Dom Hélder Cámara,
llamado en su tiempo el «obispo de las favelas» y también el «obispo rojo» del
Brasil, comenzará el próximo 3 de mayo el camino de los altares con la
introducción de su causa de beatificación en la archidiócesis de Olinda y
Recife, en una misa presidida por el arzobispo Fernando Saburido en la catedral
de Olinda.
¡Ya era hora,
digo yo, como también es hora de que se beatifique al arzobispo salvadoreño Oscar
Romero, asesinado hace 35 años por un comando de extrema derecha! Se nota que
con el papa Francisco emergen hacia los altares figuras de nuestro tiempo que
han tenido en medios eclesiales conservadores reticencias para reconocer su
santidad y el testimonio evangélico ofrecido, incluso con el martirio.
Foto de mayo de
1992.
Hélder Cámara
pasaba de los 80 años.
Yo era entonces
relativamente joven,
hasta tenía
bastante pelo en la cabeza.
Tengo un libro
suyo dedicado donde me dice:
«Como
irmão em Cristo, Carlos Ros.
É verdade! É verdade!
Há mil razões para viver!
+Hélder Cámara».
El libro se
titula: «Mil razones para
vivir».
Con Hélder Cámara
he tenido la alegría espiritual de conocerlo y de tratarlo cercanamente cuando
vino por dos veces a Sevilla, traído por Manos Unidas. La primera, en abril de
1989, para recitar en persona la «Sinfonía de los Dos Mundos» o «Concierto de
la Solidaridad» en la catedral. A sus ochenta años, bajo un pequeño cuerpo
envuelto en su sotana blanca pero lleno de vitalidad, Hélder Cámara hizo la
recitación de un texto creado por él con música del sacerdote suizo Pierre
Kaelin. Actuó la Orquesta Bética
Filarmónica de Sevilla con la Asociación Coral de Sevilla y los coros
malagueños Cármina Nova y Orfeón Universitario, con voces infantiles de los
Seises de la catedral, dirigidos por Pierre Kaelin.
El recitado de Hélder Cámara fue en castellano, por
primera vez, estreno mundial, como se decía en el cartel anunciador, ya que había
sido representado unas treinta veces en otros países, pero en francés o inglés.
Yo hice la traducción del texto original francés al
español y con la ayuda del canónigo Herminio González adaptamos la letra a la
música.
Comienza el recitador anunciando la audacia del
Creador: «Si yo estuviera a tu lado, Señor, antes de la Creación, me gustaría
ayudarte; tan humilde eres. Si cualquier duda te indujera a no crear, yo te
diría: «Es verdad, Señor, la creación fuera de ti romperá tu unidad. Ella será
necesariamente múltiple... finita, limitada, imperfecta. No vaciles, Señor; el
valor de crear demostrará para siempre tu audacia y tu humildad». Para
terminar, en esa lucha en que se debate el mundo que diferencia profundamente
el Norte rico del Sur pobre, con la voz de los coros que anuncian: «Pero ¡cómo
olvidar que si más negra es la noche más bella es la aurora!». Y cantan los
niños: «¿Y nosotros, los niños? ¿Pensáis en los niños? Porque nos haremos
grandes, el año 2000 será nuestro tiempo». La solista soprano exclama:
«¡Aurora! Tras la noche, ¿verás dos mundos reunidos? ¿Un canto, una sinfonía?».
Y el barítono responde: «¡Dos mundos reunidos!». Nuevamente la soprano: «¡Un
canto!». Y el recitador Hélder Cámara: «¿Quién ganará, hombre, hermano mío? El
Espíritu sopla en medio de la noche». Para concluir los coros en explosión
final junto a la orquesta: «Una sinfonía».
Fue una noche mágica. Una catedral llena por ver
recitar a un obispo que venía con la impronta de ser el obispo de los pobres.
Todos querían besarle la mano, tocarle si fuera posible, cuando el acto
terminó, y en volandas fue llevado por la multitud hasta el palacio arzobispal.
Aunque él no residía ahí sino con los Padres Blancos de África. El día
anterior, las fuerzas vivas de la ciudad –evidentemente socialistas–, buscaron
encontrarse con él. Rodríguez de la Borbolla, presidente de la Junta de
Andalucía, suspendió un acto importante en Madrid para recibirlo en su
despacho. El presidente de la Diputación, Miguel Ángel del Pino, puso un coche
oficial a su disposición. El alcalde Manuel del Valle también se entrevistó con
él.
Por segunda vez, el sábado 16 de mayo de 1992, vino
de nuevo a Sevilla, traído también por Manos Unidas, y presidió una misa con
los sacerdotes en el Palacio Municipal de Deportes, con una declaración final
sobre el Hambre en el Mundo, escrita por Hélder Cámara.
Curiosamente,
al día siguiente, domingo 17 de mayo, Juan Pablo II beatificaba en Roma a
monseñor Escrivá de Balaguer. El aquel tiempo hubiera sido impensable una
beatificación tipo Óscar Romero o Hélder Cámara. Pero los tiempos han cambiado.
Y a mí me place contar la nueva sensibilidad de la Iglesia. Y de paso, sentirme
feliz de haber convivido durante unos días en dos momentos de mi vida con un
hombre verdaderamente santo.
Incluso hubo
voces que se levantaron para ofrecerle el premio Nobel de la Paz. Pero era un
obispo católico y a los obispos católicos no suele darse estos premios. Pero él
se sentía orgulloso de haber conseguido en 1974 el Premio Popular de la Paz de
Oslo. Murió en agosto de 1999, a los 90 años de edad.
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