jueves, 5 de noviembre de 2015

Ángela de la Cruz, la Santa de Sevilla: Su Testamento

Hoy, 5 de noviembre, es la festividad de Santa Ángela de la Cruz, y como todos los años, no puede faltar aquí una evocación de mujer tan sevillana y tan santa.
En Sevilla hay gracia hasta para eso: a la fosa común la llaman ter­tulia, allí todos bien juntitos en charla permanente los pobres del Señor que no pueden costearse una sepultura.
Sor Ángela de la Cruz, lo presiente, en 1931 va ya camino de la muerte. Como ella también dice: camino de la tertulia. Desearía que se cumpliera el tes­tamento que escribió –¿cuántos años atrás?– en junio de 1875, poco antes de fundar la Compañía de la Cruz, a sus 29 años. Dos meses después, 2 de agosto, comienza a caminar la Compañía de la Cruz que ella ha ideado hasta en sus más mínimos detalles. En sus Papeles de Concien­cia, Angelita Guerrero, la zapaterita del taller de la señora Maldonado, dejó escrito en un papel este testamento sin glosa:



Yo voy a hacer mi testamento, y usted, Padre (Torres) lo nombro por mi único albacea porque sé cumplirá usted mi última voluntad. Yo lo voy a hacer como si para mi muerte ya estuviese la Compañía formada, como así lo espero de la bondad de mi Dios; pero esté donde esté poco hay que va­riar.
Primero: Es mí voluntad que en mi última enfermedad no me asista ningún médico sino que mis hermanas me den lo que crean más a propósito; y nada más.
Segundo: Que no me muevan de la tarimita, porque esto no me perjudica.
Tercero: Que me dejen como esté vestida, pero el pañuelo me lo pondrán como una toquita.
Cuarto: Que así que expire llamen a los sepultureros, y poniéndome en la caja más vieja y mala que encuentren me lleven a la tertulia y que nadie me acompañe.
Quinto: No me quitará nadie el Crucifijo ni la Hermana Mayor; es mi última voluntad, lo digo por si hay alguna antojadiza.
Sexto: Cuando se enteren que la Hermana Ángela ha esta­do mala, que ya esté enterrada.
Séptimo: Si el Padre solo acompaña mi cadáver (porque otra vez que yo se lo dije, que si moría en mi casa hiciera esto conmigo, porque hace muchos años que Dios me lo ins­piró y yo lo deseo, me dijo que sólo el Padre me acompaña­ría), que no ponga ninguna señal, para que nadie lo sepa dónde estoy enterrada.
Pero le suplico rueguen a Dios mucho por la miserable criatura que tanto le ha ofendido. Ángela Guerrero.
Es mi última voluntad. No obstante lo dicho, para ser obediente hasta después de mi muerte, entrego mi cuerpo a la obediencia.

Cincuenta y seis años después de este escrito, Sor Ángela se precipita hacia la muerte. Pero no irá a la tertulia ni se cumplirá la mayor parte de las cláusulas de su testamento, salvo ese punto final que doblega su voluntad a la santa obediencia.
La muerte de Sor Ángela de la Cruz tendrá un tratamiento bien dis­tinto, que no en vano esta mujer, tan menuda y silenciosa, ha prendi­do de lleno en el corazón de los sevillanos. Y así como ella quiso seguir los andares de Teresa de Jesús, conocida como la Santa de Ávila, Sor Ángela es y será la Santa de Sevilla.

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