viernes, 10 de enero de 2014

No tener miedo a la ternura

El papa Francisco ha vuelto a repetir una frase que parece ser habitual en él y que ya comenté en uno de mis sermones anteriores: “No tener miedo a la ternura”. Lo ha repetido en una entrevista que ha concedido a Andrea Tornielli, vaticanólogo y periodista de La Stampa, aparecida hace unos días, donde responde con su espontaneidad habitual a las preguntas del reportero: La Navidad, el hambre en el mundo, el sufrimiento de los niños, la reforma de la Curia, mujeres cardenales, el IOR y el próximo viaje a Tierra Santa.
La Navidad, dice el Papa, “nos habla de ternura y de esperanza”. Por eso, añade, “cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se convierten en una Iglesia fría”. Matiza que él “tiene miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar”. Afirma que en su vida de sacerdote siempre ha buscado “transmitir esta ternura, especialmente a los niños y a los ancianos”. Y nos impulsa a estas dos cosas cuando nos dice:
–Tened esperanza. No tengáis miedo de la ternura.
El papa Francisco pasará su primera Navidad en el Vaticano y nos deja el mensaje de que la Navidad es esperanza y ternura.
La ternura es una palabra hermosa. Gabriela Mistral (1889-1957), poetisa chilena, premio Nobel de Literatura, tiene un bello libro de poesías escrito en 1924 y titulado: “Ternura”. Y mi buen amigo Jaime Rodríguez Sacristán, psiquiatra, catedrático de la Universidad de Sevilla, ha escrito un libro que merece ser leído. “Elogio de la ternura”. Y este subtítulo: “Sobre la necesidad de la ternura en un mundo de desamor”.
Para Rodríguez Sacristán la ternura es “una necesidad profunda sentida por todas las personas en todas las edades y una de las experiencias vitales más llenas de emoción y esperanza”. Lo contrario de la ternura es el desamor. Conocer el camino que lleva de la ternura al desamor es uno de los objetivos de su libro: “identificar lo que ocurre, las causas, las reacciones en cada historia personal de desencuentro”.
¿Y cómo definir la ternura?
–Ninguna palabra puede expresar por sí sola –dice Rodríguez Sacristán– qué es la ternura. Para poder entenderla tendremos que recurrir a las palabras de la ternura, un conjunto de vocablos que reunidos forman el universo de la ternura, una constelación con muchas estrellas vivas y activas que viene de muy lejos o de más cerca, que unidas entre sí por lazos invisibles forman un todo, un conjunto que va a tener un valor decisivo en el devenir de la persona.
Y señala una serie de vocablos que conforman la constelación de la ternura.
–Las palabras más cercanas a la ternura son: cariño, caricia, simpatía, acercamiento, sonrisa, dulzura, acogimiento, calor, generosidad, protección, seguridad, confianza, consuelo, inocencia, agrado, suavidad, limpieza y el cuido atento a otras personas.
Rodríguez Sacristán se pregunta después por qué la ternura es tan frágil y vulnerable en el tejido de querer y ser querido.
–Si nos atenemos a la experiencia diaria, la respuesta es contundente: el desamor es la regla y lo esperable; no en todos los seres humanos pero sí en una preocupante proporción. Cuesta creer este hecho, pero los datos, la tradición, la sabiduría popular y la experiencia lo confirman. Cuesta creer que los seres humanos sean tan mudables en los sentimientos y que se lleven tan pronto a la incomunicación, a la agresividad, a los conflictos innecesarios, a las discusiones absurdas, a la torpeza de egoísmos tan simples, al descontrol de las palabras y de los hechos, y a la facilidad para convertir en naufragio lo que empezó siendo bello y tierno paseo al atardecer o un encuentro esperanzador.
Sacristán termina su libro con un interrogante: ¿Cuál es el futuro de la ternura y el desamor? En verdad, no parece muy optimista que en los próximos años la ternura prevalezca sobre el desamor. Y termina con una frase de san Juan de la Cruz, que pronunció meses antes de morir. Trata de consolar a sus monjas de Segovia, molestas con los prelados. El Santo responde en una carta a María de la Encarnación:
—Piense que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor, ponga amor y sacará amor.
Pues que así sea.
Con estos deseos de quien no siempre cumple lo que escribe recibid mi FELICITACIÓN NAVIDEÑA. El corazón se esponja en estos días. Lo difícil es que la TERNURA de la Navidad se prolongue por los días continuos y anodinos de todo un año.

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