El
papa Francisco ha vuelto a repetir una frase que parece ser habitual en él y
que ya comenté en uno de mis sermones anteriores: “No tener miedo a la
ternura”. Lo ha repetido en una entrevista que ha concedido a Andrea Tornielli,
vaticanólogo y periodista de La Stampa,
aparecida hace unos días, donde responde con su espontaneidad habitual a las
preguntas del reportero: La Navidad, el hambre en el mundo, el sufrimiento de
los niños, la reforma de la Curia, mujeres cardenales, el IOR y el próximo
viaje a Tierra Santa.
La
Navidad, dice el Papa, “nos habla de ternura y de esperanza”. Por eso, añade, “cuando
los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se convierten en una
Iglesia fría”. Matiza que él “tiene miedo cuando los cristianos pierden la
esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar”. Afirma que en su vida de
sacerdote siempre ha buscado “transmitir esta ternura, especialmente a los
niños y a los ancianos”. Y nos impulsa a estas dos cosas cuando nos dice:
–Tened
esperanza. No tengáis miedo de la ternura.
El
papa Francisco pasará su primera Navidad en el Vaticano y nos deja el mensaje
de que la Navidad es esperanza y ternura.
La
ternura es una palabra hermosa. Gabriela Mistral (1889-1957), poetisa chilena,
premio Nobel de Literatura, tiene un bello libro de poesías escrito en 1924 y
titulado: “Ternura”. Y mi buen amigo Jaime Rodríguez Sacristán, psiquiatra,
catedrático de la Universidad de Sevilla, ha escrito un libro que merece ser
leído. “Elogio de la ternura”. Y este subtítulo: “Sobre la necesidad de la
ternura en un mundo de desamor”.
Para
Rodríguez Sacristán la ternura es “una necesidad profunda sentida por todas las
personas en todas las edades y una de las experiencias vitales más llenas de
emoción y esperanza”. Lo contrario de la ternura es el desamor. Conocer el
camino que lleva de la ternura al desamor es uno de los objetivos de su libro:
“identificar lo que ocurre, las causas, las reacciones en cada historia
personal de desencuentro”.
¿Y
cómo definir la ternura?
–Ninguna
palabra puede expresar por sí sola –dice Rodríguez Sacristán– qué es la
ternura. Para poder entenderla tendremos que recurrir a las palabras de la
ternura, un conjunto de vocablos que reunidos forman el universo de la ternura,
una constelación con muchas estrellas vivas y activas que viene de muy lejos o
de más cerca, que unidas entre sí por lazos invisibles forman un todo, un
conjunto que va a tener un valor decisivo en el devenir de la persona.
Y
señala una serie de vocablos que conforman la constelación de la ternura.
–Las
palabras más cercanas a la ternura son: cariño, caricia, simpatía, acercamiento,
sonrisa, dulzura, acogimiento, calor, generosidad, protección, seguridad,
confianza, consuelo, inocencia, agrado, suavidad, limpieza y el cuido atento a
otras personas.
Rodríguez
Sacristán se pregunta después por qué la ternura es tan frágil y vulnerable en
el tejido de querer y ser querido.
–Si
nos atenemos a la experiencia diaria, la respuesta es contundente: el desamor
es la regla y lo esperable; no en todos los seres humanos pero sí en una
preocupante proporción. Cuesta creer este hecho, pero los datos, la tradición,
la sabiduría popular y la experiencia lo confirman. Cuesta creer que los seres
humanos sean tan mudables en los sentimientos y que se lleven tan pronto a la
incomunicación, a la agresividad, a los conflictos innecesarios, a las
discusiones absurdas, a la torpeza de egoísmos tan simples, al descontrol de
las palabras y de los hechos, y a la facilidad para convertir en naufragio lo
que empezó siendo bello y tierno paseo al atardecer o un encuentro
esperanzador.
Sacristán
termina su libro con un interrogante: ¿Cuál es el futuro de la ternura y el
desamor? En verdad, no parece muy optimista que en los próximos años la ternura
prevalezca sobre el desamor. Y termina con una frase de san Juan de la Cruz,
que pronunció meses antes de morir. Trata de consolar a sus monjas de Segovia,
molestas con los prelados. El Santo responde en una carta a María de la
Encarnación:
—Piense
que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor, ponga amor y sacará amor.
Pues
que así sea.
Con
estos deseos de quien no siempre cumple lo que escribe recibid mi FELICITACIÓN
NAVIDEÑA. El corazón se esponja en estos días. Lo difícil es que la TERNURA de
la Navidad se prolongue por los días continuos y anodinos de todo un año.
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