viernes, 29 de noviembre de 2019

Giulio Alberoni pretendió la diócesis de Sevilla


Este curioso personaje, cardenal y primer ministro de Felipe V, fue propuesto por el rey para la sede hispalense, que no llegó a ocupar, menos mal. En noviembre de 1717, tras una ancianidad plácida próxima a los 80 años, ha muerto el cardenal Arias, arzobispo de Sevilla. Para sucederle, Felipe V propone al abate Alberoni, recién nombrado cardenal y consejero de la reina Isabel de Farnesio, ahora en la cresta del poder.
Surgido de una humilde familia de hortelanos, este curioso personaje realiza una bri­llante carrera eclesiástica y política. Nació en Fiorenzuela d’Arda (Piacenza, Italia) en 1664. Siendo monaguillo en Piacenza, el obispo lo educó a sus expensas y ordenó de sa­cerdote, perfeccionando posteriormente en Roma su formación. Conoció después, en ciertas negociaciones diplomáticas, al duque de Vendôme, generalísimo francés, a quien el abate Al­beroni se ganó por ese arte en prepararle platos suculentos italianos tan del gusto del general, quien le tomó a su ser­vicio y con él anduvo varios años por Italia, Flandes y Es­paña.


 Alberoni, de cuerpo pequeño y de gran obesidad, desti­laba gracia y simpatía a su alrededor haciéndose ganar la amistad de los grandes. A la muerte del duque, fue a París y cayó en gracia también a Luis XIV, quien le envió a Madrid con recomendaciones para su nieto Felipe V. Iniciado en la corte española, su talento y su intriga le llevaron un día a concertar la boda del propio rey con Isabel de Farnesio. Ya de consejero de la reina italiana, su poder no tiene lími­tes. Nombrado cardenal en 1717, maneja la política interna­cional de España, desviándola hacia los asuntos de Italia. En 1717 envía flota para la conquista de Cerdeña y al año siguiente para la toma de Sicilia. La cuádruple Alianza for­mada por Inglaterra, Francia, Austria y Holanda se opone a su expansionismo. Pero la presión de las potencias europeas hace caer en desgracia a Alberoni, obligado a salir de Madrid en el término de ocho días y de España en tres semanas. Pasó la frontera en diciembre de 1719.
Obispo propio de la diócesis de Málaga (6 diciembre 1717), aunque nunca llegó a tomar posesión, pretendió tam­bién la archidiócesis de Sevilla. Al cabildo le llegó la no­ticia el 29 de noviembre de 1717, por carta del mismo Alberoni. Pero las desavenencias surgidas con la Santa Sede por la política española en Ita­lia, impidió la confirmación de Alberoni como arzobispo de Sevilla. La sede, vacante durante tres años, fue ocupada, tras la expulsión de Alberoni del territorio español, por el obispo de Osma Felipe Gil de Taboada en 1720. Alberoni murió en Piacenza en 1752.

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