nos agredieran.
Esta fue mi tercera, y última vez, que pisaba la finca La Alcaparrosa, lugar de las apariciones.
Días más tarde, 10 de enero, Clemente tendrá una nueva revelación: la Virgen le ha anunciado, entre otras cosas, lo que sigue:
–Es necesaria la consagración episcopal de Clemente Domínguez, Manuel Alonso, Camilo Estévez, Miguel Tomás Donnelly (irlandés) y Francisco Bernardo Slander (estadounidense).
Y el arzobispo vietnamita Ngô Dinh Thuc los consagró.
Les vino inmediatamente la excomunión de Roma, al vietnamita y a ellos, pero les daba igual. Cuando el periodista Joaquín Gómez Burón preguntó a Manuel Alonso Corral si les había afectado la excomunión, contestó:
–En absoluto. No puede afectarnos una excomunión que nos llega de unos señores obispos, arzobispos y leguleyos eclesiásticos que estaban previamente desde hace mucho tiempo, y repetidamente, excomulgados por Dios de una manera directa y rotunda… De modo que la excomunión de ellos no puede afectarnos a nosotros, porque no tienen facultad para llevarla a cabo.
Este Alonso Corral era aquel que en 1970 me topé en la taberna de El Palmar, llevando el portafolio del lasaliano hermano Nectario. ¡Cómo se asciende en la vida! De abogado muerto de hambre a obispo de El Palmar y cerebro de todo este tinglado pseudo-místico. Y diciendo misa sin saber latín, que eso es lo gordo de Clemente y Corral.
El arzobispo vietnamita fue despedido –ya había cumplido el objetivo deseado– y comenzó Clemente a consagrar obispos de una manera desaforada. En El Palmar no habrá curas rasos, todos serán obispos, y algunos hasta cardenales, cuando Clemente se proclame Papa, que todo se andará.
A mediados de febrero de 1976, un mes después, ya habían sido consagrados 19 nuevos obispos. El corresponsal de Utrera del diario ABC dirá:
–Pienso que la noticia sensacional estará cuando con grandes titulares podamos anunciar: «En esta semana no se consagró obispo alguno en El Palmar».
(Continuará).

sábado, 7 de mayo de 2016

El Palmar de Troya (3) Clemente, no te quedes con la gente…

La manifestación del 15 de mayo de 1970 me hizo ver que el asunto tomaba vuelos insospechados. Lo comenté con José María Javierre, director de El Correo de Andalucía, y nos fuimos a ver al cardenal Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla. La Iglesia aún no se había pronunciado y la autoridad eclesiástica de la diócesis no podía seguir callada, como si nada ocurriera. Era la tarde del 18 de mayo. El cardenal nos dijo que aguardásemos un rato, se puso a la máquina de escribir y poco después, con su estilo jurídico, emitió un decreto, que fue la primera comunicación pastoral sobre El Palmar de Troya:


Clemente y sus estigmas. Se los hacía con una
cuchilla de afeitar en la pensión de Sevilla donde vivía.

—Desde hace aproximadamente un año venimos siguiendo con la obligada atención las informaciones y referencias que nos llegan acerca de unos supuestos fenómenos sobrenaturales que se dicen ocurrió en el lugar denominado El Palmar de Troya, finca de «La Alcaparrosa», consistentes en apariciones del Padre Eterno, de Jesucristo Nuestro Señor, de la Santísima Virgen, de diversos santos y del fallecido P. Pío de Pietralcina a numerosas personas, a las que dan muy variados mensajes. En repetidas ocasiones han sido anunciados por los que a sí mismos se dicen «videntes» inminentes hechos prodigiosos; se han enviado, no sabemos por quién —con una organización costosa y cuidada—, invitaciones a las familias que tienen enfermos, anunciando curaciones; se han presentado algunos casos de pretendidas estigmatizaciones de los clavos de la pasión del Señor, etc. etc. Queremos manifestar que, estudiados todos los elementos que han llegado a nuestro conocimiento sobre estos fenómenos, no solamente no aparece en ellos nada que presente caracteres probables de intervención sobrenatural, sino que, por el contrario, existen muy serios motivos para estimar que se está produciendo una verdadera histeria colectiva, de tipo supersticioso, muy ajena a la verdadera devoción y religiosidad, que puede confundir a muchísimas personas y causar estragos en la fe. En consecuencia, prohibimos la celebración de todo rito público religioso en el mencionado lugar; pedimos a los sacerdotes, religiosos y religiosas, tanto de la diócesis como de fuera de la misma, que no hagan acto de presencia en ninguna de aquellas manifestaciones, mientras no fueren expresamente autorizadas, y exhortamos, asimismo, a los fieles a que se afirmen en la fe en la Palabra de Dios, según el magisterio auténtico de la Iglesia, y procuren vivirla en un sincero compromiso de vida cristiana en la comunión con la Santa Madre Iglesia, en caridad, sencillez y sacrificio, y no en exhibiciones extrañas que no están aprobadas por la Iglesia ni conducen al honor de Dios ni a la salud de las almas. Dado en Sevilla, a 18 de mayo de 1970. + José María, cardenal arzobispo de Sevilla.
Pasarán los días y años, y el fenómeno de El Palmar de Troya será apropiado en exclusividad por Clemente Domínguez y su mentor, verdadero cerebro de la trama, Manuel Alonso Corral. Ya han desaparecido las niñas primeras: Ana García, Rafaela Gordo, Josefa Guzmán y Ana Aguilera, que vete a saber qué ha sido de ellas. Y lo mismo, todos aquellos a los que también se aparecía, incluida la mesonera, que vio su negocio acrecentarse con la llegada de peregrinos.
El «vidente» Clemente Domínguez, con sus éxtasis esperpénticos y estigmas –que se los hacía con una cuchilla de afeitar en la pensión donde vivía–, pronto eclipsó a los demás videntes y se apropió en exclusiva de un negocio que él –y más que él, su amigo Alonso Corral– intuyeron que les daría rédito suficiente de por vida.
Los dos estaban empleados con los Hermanos de San Juan de Dios en Sevilla. Clemente, de contable en la revista Nuestra Ciudad, y Alonso Corral, de gerente de la Compañía de Seguros San Rafael.
Ambos de tendencias homosexuales, Clemente tenía además afición por la electricidad. De ahí el apelativo que le pusieron en los ambientes nocturnos de Sevilla: «La Voltio». De jovencito se escapó de casa y quiso hacerse fraile y en 1967, a sus veinte años, fue declarado inútil para el servicio militar por epiléptico.
Pronto se hicieron con el control de las revelaciones de El Palmar de Troya: Clemente como vidente y Corral como su asesor, el verdadero cerebro. Cuando el padre Serafín Madrid, de San Juan de Dios, supo de los apaños de ambos en El Palmar, los echó de la Obra.
Clemente confesará después qué le dijo fray Serafín Madrid al despedirlo:
–Ya que ve a la Virgen, que la Virgen le dé de comer; ¡márchese!
Clemente tuvo su primera estigmatización el 13 de abril de 1970, poco antes de la concentración del 15 de mayo en La Alcaparrosa, lugar de las apariciones. Se lo hizo en la pensión y contó que se le apareció el padre Pío de Pietrelcina, que llevaba una cruz en la mano izquierda y un punzón en la derecha.
–Sufre esto por el Santo Padre, lo tendrás por breve tiempo –le dijo el capuchino.
Posteriormente, tendrá otras estigmatizaciones, de las que existen fotografías. Algunas, incluso en la frente y en el costado.
Y así se hizo el rey del mambo; perdón, se hizo en exclusiva con El Palmar de Troya. Como diría aquel, en El Palmar se montó «la de Troya». Y se oirá esa canción de Carlos Cano:
–Clemente, no te quedes con la gente…
(Continuará).