Y llegaron donaciones generosas. Mucho
dinero. Y un Clemente con mensajes de la Virgen venenosos contra la Iglesia
católica y sus pastores que quieren acabar con ella.
–Roma se ha prostituido. Roma se abraza
a los enemigos de la Iglesia… Al Papa no le dejan gobernar. La masonería y el
comunismo están bien infiltrados en el Vaticano…
Y mensajes parecidos, apocalípticos, de
una Santa Virgen María que solo anuncia a Clemente catástrofes y calamidades.
En 1972 se compró la finca de La
Alcaparrosa, lugar de las apariciones, y comenzaron a vallar el lugar.
Clemente y Corral, ya de
obispos
En la tarde del 22 de diciembre de 1975,
un mensaje, esta vez de Jesucristo, ordena a Clemente la fundación de la Orden
de Carmelitas de la Santa Faz, en doble rama para hombres y mujeres.
–Mis queridos hijos: en estos momentos se funda la
orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Este es el momento. Ahora. Mas con la fecha del treinta del pasado mes
ha quedado constituida. Hijitos queridísimos: Desde hoy comienza para
vosotros esta orden, que se preparara para la segunda venida de éste que os habla, que es Jesús. Sois
vosotros, aquéllos que permanezcáis firmes, los que me acompañarán en mi
retorno a la tierra. Vosotros, aquellos que seáis fieles a las reglas,
brillaréis más que muchos, porque sois los carmelitas de la Santa Faz, la luz
especial para la Iglesia que vendrá de esta orden, así que desde este momento
queda constituida la orden de los carmelitas de la Santa Faz… No os podéis
imaginar la grandiosidad que tendrá esta orden religiosa en medio del mundo.
Una orden llamada a preparar los caminos para mi retorno. Esta orden es tan
grande como este Palmar de Troya, la
antorcha de la humanidad...
En días sucesivos le irá especificando
las normas de la Orden: hábito, régimen alimenticio, obligatoriedad de no fumar
(que posteriormente desaparecerá al no cumplirse), oraciones, procesiones
claustrales, misas tridentinas en latín, comunión de rodillas y en la lengua,
mujeres con velo en la iglesia, etc… Todo ello por revelaciones a Clemente.
En la navidad de ese año 1975 aparece
por El Palmar el arzobispo vietnamita Martin Ngô Dinh Thuc, de 78 años, residente
en Roma y hermano del asesinado presidente Diem. No sé si era el tío más tonto
del mundo o cayó seducido por el dinero que le untaron. Se hablaba de dos millones
de pesetas. Llevado Clemente de otro éxtasis, el arzobispo recibió mandato
celestial de ordenar, en la noche de fin de año, a cuatro sacerdotes: Clemente
Domínguez, Alonso Corral, el francés Louis Henrique Moulins y los irlandeses
Francis Coll y Pablo Gerardo Fox. Y así lo hizo, ordenando de sacerdotes a
cuatro currantes que no tenían ni la más mínima preparación teológica, en
presencia esa noche de unas trescientas cincuenta personas adictas a la causa.
Esta noticia explosiva suscitó de nuevo
el tema de El Palmar en la prensa. Estaba yo entonces en la revista «Tierras
del Sur», y acudí con un fotógrafo a noticiar esta nueva, que supuso la
inmediata nota del Arzobispado reprobando este hecho y haciendo recaer «sobre
sus autores… las penas canónicas que establece la legislación de la Iglesia
para semejantes casos».
Llegamos al atardecer, Julio el
fotógrafo y yo. Me tuve que identificar en la puerta. Me recibió Camilo
Estévez, un cura de Orense a quien su obispo monseñor Temiño había puesto como
modelo sacerdotal en su diócesis. Pero le salió rana. El tal Camilo había
acudido a El Palmar y Clemente le contó que la Virgen le había dicho que se
quedara con él. Y se quedó, el muy estúpido.
El tal Camilo no sabía de mi condición
de sacerdote. Acudía como periodista. Mientras me acompañaba hacia el final de
una larga senda donde se hallaban tres altares bajo un cobertizo me fue
informando de su vocación palmeriana y de los males de la Iglesia.
–El papa Pablo VI está secuestrado en el
Vaticano. Se lo ha dicho la Virgen a Clemente. Le ha dicho además que no hagan
caso de lo que diga el Papa públicamente porque está drogado por los cardenales
y no sabe lo que dice…
Estupideces así me vino a confesar por
el camino.
Llegamos a los altares. Tres sacerdotes
–pienso que eran extranjeros– estaban diciendo misa, cada uno en su altar y en
latín. Noté que el ambiente se enrarecía cuando empiezan a rodearnos gente y a
decir:
–Son periodistas.
Cuando Julio alzó su máquina de fotos
para sacar unas instantáneas de los curas diciendo misa, un energúmeno le dio
un manotazo y le tiró la máquina. Yo, en ese momento, temiendo que nos
agredieran, pensé que la mejor defensa era un buen ataque. Me subí al altar de
la derecha y pegué sobre el mismo un puñetazo, con asombro del cura que oficiaba,
al tiempo que gritaba:
–Esto lo va a saber mañana la prensa.
Y con Julio me fui retirando hacia la
puerta, que estaba bien lejos, esperando que no nos agredieran.
Esta fue mi tercera, y última vez, que
pisaba la finca La Alcaparrosa, lugar de las apariciones.
Días más tarde, 10 de enero, Clemente tendrá
una nueva revelación: la Virgen le ha anunciado, entre otras cosas, lo que
sigue:
–Es necesaria la consagración episcopal
de Clemente Domínguez, Manuel Alonso, Camilo Estévez, Miguel Tomás Donnelly (irlandés)
y Francisco Bernardo Slander (estadounidense).
Y el arzobispo vietnamita Ngô Dinh Thuc los
consagró.
Les vino inmediatamente la excomunión de
Roma, al vietnamita y a ellos, pero les daba igual. Cuando el periodista
Joaquín Gómez Burón preguntó a Manuel Alonso Corral si les había afectado la
excomunión, contestó:
–En absoluto. No puede afectarnos una
excomunión que nos llega de unos señores obispos, arzobispos y leguleyos eclesiásticos
que estaban previamente desde hace mucho tiempo, y repetidamente, excomulgados
por Dios de una manera directa y rotunda… De modo que la excomunión de ellos no
puede afectarnos a nosotros, porque no tienen facultad para llevarla a cabo.
Este Alonso Corral era aquel que en 1970
me topé en la taberna de El Palmar, llevando el portafolio del lasaliano
hermano Nectario. ¡Cómo se asciende en la vida! De abogado muerto de hambre a
obispo de El Palmar y cerebro de todo este tinglado pseudo-místico. Y diciendo
misa sin saber latín, que eso es lo gordo de Clemente y Corral.
El arzobispo vietnamita fue despedido
–ya había cumplido el objetivo deseado– y comenzó Clemente a consagrar obispos
de una manera desaforada. En El Palmar no habrá curas rasos, todos serán obispos,
y algunos hasta cardenales, cuando Clemente se proclame Papa, que todo se
andará.
A mediados de febrero de 1976, un mes
después, ya habían sido consagrados 19 nuevos obispos. El corresponsal de
Utrera del diario ABC dirá:
–Pienso que la noticia sensacional
estará cuando con grandes titulares podamos anunciar: «En esta semana no se
consagró obispo alguno en El Palmar».
(Continuará).
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