viernes, 15 de enero de 2016

Dulce Nombre de Jesús, contra «la depravada costumbre de blasfemar»

En la vorágine que zozobra estos días a este desgraciado país, llamado España por ahora, ha pasado casi desapercibida una noticia dada por el diario El Mundo el pasado 3 de enero. Me refiero al sobresaliente en arte –nueve sobre diez–que una profesora de un Instituto de Mallorca dio a un alumno por la creación de un videoclip, que llegó incluso a estar en la red Youtube durante unos días, donde dice las cosas más soeces que se pueden decir de Jesucristo, la Virgen, la Iglesia… venidas de un jovencito de Bachillerato.
El periódico recoge todas estas blasfemias, pero yo no soy capaz de reproducir semejantes groserías y ultrajes a lo más sagrado para los creyentes.
Transcribiré solamente el comienzo de su canto:
–Soy maricón y me encanta la Iglesia pero no me dejan entrar porque monto gresca. Siempre llevo top y minifalda y se ve que eso a las monjas les molesta…
Todo lo demás es irreproducible para un oído medianamente sensible, y sano.
Protestó el profesor de Religión, pero el centro educativo defendió el trabajo del alumno asegurando que era «simplemente impecable». Un sobresaliente que «incita al odio religioso» y «premia la blasfemia».
La plataforma HazteOír.org ha recabado miles de firmas apoyando la carta dirigida al conceller: No al fomento del odio religioso en las aulas.
El chaval, que estudia Bachillerato Artístico, es un menor de edad… ¿y la profesora que le dio el sobresaliente?
Un signo más del país en que vivimos, desgraciadamente, hoy más degradable que ayer, pero menos que mañana.
La blasfemia es un pecado grave contra el amor de Dios. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
–La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra Dios —interior o exteriormente— palabras de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, en abusar del nombre de Dios. Santiago reprueba a «los que blasfeman el hermoso Nombre (de Jesús) que ha sido invocado sobre ellos» (St 2, 7). La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas…
Curiosamente, tal día como hoy, 15 de enero de 1572, a los pocos meses de su entrada en la diócesis de Sevilla, el arzobispo don Cristóbal de Rojas y Sandoval convocó un sínodo para cumplir las disposiciones del concilio de Trento. Me interesa resaltar de este sínodo la fundación de una cofradía con el título de Dulce Nombre de Jesús para desagraviar a Dios de las blasfemias y juramentos, que recogía así el sentir de Pío IV (Breve de 13 abril 1564) y san Pío V (Motu proprio de 21 junio 1571).
Establecida esta hermandad en la parroquia de San Vicente, vio confirmadas sus reglas en 1574 en las que se obligaba a hacer estación de penitencia todos los años con acompañamiento de hermanos de luz y de sangre la tarde del jueves santo. Pasó enseguida a unas casas del barrio de Colón o de los Humeros y de ahí al hospital de Santa Cruz de Jerusalén. Con la reducción de hospitales, tenida en tiempos del cardenal don Rodrigo de Castro, se vieron en la calle, pero, como las disposiciones pontificias determinaban que las cofradías del Dulce Nombre debían residir en las iglesias de los dominicos, lograron que dicha Hermandad se ubicase en el convento de San Pablo (1587), actual parroquia de la Magdalena, donde continúa fusionada desde el siglo XIX con la Hermandad de la Quinta Angustia.
La primera Hermandad que respondía a esta advocación del Dulce Nombre de Jesús fue creada en el convento de San Pablo de la ciudad de Burgos hacia 1550 por el dominico fray Diego de la Victoria «para remedio de la depravada costumbre de blasfemar». Extendida por la península esta devoción dominicana y agraciada con bulas pontificias, fue recogida en el sínodo de Sevilla con la cofradía de este nombre que se fundó en la parroquia de San Vicente.
Dando por supuesto que fray Diego de la Victoria sea, como dicen los textos, el progenitor de las cofradías de este nombre, quiero recordar que la devoción al Dulcísimo Nombre de Jesús ya debía caminar por los amplios caminos de Castilla y Andalucía, puesto que anterior a la fecha en que fray Diego de la Victoria funda en Burgos, en Sevilla aparece el monasterio del Dulcísimo Nombre de Jesús en 1540 para recogimiento de mujeres arrepentidas, convertido en el año 1551 como verdadero monasterio de la orden agustina en el sitio que llaman los Baños de la Reina Mora. Suprimido en 1837, su iglesia es regentada actualmente por la Hermandad de la Vera-Cruz.
Dulce Nombre de Jesús –bonita jaculatoria– contra «la depravada costumbre de blasfemar».

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