El
sábado pasado, el papa Francisco viajó a Nápoles y después de la visita al
Santuario de Pompeya, de la misa en la Plaza del Plebiscito y de visitar y
comer con los presos, se dirigió por la tarde temprano a la catedral, donde
habló al clero, a los religiosos y a los diáconos permanentes de la ciudad.
Apartó el discurso que llevaba preparado y dijo:
–Los
discursos son aburridos.
E
improvisó sus palabras.
Después,
tras venerar la reliquia del patrono San Genaro, el cardenal arzobispo de
Nápoles, Crescenzio Sepe, dijo dirigiéndose al Papa y al público:
–La
sangre se está licuando, y ya está a mitad.
Y
el papa Francisco manifestó:
–Si
se ha licuado a mitad, quizá tenemos que ser mejores para que se licúe el
resto.
Este
es un tema, si queréis, trivial, pero simpático. Me refiero a la sangre de San Genaro,
que tres veces en el año –eso dicen los napolitanos– se licúa al girar la
reliquia y observar las manchas en el cristal. Sucede el primer domingo de
mayo, el 19 de septiembre, fiesta de San Genaro, y el 16 de diciembre. Pero en
esta ocasión ha ocurrido en un día inusual, con motivo de la visita del papa,
cosa que no acontecía desde la visita de Pío IX en 1848 y que no ha sucedido con
las visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Los
napolitanos dicen que ocurre el «milagro» el sábado anterior al primer domingo
de mayo, fecha en que se cree que fue trasladada la reliquia desde el Agro
Marciano a las actuales catacumbas de Nápoles. Por segunda vez, el 19 de
septiembre, aniversario de la decapitación de san Genaro, acaecida durante la
persecución del emperador Diocleciano. Y por tercera vez, el 16 de diciembre,
fecha en que se conmemora el aniversario de la catastrófica erupción del Vesubio,
ocurrida en 1631, en la que Nápoles se libró gracias a San Genaro.
Para
implorar la licuefacción se hallan las «benigne» de Forcella y un grupo de
ancianas devotas que recitan viejas y pintorescas plegarias en dialecto
napolitano. Si la sangre se licúa, los napolitanos pueden dormir tranquilos. Es
signo de que el santo está con ellos. Pero si el prodigio no ocurre –cosa que
pasa de vez en cuando, por ejemplo en mayo de 1976– las interpretaciones se
dividen. Los hay catastrofistas que auguran lo peor, y otros, como en el caso
de 1976, que lo achacaron a las feministas, porque «lo tienen todo revuelto».
La
sangre de San Genaro se halla en dos ampollas, custodiadas en la catedral de
Nápoles. Es sangre auténtica, lo confirmaron científicos dirigidos por el
profesor Pierluigi Baima Ballome, de la Universidad de Turín, que estudiaron el
preciado líquido durante quince meses. Pero no se explican el curioso hecho:
–Podemos
afirmar –declaró Baima– que la sustancia que tres veces al año se hace líquida
es sangre, ya que se ha determinado la presencia de hemoglobina, pero no
podemos explicar por qué dicho polvo se vuelve sangre en un día determinado y
después nuevamente en polvo, hasta la precisa fecha siguiente.
La
Iglesia no se ha pronunciado ni se pronunciará sobre ello. Como dijo muy bien
el cardenal de Nápoles, Michele Giordano, «nuestra fe no se basa en estos
milagros, sino en los del Evangelio».
Pero
el hecho está ahí, inquietante suceso, que hace vibrar a los napolitanos tres
veces al año.
Pero
¿quién es san Genaro? Alguien ha escrito que «san Genaro no existiría sin
Nápoles ni Nápoles sin san Genaro», pero en verdad las noticias que se tienen
sobre él son mínimas. La fuente más antigua data del siglo VIII y cuenta que
fue obispo de Benevento en tiempos del emperador Diocleciano (284-305).
Un
caso similar ocurre en el monasterio de la Encarnación de Madrid, donde cada 27
de julio se licúa la sangre de san Pantaleón, recogido igualmente en una
ampolla, donada en el siglo XVII por el virrey de Nápoles y conde de Miranda al
convento de la Encarnación cuando su hija sor Aldonza ingresó como novicia. Un
fenómeno igualmente curioso, aunque aquí no ha habido estudios científicos que avalen
que se trata de sangre y por qué se licúa una vez al año.
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