viernes, 13 de marzo de 2015

Cristo de la Buena Muerte o de los Estudiantes

El corazón llora al verte
sobre la Cruz ya sin vida,
y quisiera retenerte
el caudal de tus heridas,
Cristo de la Buena Muerte.

Versos de Rodríguez Buzón para cantar la majestad de uno de los Cristos más imponentes de la Semana Santa de Sevilla. Se hallaba en la iglesia de la Anunciación, de la antigua Universidad, atribuida la imagen a Martínez Montañés, cuando en el primer tercio del siglo XX se formó una cofradía de estudiantes que le dio culto procesional. El Cristo de la Buena Muerte salió por primera vez en la tarde del Martes Santo, 30 de marzo de 1926.


Poco tiempo después, en 1928, apareció en el Archivo de Protocolos el contrato de encargo de este Cristo y se descubrió su autoría. No salió de la gubia de Martínez Montañés, como se decía, sino de su discípulo Juan de Mesa, que lo talló por encargo del prepósito de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, padre Pedro de Urteaga. La escritura notarial tiene fecha de 13 de marzo de 1620 –hace de ello 395 años– y en ella Juan de Mesa concierta con el padre Urteaga dos imágenes, una de un Cristo Crucificado y otra de una Magdalena abrazada al pie de la Cruz, de madera de cedro ambas y de la estatura ordinaria humana al precio de ciento cincuenta ducados.
Este Cristo perteneció a una hermandad creada en el año 1600 y radicada en la Casa Profesa de los jesuitas. Compuesta por sacerdotes seculares, surgió de un grupo de clérigos dirigidos del jesuita Fernando Núñez. Este les propuso fundar una congregación de este «venerable gremio» bajo la protección de la Virgen María. Agradó la idea y en número de diecisiete pasaron al cercano hospital de Nuestra Señora de la Paz, para darle nombre y principio. Después de visitar a los enfermos incurables, recogidos en aquel hospital, se postraron ante el altar de la Virgen y le impetraron les iluminase para elegir la advocación con la que la habían de honrar.
–Echaron en una urna cédulas, en cada una, una de las fiestas de la misma Virgen; y dijeron sacase la que quisiese a un niño inválido, que allí estaba, y sacó este la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora. No es decible el júbilo que concibieron en tal feliz suerte aquellos devotísimos sacerdotes, porque era la festividad y misterio que deseaban les saliese.
Esto cuenta el jesuita Antonio de Solís, que escribió la historia de la Casa Profesa en 1755. Redactaron las reglas de la nueva hermandad, «que aprobó y confirmó N. Padre General Claudio y agregó esta Congregación a la Prima Primaria de Roma por septiembre de este mismo año» (1600). Tenía su altar en el crucero, al lado de la epístola. «Hízose un altar en el respaldo de San Ignacio, que mira a la plaza de la Encarnación, y se puso en él con mucho adorno el bellísimo lienzo de la Purísima, que es de la Congregación de los Sacerdotes, obra de Jesephano Arpin, célebre pintor del Pontífice de Roma». «El fin principal de la corporación era tributar espléndidos cultos a la Santísima Virgen en sus principales fiestas, especialmente el 8 de Diciembre, y celebrar ejercicios religiosos en Carnestolendas y en otros días del año; visitaban los presos de las cárceles y a los enfermos pobres, procurándoles alimentos y confesándolos». Entre sus cofrades se encontraron el cardenal Niño de Guevara, arzobispo de Sevilla, el chispeante obispo auxiliar don Juan de la Sal, y el arcediano de Carmona don Mateo Vázquez de Leca.
Una hermandad que murió no sé cuándo. El Cristo quedó en la iglesia de los jesuitas cuando estos fueron expulsados de España en tiempos de Carlos III. Convertida poco después la Casa Profesa en Universidad Literaria, la iglesia de la Anunciación sirvió a los cultos de los estudiantes. Y en ella seguía el Cristo, en sitio de tránsito, casi olvidado, aunque reconocida la valía de su talla, cuando en 1914 el catedrático P. Anselmo García Ruiz costeó un altar para salvar esta preciosa imagen del lugar irreverente en que se encontraba. Años después, en 1924, se formó la cofradía de nazarenos del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Angustia, que le da culto hasta hoy.
Al pasar la Universidad a la Fábrica de Tabacos en los años cincuenta, el Cristo de la Buena Muerte y su Hermandad se hallaban un poco lejos y como desconectados del ambiente estudiantil que nutre sus filas cofrades. Por eso, en el año 1966, pasó la imagen a la Capilla de la Universidad, donde se venera, aunque la Hermandad perdió la grandiosidad del templo de la Anunciación. 

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