Ya
es santa, desde el domingo, 18 de octubre de 2015.
María
de la Purísima –en el mundo María Isabel Salvat– nació en Madrid de familia
bien, pero vivió prácticamente toda su vida en Sevilla, donde murió en 1998. Es
pues una santa sevillana.
Curiosamente
nació en Madrid en el mismo edificio donde murió el poeta Gustavo Adolfo
Bécquer. Una placa puesta por el Ayuntamiento madrileño así lo dice en el
número 25 de la calle Claudio Coello, en el barrio de Salamanca. Bien podría el
Ayuntamiento madrileño poner ahora una placa adyacente en que se diga también:
«Aquí nació santa María de la Purísima, Hermana de la Cruz…». Pero, al parecer,
los vecinos no están por la labor. Ni creo que la actual alcaldesa de Madrid,
la señora Carmena sienta especial interés en ello.
El
poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer dejará escrito en sus Rimas ese verso que dice:
–Por
una sonrisa, un cielo.
Pues
la niña, que nació en esa casa madrileña donde el poeta murió, ha rectificado
el verso para convertirlo en vida propia y ser especialmente para los pobres de
este mundo a los que ella sirvió con heroica virtud:
–Una
sonrisa de cielo.
La
sonrisa y el cielo.
–Lo
hacía todo –cuentan las Hermanas– con la mirada puesta en el cielo y con el
pensamiento en la vida eterna.
En
María de la Purísima la presencia de Dios era tan natural como el respirar.
Y
su sonrisa.
–Una
sonrisa de cielo.
Sonrisa
que desbordaba alegría humana y espiritual. Todas las Hermanas que han
convivido con ella lo dicen. Una sonrisa que producía en su entorno la paz de
Dios.
Escribiendo
a una de las Hermanas, alumna suya y después religiosa, la exhortaba
diciéndole:
–No
fomente ¡por Dios! espíritu de tristeza; al contrario, dese alegremente a todos
y procure hacer felices a todos sin pensar en sí misma... Siempre alegre, pues
no tenemos motivo para otra cosa, ya que es tanto lo que hemos recibido del
Señor que esto bastaría para sentirnos felices.
Pero
no es solo su sonrisa.
Es
santa de las cosas pequeñas. Sin recurrir a actos heroicos, se puede ser
extraordinaria en lo ordinario.
La
pequeñez.
La
pobreza, propia del Instituto.
El
amor a los pobres. «Ellos son nuestros amos», decía santa Ángela de la Cruz,
fundadora de las Hermanas de la Cruz.
Y
la humildad.
Los
nueve Teólogos Consultores, que han examinado sus virtudes en Roma y han
formulado un dictamen positivo, han visto en María de la Purísima que fue
heroicamente humilde, fuerte, obediente, servicial, serena y moralmente
transparente como un cristal.
Lo
que ha confesado una novicia:
–He
vivido con una santa que se puede imitar.
El
9 de junio de 1945, recibió el hábito y comenzó su noviciado que durará dos
años. A María Isabel le pusieron de nombre María de la Purísima de la Cruz.
Quisiera
especular un poco sobre su nombre de religión.
¿Por
qué Purísima y no Inmaculada?
Dicen lo mismo,
significan lo mismo, pero el vocablo «Purísima» tiene una connotación muy sevillana.
Cuando a principios del siglo XVII Sevilla vivió con pasión el misterio
inmaculado, hasta el punto de ganarse con honra el bello título de ciudad de la
Inmaculada, comenzó también a propagarse la bonita costumbre de saludarse con
el «Ave María Purísima», para contestar «Sin pecado concebida». Y surgen
igualmente denominaciones cofrades con el título de la «Pura y Limpia» o de la
«Purísima».
A María Isabel
–¿lo eligió ella? ¿se lo sugirió la maestra de novicias?– le tocó en suerte el nombre de una denominación
muy sevillana. Ella quería, puesto que hizo una novena a la Inmaculada para
ablandar el corazón de su padre, llamarse como la Santísima Virgen en su
misterio inmaculado.
Y así será desde
este momento. Con el añadido «de la Cruz», que todas las Hermanas agregan a su
nombre de religión.
María Isabel será
desde entonces Sor María de la Purísima de la Cruz. Y ahora, tras su
canonización, santa María de la Purísima.
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