La mano izquierda de
Teresa de Jesús ha sido tan andariega como lo fue la Santa de Ávila. El julio
de 1583, nueve meses después de su muerte en Alba de Tormes, visitó el convento
Jerónimo Gracián, en aquel entonces provincial de los carmelitas descalzos. Y las
monjas, «que estaban con escrúpulo de cómo estaba puesto aquel santo
cuerpo», le apremian para que abra el sepulcro. Cuatro días se necesitaron para
excavar la fosa y sacar la piedra y cal que taponaba el féretro. Abierto el ataúd,
«halláronle quebrado por encima y medio podrido y lleno de moho, con mucho
olor, de la mucha humedad que tenía». Es el padre Ribera, primer biógrafo de la
Santa, quien describe estos pormenores. «Los vestidos también estaban podridos
y oliendo a humedad. El santo cuerpo estaba lleno de la tierra que había
entrado por el ataúd, y también lleno de moho, pero sano y entero como si
entonces le acabaran de enterrar… Quitáronle casi todos los vestidos (porque se
había enterrado con todos sus hábitos), y laváronle, y quitaron aquella tierra,
y era grande y maravilloso el olor que se derramó por toda la casa, y duró
algunos días en ella».
Reliquia de la mano de santa Teresa de Jesús (anverso y reverso). En el anverso, a la altura de la muñeca, puede observarse la Cruz Laureada de San Fernando concedida a Franco.
Gracián confiesa que «los
vestidos, apartados del cuerpo, olían mal y los mandé quemar; cuando estaban en
el cuerpo, olían bien». Y añade acerca de su incorrupción: «Estaba tan entera,
que mi compañero fray Cristóbal de San Alberto y yo nos salimos fuera mientras
la desnudaron, y después, teniéndola cubierta con una sábana, me llamaron, y
descubriendo los pechos, me admiré de verlos tan llenos y altos».
Gracián y el fraile que le
acompañaba hicieron, antes de depositarla en un ataúd nuevo, algo normal en
aquel mundo barroco: le cortaron la mano izquierda de reliquia y el propio
Gracián se apropió de por vida del dedo meñique de la mano derecha. La mano,
custodiada en un cofre, fue llevada por Gracián a Lisboa en 1585 y depositada
en el convento de carmelitas descalzas recientemente fundado. El dedo lo
llevará siempre al cuello hasta su muerte en Bruselas.
En años posteriores, el
cuerpo de santa Teresa sufrirá de nuevas mutilaciones, algo penoso para una
mentalidad actual. El brazo izquierdo, al que ya le faltaba la mano, los otros
dedos de la mano derecha, el pie derecho, las dos clavículas y por último el
corazón. Estas reliquias están dispersas por distintos monasterios e incluso en
Roma. Pero voy a seguir el itinerario de la mano izquierda, una mano ya inútil
en los últimos años de Teresa de Jesús. Una navidad cayó por las escaleras y se
rompió el brazo. Desde entonces le quedó inutilizado, a pesar de una curandera
que por querer arreglar el brazo lo inutilizó más. Se veía torpe para vestirse,
siendo ayudada por su enfermera, Ana de San Bartolomé.
Esta mano hará un largo
peregrinaje. En 1910, a causa de una revolución habida en Portugal, las monjas
de Lisboa se refugiaron en España y la reliquia fue depositada en Ávila. Cuando
las carmelitas portuguesas pudieron reunirse en un convento fundado en Ronda en
1924, llevaron consigo la reliquia y allí vivió en paz hasta el inicio de la
guerra de 1936. Obligadas las monjas a abandonar el convento, un miliciano se
apropió de la reliquia y desapareció sin saberse su destino.
Pero unos meses más tarde,
8 de febrero de 1937, al ser tomada Málaga por las tropas nacionales, en un
cuartel de la ciudad, en un cajón de despacho, en un estuche grana, forrado de
seda, se hallaba la reliquia. Las monjas, al saberlo, fueron a Sevilla para
hablar con Queipo de Llano y pedirle la restitución de la reliquia a su
convento. Fracasado este intento, la priora escribió a Franco el 5 de octubre de
1937, a su cuartel de Salamanca. Pero Franco ya había pensado tenerla consigo y
a partir de ese momento hasta su muerte todo fueron dilaciones para desprenderse
de ella.
Terminada la guerra, la
depositó en El Pardo, su residencia oficial, en un altar-oratorio dentro de su
propio dormitorio. Cuando en verano iba al Pazo de Meirás, en Galicia, o al
palacio de Ayete, en San Sebastián, allá que se llevaba la reliquia.
En estos años, las monjas
escribieron varias veces a Franco y movieron también los hilos a través de los
obispos. Pero el general se mostraba inflexible. Lo más que hacía, tras esas
cartas, era enviar a las monjas algunos dineros de limosna para el convento.
Aunque llegó a reconocer por escrito que la tenía en depósito.
Monseñor Balbino, obispo
de Málaga, escribe a la priora:
–No hemos logrado por
ahora la Sda. Reliquia; pero sí otra cosa, que vale mucho, muchísimo. He
recibido una preciosa carta del Coronel Secretario, reconociendo plenamente la
propiedad a favor del Convento de Carmelitas de Ronda, y añadiendo el vehemente
deseo que tiene el Generalísimo de no desprenderse por ahora de esa Mano
venerada a la que tanta devoción tiene y que espera continúe guiando sus pasos
en la paz, como ha hecho en la guerra.
A la hora de la muerte de
Franco, en la habitación de la Ciudad Sanitaria de la Paz, no solo se hallaba
la reliquia de la mano de santa Teresa, también el manto de la Virgen del Pilar
que Pedro Cantero Cuadrado, arzobispo de Zaragoza, se preocupó de llevar, y
otras reliquias y fotos que le enviaban sus devotos: una Virgen de la Macarena,
una reliquia de san Diego de Alcalá, un rosario hecho de aceitunas del Huerto
de los Olivos…
El 9 de diciembre, unos
veinte días después del fallecimiento de Franco, su viuda e hija entregaron al
arzobispo de Toledo, cardenal Marcelo González, –curiosamente no al cardenal
Tarancón, arzobispo de Madrid–, la reliquia peregrina de la mano de santa
Teresa y una insignia militar de oro y brillantes –la Cruz Laureada de San
Fernando– que le fue concedida a Franco y lució con frecuencia en su solapa. La
esposa de Franco manifestó su deseo de que esta cruz laureada fuese colocada en
el relicario de plata que guarda la mano de santa Teresa. Como así se hizo. En
enero de 1976 llegó la reliquia al monasterio de Ronda, donde descansa desde
entonces en paz y veneración.
Pues me parece muy bien. El General Franco que tanto hizo por España, merecia eso y mucho mas. Aunque soy consciente de ser politicamente incorrecto, mas aun de ser " hereje politico" lo digo. Consciente tambien de que el General cometio muchos, muchisimos errores. Pero a su muerte España estaba madura para una Transicion modelica. En cambio ahora, año 2016, lo reconoce hasta el Ministro socialista Corcuera, no somos los españoles capaces de ponernos de acuerdo en casi nada. Por no hablar de la corrupcion rampante. Asi que yo que he vivido bajo el Regimen franquista, en sus ultimos quince años de relativa libertad, digo que el General se merecia eso y mucho mas.
ResponderEliminarBuenas tardes, me llamo Juan Torres y soy alumno de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza. Ahora estoy participando en una publicación sobre el culto a reliquias y como tema he elegido la mano incorrupta de Santa Teresa, por eso me preguntaba si me daría permiso para utilizar las dos imágenes del guantelete que ha publicado en esta página para una presentación power point. Decirle además que no solo me ha ayudado mucho su blog (por supuesto citado en mi trabajo) sino que también me ha gustado mucho! Saludos
ResponderEliminarHaga uso de las fotos
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