Comienza
hoy, 29 de octubre, por primera vez el Año Jubilar del Santo Cáliz, que se
venera en la catedral de Valencia. Podría decirse también Año Jubilar del Santo
Grial.
El
papa Francisco ratificó en octubre del año pasado la concesión de esta Año
Jubilar, a celebrar cada cinco años, en detrimento del Santo Cáliz o Santo Grial
que se conserva en la Colegiata de San Isidoro de León. Al parecer, a los
leoneses no les ha hecho especial gracia esta preferencia por el Santo Cáliz de
Valencia ante el Santo Cáliz de doña Urraca, que dicen tener tantos avales
históricos de autenticidad como el de Valencia.
Lo
cierto es que en la Última Cena el Señor solo usó una copa. ¿Es la de Valencia?
¿Es la de León? ¿No es ninguna de las dos?
Al
menos son dignas de veneración por su antigüedad.
La
historia del Santo Cáliz de Valencia es la siguiente. Cuenta la tradición que
este Santo Cáliz estaba en Roma en los primeros siglos del cristianismo y fue
san Lorenzo, originario de Huesca, quien lo envió a su tierra, antes de que
fuera martirizado, para salvar tan preciada reliquia de la rapiña de los
perseguidores. Ocurrió esto a mediados del siglo III, tras el martirio del papa
Sixto II, de quien san Lorenzo era su diácono. Se dice que, al repartir los
tesoros de la Iglesia de Roma entre los pobres, envió a Huesca el cáliz. De
Huesca pasó al monasterio de San Juan de la Peña tras la invasión de los
árabes. En 1399 los monjes lo donaron al rey Martín el Humano, deseoso de
venerarlo en su capilla del palacio real de Zaragoza, cosa que logró de los
monjes por influencia de san Vicente Ferrer, y en tiempo de Alfonso V el
Magnánimo, año 1424, pasó de la Aljafería de Zaragoza al palacio real de
Valencia. En 1437 fue entregado en depósito a la catedral el Santo Cáliz de la
Cena por Juan II de Navarra, gobernador de la Corona de Aragón, en nombre de su
hermano el rey Alfonso V, ausente en Nápoles. Y en la catedral valenciana está
desde entonces, salvo un par de ocasiones. Unos meses durante la guerra de la
Independencia, que se llevó, para salvarlo de la codicia de los franceses, a
Alicante, Ibiza y Mallorca, custodiado por un canónigo. Y tres años escondido
en casa particular de Valencia y de Carlet, durante la guerra civil de 1936,
salvado por el canónigo Elías Olmos Canalda, horas antes de que las turbas
penetraran en la catedral el 21 de julio del 36 y la incendiaran.
El
Santo Cáliz es una copa de forma semiesférica de 9 centímetros de diámetro, con
pie y dos asas. Mide 17 centímetros de alto y está embellecida con rubíes,
esmeraldas y perlas, adornos sobrepuestos en los siglos XIII a XIV. Durante
mucho tiempo se guardó en el Aula Capitular nueva de la Catedral de Valencia.
Modernamente, ha pasado para su veneración al Aula Capitular antigua, de
arquitectura gótica del siglo XIV, que ha recibido el nombre de Capilla del
Santo Cáliz. Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI, al visitar Valencia, han
usado en sus misas este cáliz.
El
Grial leonés o Copa de doña Urraca remonta su historia a la segunda mitad del
siglo XI. Es una pieza de orfebrería románica donada por la infanta leonesa
doña Urraca (1033-1101), señora de Zamora e hija de Fernando I de León. De doña Urraca cuentan los juglares que
mantuvo relaciones más que fraternas con su hermano Alfonso. Incluso un
historiador árabe afirma que Alfonso VI dio al incesto apariencia de legítimo
matrimonio. También se cuenta que doña Urraca, señora de Zamora, asediada por
el rey castellano, fue la causa de la muerte alevosa de su hermano Sancho II
por Vellido Adolfo el 7 de octubre de 1072. ¿Se hallaba en complot con Alfonso?
Todo un eco legendario atruena de este hecho y desemboca en Santa Gadea cuando
el Cid hace jurar a Alfonso VI que no ha participado en el asesinato de su
hermano Sancho. Doña Urraca, reinando en solitario Alfonso VI, muerto Sancho II
y encerrado García, se retiró del mundanal ruido y se recluyó de monja en León.
Y enterrada está en este monasterio de San Isidoro que ella favoreció en vida y
donde se halla el Santo Grial que lleva su nombre.
Pero
el Año Jubilar está en Valencia. Y mira por dónde, el Ayuntamiento de la ciudad
–aún fresca la polémica generada por la decisión del alcalde de no permitir la
entrada de la Senyera a la Catedral
durante la celebración del 9 de octubre– ve en esta Año Jubilar un buen tirón
turístico y se ha avenido a parlamentar con los canónigos. Y atrás queda ese
argumento de su alcalde Joan Ribó al afirmar recientemente que «hay que separar
las cosas de la Iglesia de las cosas del Estado, y el Ayuntamiento es Estado».
Tanto el Consell como el Ayuntamiento trabajan a última hora junto al
Arzobispado y las universidades en medidas de promoción de la Ruta del Santo
Grial, que culmina en Valencia. [Escrito esto, leo esta noticia de última hora:
«El alcalde de Valencia obliga a retirar los símbolos cristianos del cementerio
municipal» y ya no sé qué decir de tan estúpido personaje].
No
me puedo extender en los que aún buscan el Santo Grial por esos lugares de
Europa. Un obsesionado de ello fue el perverso Heinrich Himmler, jefe de la
Gestapo hitleriana. Intención tuvo, cuando en 1943 las tropas alemanas ocuparon
Roma, de entrar en el Vaticano y apoderarse de los antiguos escritos rúnicos,
que creía que allí se hallaban, y los consideraba como «custodios innovadores
del antiguo credo germánico» y «testimonio de la cristianización violenta de
los pueblos germánicos». El 23 de octubre de 1940, en visita a España, estuvo
en Montserrat, acompañado por un séquito de rubios alemanes de las SS y algunas
autoridades de la ciudad y recibido por los monjes montserratinos. Pensaba
también que allí podría hallarse el Santo Grial que buscaba y viejos legajos de
los escritos rúnicos, que despejarían los orígenes de la raza aria.
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