Después de las consagraciones
episcopales al por mayor, acudí de nuevo a El Palmar de Troya, pero esta vez no
pude entrar en el recinto cerrado. Logré sí ser recibido en la Hospedería del
Peregrino, instalada en una casa del poblado comprada al jefe de la Policía
Municipal. Y allí conocí y saludé a un obispillo de 17 años, irlandés, rubio e
imberbe de cara. ¡Vamos, tan solo un niño, y ya de obispo!
Me dio una pena infinita. Y pensé en su
madre. Porque ese niño, para ser obispo con tan pocos años, no ha tenido más
remedio que pasar por la piedra… Y a buen entendedor, pocas palabras bastan.
Acudí después a la cercana población de
Guadalema de los Quinteros, para saber de su párroco, que tenía también la
atención pastoral de El Palmar, qué se cocía en esos momentos en el tinglado
palmariano. Y me contó una anécdota que todavía recuerdo.
Clemente Domínguez
(Gregorio XVII), Manuel Alonso Corral (Pedro II),
Sergio Ginés, (Gregorio XVIII) y Joseph Odermatt (Pedro III). (Foto
ABC).
Venían por El Palmar no pocos
extranjeros, y entre ellos, bastantes irlandeses. Algunos comenzaron a comprar
casas para estar cerca de los hechos prodigiosos que allí se sucedían. Los
dueños de las casas contrataban a algún que otro joven que, en el momento de la
puja, se ponía en éxtasis ante el ingenuo extranjero, lo que significaba que subía
el precio de la casa porque en ese lugar se acababa de aparecer la Virgen.
Y la anécdota de un joven del pueblo de
Grazalema. Decía en el bar:
–¡Mira ese! ¡Le han dado diez mil
pesetas por hacer el éxtasis y yo lo hago mejor que él por cinco mil!
En este submundo surrealista se venía
desarrollando todo este tinglado de El Palmar de Troya.
Pero queda la guinda de la tarta.
Durante un viaje en automóvil por la
autopista Bilbao-Behovia, Clemente Domínguez sufrió un grave accidente que le
hizo perder la vista el 29 de mayo de 1976. Trabajaba yo entonces en la revista
«Tierras del Sur», que dirigía José María Javierre. Me entero del accidente, me
comunico con un periódico de San Sebastián y me pongo en contacto con un
sacerdote, colaborador del periódico. Le cuento el caso y le pido el favor de
acercarse por la clínica donde estaba hospitalizado Clemente Domínguez. La
noticia que me transmitió fue la siguiente:
—Iban cuatro en un coche, Clemente
Domínguez de copiloto, por la autopista Bilbao-Behovia. Derrapó el vehículo y
dio varias vueltas de campana. Todos salieron ilesos, Clemente también, salvo
una astilla del cristal del parabrisas que le entró por un ojo y pasó al otro.
En la operación, el médico se los ha tenido que extirpar. Y ha quedado con las
cuencas vacías.
Me puse a reflexionar. Es curioso. En un
accidente de estas características, lo más probable es que se salga magullado y
con las costillas o la crisma rotas. ¡Pero que el «vidente» de El Palmar sólo
haya sufrido la oquedad de sus dos ojos y que ninguno, ni él mismo, sufriera
otra lesión...!
En enero de 1988 consiguieron la
legalización e inscripción en el Registro de Asociaciones Religiosas con el
nombre de Iglesia Cristiana Palmariana, no Católica como pretendían: porque la
Iglesia Católica ya existía en España antes de que Clemente diera sus primeros
vagidos.
Pero en su fuero particular ellos siguen
llamándose Iglesia Católica, la verdadera, no la Romana, que —dicen— «ha
apostatado de la verdadera fe y se ha convertido en una secta protestante».
Copio ésta y las siguientes citas de un folleto editado por la «Sede Apostólica
del Palmar de Troya», que, con sus preguntas y respuestas, viene a convertirse
en una especie de catecismo como los de antes.
Transcribo diversos párrafos de este
singular panfleto, para que veáis hasta qué grado de estupidez puede llegar la
mente humana:
—El último Papa legítimo en Roma y
auténtico Vicario de Cristo fue San Pablo VI, mártir del Vaticano. Él fue
asesinado por el masón cardenal Villot el 6-8-78. Mucho tiempo antes ya había
sido sometido a drogas, con el fin de anular su personalidad. En el Cónclave fueron
elegidos: 1.- Juan Pablo I, falso Papa; 2.- Juan Pablo II, igualmente falso.
Ambos no cuentan ante Dios.
Entonces, ¿dónde está el verdadero papa?
La respuesta es clarificadora:
—El mismo día en que murió San Pablo VI,
sólo pocas horas después de su muerte, apareció Nuestro Señor Jesucristo,
acompañado por los Apóstoles San Pedro y San Pablo, al Obispo Fernando (nombre
religioso de Clemente Domínguez Gómez), el vidente más grande de El Palmar de
Troya, en España, que estaba de viaje apostólico en Santa Fe de Bogotá,
Colombia, y le hizo sucesor de San Pablo VI con el nombre de Gregorio XVII y el
lema «De Gloria Olivae», según las profecías de San Malaquías, como jefe del
pequeño resto de católicos que se han mantenido fieles a la fe católica. El
mismo día se retiró el Espíritu Santo de la Iglesia apóstata Romana.
¿Qué decisión debe tomar todo buen
católico?
Clemente lo tiene muy claro.
—La decisión está bien clara, pues es
imposible permanecer en la Iglesia Romana apóstata, protestante. El único
camino es romper con la Roma apóstata y adherirse a la Iglesia que guarda la fe
de nuestros antepasados. Di: «Yo soy católico y quiero conservar mi fe
católica; por esto creo en la Iglesia Palmariana y en el Papa Gregorio XVII, a
quien me someto plenamente. No hay otro camino para salvar mi fe católica».
Y se refocila el muy granuja:
—Cayó, cayó Babilonia la grande (se
refiere a Roma) y ha quedado hecha morada de demonios y guarida de todo
espíritu inmundo y de todo pájaro inmundo y detestable (masones, comunistas,
sectas).
A Juan Pablo II lo pone de chupa dómine:
«masón», «comunista infiltrado», «actor comunista», «alabado por todos los
enemigos de Cristo y de la Iglesia», «favorecedor del nefasto ecumenismo y del
nefasto Concilio Vaticano II y también del movimiento carismático protestante»,
«defensor de la teología marxista de liberación», etc.
Han sido canonizados por la Iglesia Palmariana: Pablo
VI (olvidando Clemente que fue excomulgado bajo su pontificado), Francisco
Franco, Luis Carrero Blanco, José Antonio Primo de Rivera, mártir, Josemaría
Escrivá de Balaguer (antes que la propia Roma. Que se pregunten los del Opus el
porqué de esa predilección del papa Clemente por su fundador), José Calvo
Sotelo, mártir, cardenal Cisneros, don Pelayo...
La canonización de Franco merece ser detallada. El
octubre de 1978, el Papa Clemente dicta el siguiente decreto:
–Nos, como Doctor Universal de la Iglesia, asistido
por el Espíritu Santo, y con pleno conocimiento de causa, encabezamos esta
lista con la egregia figura de Francisco Franco, elevándole a la gloria de los
altares. Y continuamos esta hermosa lista con José Antonio Primo de Rivera,
asesinado por los comunistas el 20-XI-1936, en la cárcel de Alicante. Y
seguimos esta lista con el gran Almirante Carrero Blanco…
Creo que llegó a canonizar a unos setenta santos, a
los que haría también doctores de la Iglesia. En la Iglesia Palmariana todo es
a lo grande: no hay curas, todos son obispos; y los santos, ya ven los primeros
de la lista…
También hay una serie de excomulgados: rey Juan
Carlos I y Familia Real, Iglesia Católica, los sacerdotes obreros, los
comunistas y socialistas, los espectadores que hayan visto la película Jesucristo Superstar, Juan Pablo II… y
aquellos obispos palmarianos que se han largado o han sido expulsados, que no
son pocos.
Clemente Domínguez, Papa Gregorio XVII, murió en
2005. Su sucesor, Manuel Alonso Corral, con el nombre de Pedro II, canonizó a
Clemente llamándole «Santo Papa Gregorio XVII, El Muy Grande». Muerto Alonso
Corral en 2011, le sucedió Sergio Ginés, de Mula (Murcia), con el nombre de
Gregorio XVIII. Acaba de colgar los hábitos papales y le ha sustituido el
cuarto Papa palmariano, el suizo Joseph Odermatt, con el nombre de Pedro III.
Este último suceso esperpéntico de un papa
palmariano que cuelga los hábitos, anunciando que ya no cree en ello y
largándose con una señora, nos ha hecho recordar la vieja canción de Carlos
Cano que ha vuelto a resonar en estos días:
—¡Clemente, no te quedes con la gente!