La manifestación del 15 de mayo de 1970
me hizo ver que el asunto tomaba vuelos insospechados. Lo comenté con José
María Javierre, director de El Correo de
Andalucía, y nos fuimos a ver al cardenal Bueno Monreal, arzobispo de
Sevilla. La Iglesia aún no se había pronunciado y la autoridad eclesiástica de
la diócesis no podía seguir callada, como si nada ocurriera. Era la tarde del
18 de mayo. El cardenal nos dijo que aguardásemos un rato, se puso a la máquina
de escribir y poco después, con su estilo jurídico, emitió un decreto, que fue
la primera comunicación pastoral sobre El Palmar de Troya:
Clemente y sus estigmas. Se los hacía con una
cuchilla de afeitar en la pensión de Sevilla donde vivía.
—Desde hace aproximadamente un año
venimos siguiendo con la obligada atención las informaciones y referencias que
nos llegan acerca de unos supuestos fenómenos sobrenaturales que se dicen
ocurrió en el lugar denominado El Palmar de Troya, finca de «La Alcaparrosa»,
consistentes en apariciones del Padre Eterno, de Jesucristo Nuestro Señor, de
la Santísima Virgen, de diversos santos y del fallecido P. Pío de Pietralcina a
numerosas personas, a las que dan muy variados mensajes. En repetidas ocasiones
han sido anunciados por los que a sí mismos se dicen «videntes» inminentes
hechos prodigiosos; se han enviado, no sabemos por quién —con una organización
costosa y cuidada—, invitaciones a las familias que tienen enfermos, anunciando
curaciones; se han presentado algunos casos de pretendidas estigmatizaciones de
los clavos de la pasión del Señor, etc. etc. Queremos manifestar que,
estudiados todos los elementos que han llegado a nuestro conocimiento sobre
estos fenómenos, no solamente no aparece en ellos nada que presente caracteres
probables de intervención sobrenatural, sino que, por el contrario, existen muy
serios motivos para estimar que se está produciendo una verdadera histeria
colectiva, de tipo supersticioso, muy ajena a la verdadera devoción y
religiosidad, que puede confundir a muchísimas personas y causar estragos en la
fe. En consecuencia, prohibimos la celebración de todo rito público religioso
en el mencionado lugar; pedimos a los sacerdotes, religiosos y religiosas,
tanto de la diócesis como de fuera de la misma, que no hagan acto de presencia
en ninguna de aquellas manifestaciones, mientras no fueren expresamente
autorizadas, y exhortamos, asimismo, a los fieles a que se afirmen en la fe en
la Palabra de Dios, según el magisterio auténtico de la Iglesia, y procuren
vivirla en un sincero compromiso de vida cristiana en la comunión con la Santa
Madre Iglesia, en caridad, sencillez y sacrificio, y no en exhibiciones
extrañas que no están aprobadas por la Iglesia ni conducen al honor de Dios ni
a la salud de las almas. Dado en Sevilla, a 18 de mayo de 1970. + José María,
cardenal arzobispo de Sevilla.
Pasarán los días y años, y el fenómeno
de El Palmar de Troya será apropiado en exclusividad por Clemente Domínguez y
su mentor, verdadero cerebro de la trama, Manuel Alonso Corral. Ya han
desaparecido las niñas primeras: Ana García, Rafaela Gordo, Josefa Guzmán y Ana
Aguilera, que vete a saber qué ha sido de ellas. Y lo mismo, todos aquellos a
los que también se aparecía, incluida la mesonera, que vio su negocio
acrecentarse con la llegada de peregrinos.
El «vidente» Clemente Domínguez, con sus
éxtasis esperpénticos y estigmas –que se los hacía con una cuchilla de afeitar
en la pensión donde vivía–, pronto eclipsó a los demás videntes y se apropió en
exclusiva de un negocio que él –y más que él, su amigo Alonso Corral– intuyeron
que les daría rédito suficiente de por vida.
Los dos estaban empleados con los
Hermanos de San Juan de Dios en Sevilla. Clemente, de contable en la revista Nuestra Ciudad, y Alonso Corral, de
gerente de la Compañía de Seguros San
Rafael.
Ambos de tendencias homosexuales,
Clemente tenía además afición por la electricidad. De ahí el apelativo que le
pusieron en los ambientes nocturnos de Sevilla: «La Voltio». De jovencito se escapó de casa y quiso hacerse fraile
y en 1967, a sus veinte años, fue declarado inútil para el servicio militar por
epiléptico.
Pronto se hicieron con el control de las
revelaciones de El Palmar de Troya: Clemente como vidente y Corral como su
asesor, el verdadero cerebro. Cuando el padre Serafín Madrid, de San Juan de
Dios, supo de los apaños de ambos en El Palmar, los echó de la Obra.
Clemente confesará después qué le dijo
fray Serafín Madrid al despedirlo:
–Ya que ve a la Virgen, que la Virgen le
dé de comer; ¡márchese!
Clemente tuvo su primera estigmatización
el 13 de abril de 1970, poco antes de la concentración del 15 de mayo en La
Alcaparrosa, lugar de las apariciones. Se lo hizo en la pensión y contó que se
le apareció el padre Pío de Pietrelcina, que llevaba una cruz en la mano
izquierda y un punzón en la derecha.
–Sufre esto por el Santo Padre, lo
tendrás por breve tiempo –le dijo el capuchino.
Posteriormente, tendrá otras
estigmatizaciones, de las que existen fotografías. Algunas, incluso en la frente
y en el costado.
Y así se hizo el rey del mambo; perdón,
se hizo en exclusiva con El Palmar de Troya. Como diría aquel, en El Palmar
se montó «la de Troya». Y se oirá esa canción de Carlos Cano:
–Clemente, no te quedes con la gente…
(Continuará).
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