Hoy,
5 de noviembre, es la festividad de Santa Ángela de la Cruz, y como todos los
años, no puede faltar aquí una evocación de mujer tan sevillana y tan santa.
En
Sevilla hay gracia hasta para eso: a la fosa común la llaman tertulia, allí
todos bien juntitos en charla permanente los pobres del Señor que no pueden
costearse una sepultura.
Sor
Ángela de la Cruz, lo presiente, en 1931 va ya camino de la muerte. Como ella
también dice: camino de la tertulia. Desearía que se cumpliera el testamento
que escribió –¿cuántos años atrás?– en junio de 1875, poco antes de fundar la
Compañía de la Cruz, a sus 29 años. Dos meses después, 2 de agosto, comienza a caminar
la Compañía de la Cruz que ella ha ideado hasta en sus más mínimos detalles. En
sus Papeles de Conciencia, Angelita Guerrero, la zapaterita del taller
de la señora Maldonado, dejó escrito en un papel este testamento sin glosa:
Yo voy a hacer mi testamento, y usted, Padre (Torres) lo
nombro por mi único albacea porque sé cumplirá usted mi última voluntad. Yo lo
voy a hacer como si para mi muerte ya estuviese la Compañía formada, como así
lo espero de la bondad de mi Dios; pero esté donde esté poco hay que variar.
Primero:
Es mí voluntad que en mi última enfermedad no me asista ningún médico sino que
mis hermanas me den lo que crean más a propósito; y nada más.
Segundo:
Que no me muevan de la tarimita, porque esto no me perjudica.
Tercero:
Que me dejen como esté vestida, pero el pañuelo me lo pondrán como una
toquita.
Cuarto:
Que así que expire llamen a los sepultureros, y poniéndome en la caja más vieja
y mala que encuentren me lleven a la tertulia y que nadie me acompañe.
Quinto:
No me quitará nadie el Crucifijo ni la Hermana Mayor; es mi última
voluntad, lo digo por si hay alguna antojadiza.
Sexto:
Cuando se enteren que la Hermana Ángela ha estado mala, que ya esté
enterrada.
Séptimo:
Si el Padre solo acompaña mi cadáver (porque otra vez que yo se lo dije, que
si moría en mi casa hiciera esto conmigo, porque hace muchos años que Dios me
lo inspiró y yo lo deseo, me dijo que sólo el Padre me acompañaría), que no
ponga ninguna señal, para que nadie lo sepa dónde estoy enterrada.
Pero le suplico rueguen a Dios mucho por la miserable criatura
que tanto le ha ofendido. Ángela
Guerrero.
Es mi última voluntad. No obstante lo dicho, para ser
obediente hasta después de mi muerte, entrego mi cuerpo a la obediencia.
Cincuenta
y seis años después de este escrito, Sor Ángela se precipita hacia la muerte.
Pero no irá a la tertulia ni se cumplirá la mayor parte de las cláusulas de su
testamento, salvo ese punto final que doblega su voluntad a la santa
obediencia.
La
muerte de Sor Ángela de la Cruz tendrá un tratamiento bien distinto, que no en
vano esta mujer, tan menuda y silenciosa, ha prendido de lleno en el corazón
de los sevillanos. Y así como ella quiso seguir los andares de Teresa de Jesús,
conocida como la Santa de Ávila, Sor Ángela es y será la Santa de Sevilla.
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