He leído en
Péguy: «Realmente, es uno de los problemas más difíciles y cargados de misterio
y de angustia el que Jesús haya venido tan tarde al mundo, que haya aparecido
tan tarde en la historia del mundo, que el Hombre-Dios haya aparecido tan tarde
en la historia del hombre».
¿Será cierto
eso de que Jesús haya venido en los postrimeros días de la historia del mundo?
No es un interrogante nuevo, sino que se viene planteando desde los orígenes
mismos del cristianismo. A esta espinosa pregunta, lanzada por los herejes, los
santos padres trataban de darle la mejor solución que sabían. Era necesario un
tiempo, decían, para que fuera posible la recepción de la doctrina de Cristo,
perfecta en sabiduría y virtud. Era preciso, decían otros, que el mundo
experimentase su miseria para que llegara a sentir la necesidad de un redentor.
Y lo curioso
del caso es que ellos se valían de una cronología basada en los textos
bíblicos, que apuntaban la aparición del hombre unos 5.000 años antes del nacimiento
de Cristo. Hoy sabemos científicamente que esto no es así: la aparición de la
inteligencia sobre la Tierra hay que remontarla a más de un millón de años. Con
lo que se agravaría el problema: si el hombre ha aparecido en la Tierra hace un
millón de años, ¿de verdad nos hallamos en los últimos tiempos y la venida de
Cristo ha ocurrido demasiado tarde?
Hay textos en
la Biblia que afirman categóricamente que Cristo llegó al final: «De muchas
maneras habló Dios en otro tiempo por medio de los profetas; pero últimamente
nos ha hablado por medio de su Hijo Jesús». Este «últimamente» es un último
absoluto, es decir, que después de Cristo no habrá más revelación de Dios. Pero
es un «último cualitativo», no cuantitativo. Estamos en los últimos tiempos del
plan de Dios, pero ni los mismos ángeles sabrán cuánto durará.
La Biblia no
nos dice más. Por eso me voy a aventurar a hacer teología-ficción o, mejor,
ciencia-ficción. Veamos.
El hombre, como
animal vertebrado, tiene por las fuerzas mismas de la biología las mismas
posibilidades de vida en este mundo que cualquier animal vertebrado o marino de
los que se desarrollaron en los primeros períodos del mundo y que han dejado de
existir. Hoy son puro recuerdo de museo. Desde un punto de vista natural,
prescindiendo del plan de Dios para el hombre, éste tiene por lo menos las
mismas posibilidades de existencia que aquellos seres. Estos vivieron por lo
menos con una curva biológica de cincuenta millones de años. Hemos de conceder,
por lo tanto, para el hombre, una vigencia de existencia de esos millones de
años. Es decir, nos quedaría todavía una capacidad de supervivencia de por lo
menos cuarenta y nueve millones de años. Casi nada.
Si ello es así,
Cristo no llegó demasiado tarde. Tardó el tiempo suficiente para poder ser
aceptado por una inteligencia ya evolucionada. Habría venido en los mismos
umbrales de la historia del hombre.
Otra pregunta:
¿Dios nos ha hecho para quedar reducidos a esta Tierra pequeñita o nos tiene
reservada la admirable empresa de lanzarnos a las cuatro puntas del cosmos en
busca de la grandiosidad del universo, reflejo de la bondad y belleza del
propio Dios? Apuesto por lo segundo. Ya hemos dado el primer salto a la Luna y,
tímidamente, hemos rasgado el velo que cubría nuestro entorno natural. El
camino por recorrer es todavía largo y lleno de emotivas aventuras siderales.
Pues bienvenida
sea esta ensoñación que he tenido: los muchos años de existencia que le quedan
al hombre y la grandiosidad del cosmos que le incita a dominarlo harán que nos
sintamos menos mezquinos dentro de esta pequeña parcela del planeta Tierra y
pensemos que Dios nos ha hecho grandes y nos quiere grandes. Aunque tantas
veces en el pasado, y en el futuro, pretendamos enmendarle la plana.
Estupendo! Hay pocos que se aventuren en este tipo de teología-ficción (y salgan bien parados).
ResponderEliminarHa exagerado un poco el dato de la presencia del hombre en el mundo (no tanto como otros que hablan de 6 o 7 millones de años!). Los científicos de Atapuerca, que no son nada conservadores en sus guarismos, sugieren para el homo ergaster -el antecesor directo del hombre- unos 200 mil años, así que ese sería el término desde donde contar. Lo demás (que sí puede remontarse a millones de años) no son el hombre, sino sus precedentes evolutivos: no son hombre propiamente hablando.
Esto, en definitiva, abona más su tesis de lo temprano que llegó Cristo a la tierra. Muchas gracias por el buen momento y la profundidad de la idea.