Ver
las olas embravecidas sobre las costas del norte de España y los destrozos que
están haciendo, puede sugerir a más de uno que se está produciendo el cambio
climático. Incluso ha aparecido recientemente un palabro nuevo, ciclogénesis, que querrá decir algo así como el
nacimiento de un nuevo ciclo.
Lo
que cuento a continuación no ha ocurrido este invierno. Sucedió tal día como
hoy, 5 de marzo de 1592, hace 422 años. Y quizás interese solamente a mis
lectores sevillanos.
En
las Memorias Sevillanas, manuscrito de la Biblioteca Colombina, se lee
en su tomo II: «En cinco de marzo de 1592, un furioso huracán torció el cerrojo
de la puerta del Perdón, conocida por el nombre de la grande, y torció
también el perno de la Giralda, que es grueso como la pierna de un hombre.
Aquella se sacó el diez y ocho de setiembre, y se puso sobre el andamio: sacose
la barra y se bajó al segundo patio del Colegio de San Miguel, y allí la
aderezó Joan Barba herrero de la Fábrica, y se volvió a poner veinte y cinco
del mismo mes y año».
Al
decir puerta del Perdón se refiere a la puerta principal que da a la Avenida de
la Constitución, a los pies de la catedral. La estatua remate de la Giralda,
que representa la «Victoria de la fe», colocada el 14 de agosto de 1568, sufrió
un par de percances anteriores a éste de 1592. El 12 de octubre de 1583, otro
huracán arrancó a la estatua la palma y parte de la mano que la sujeta, arrojándola
lejos. Hubo de colocarse un andamio casi suspendido en aquellas alturas donde
se hizo la fragua para su aderezo y para reparar la figura. La faena culminó el
24 de mayo de 1585. Cinco años después, consigna Zúñiga en sus Anales,
otra borrasca «horrible y espantosa», ocurrida el día de san Francisco de Asís,
4 de octubre de 1590, que tiene todos los visos de parecerse o confundirse, si
las fechas no fueran claras, con la ocurrida en 1592. Cuenta cómo «entre muchos
daños que fueron efectos suyos, fue uno particular torcerse el perno o espiga
sobre que se mueve la figura de la Fe, que sobre la torre de la Santa Iglesia
se llama comúnmente Giralda, por el continuo girar a mostrar los vientos a que
principalmente está dispuesta. Pero la industria de los artífices consiguió
sobre andamios encender en aquella altura fraguas, con que lograron reducirla a
su perfecta nivelación».
Hace
cosa de un mes hubo un fuerte huracán sobre Sevilla, con vientos terribles. Tal
vez la caída de una piedra y las reparaciones que ahora se llevan a cabo sobre
lo alto de la Giralda tengan algo que ver con ese huracán.
Pero
la Giralda sigue en pie.
El
Viernes Santo, 5 de abril de 1504, una tempestad huracanada seguida de un
fuerte terremoto zarandeó Sevilla. Todos los analistas describieron este aciago
día con tintes espantables y fantasías populares. Surgió en años posteriores la
leyenda de que la Giralda, sostenida y abrazada por las santas Justa y Rufina, patronas
de Sevilla, se salvó de caer desplomada. De ahí, se dice, el representar
iconográficamente a las santas con la torre en medio. Pero el bibliotecario de
la Colombina, Diego Alejandro Gálvez, se encargó en su tiempo de resolver la
falsedad de esta curiosa tradición sevillana en su Disertación sobre si se
pueda sostener de que Santa Justa y Rufina defendieron la torre de la Santa
Iglesia de Sevilla para que no cayese en el gran terremoto de 5 de Abril de
1504, discurso leído el 21 de mayo de 1721 en la Real Academia de Buenas
Letras de Sevilla.
Diego
Alejandro Gálvez se ratifica en la falsedad de esta leyenda. Las actas
capitulares de aquellos días, que hablan de procesiones y rogativas, nada dicen
de un suceso tan singular. Además, la representación iconográfica de las santas
patronas con la Giralda en medio ya se conocía en la catedral de Sevilla con
anterioridad.
El
analista Zúñiga trata de salvar la leyenda aplicándola al
terremoto de 1396. Cuenta cómo las santas Justa y Rufina son titulares de la
Iglesia de Sevilla y «especiales abogadas del templo Catedral y de su torre:
causa por que las pintan con ella entre las dos imágenes; refiriéndose por
tradición, que en una borrasca grande, que entiendo fue la del año 1396, se
oyeron voces en el aire (articuladas de demonios) que decían: derríbala,
derríbala; y que respondían otros; no, no podemos, que la guardan estas
Justinilla y Rufinilla».
La
leyenda, de todos modos, es bonita y por qué quitarle su encanto. La leyenda
dice que las santas Justa y Rufina, se abrazaron a la torre de la Giralda –aún
no tenía el cuerpo airoso de campanas– y la protegieron del terremoto.
Cervantes,
que conoció la Giralda antes y después del airoso remate de Hernán Ruiz, la
rememora en el Quijote al narrar el episodio del caballero del Bosque:
«Una vez me mandó (Casildea de Vandalia) que fuese a desafiar a aquella famosa
giganta de Sevilla, llamada Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de
bronce, y sin mudarse de un lugar, es la más movible y voltaria mujer del
mundo». Y el ecijano Vélez de Guevara, en El Diablo Cojuelo, califica a
la Giralda torre «tan hija de vecino de los aires, que parece que se descalabra
en las estrellas».
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