viernes, 17 de abril de 2015

Primera comunión de Teresa de Lisieux

El tiempo de Pascua es tiempo de las Primeras Comuniones. Y se me ocurre contaros cómo fue la Primera Comunión de aquella santa llamada Teresita del Niño Jesús.
Año 1884. Teresita tiene once años. El catecismo es parecido a los conocidos entre nosotros de los padres Ripalda y Astete, con preguntas y respuestas. Su profesor será el capellán de las benedictinas, donde ella estudia, el abate Domin, un cura chapado a la antigua. A Teresita la llamará su «pequeño doctor», por las respuestas certeras que siempre ofrece. Pero hay algo en lo que Teresita no está de acuerdo. Enseña ese día el catecismo la madre San Francisco de Sales.


Decía el catecismo en la página 136:
Pregunta: ¿El bautismo es necesario para salvarse?
Respuesta: Sí, porque por el bautismo nos convertimos miembros de Jesucristo, que él sólo puede salvarnos.
P. Los niños que mueren sin bautismo, ¿se salvarán?
R. No. Ellos no verán jamás a Dios durante toda la eternidad.
Esta respuesta choca en la mente de Teresita. No concibe que vayan al limbo o al infierno los niños que mueren sin bautismo. Le parece injusto. Muy severo por parte de Dios. Y pregunta a la religiosa:
–Entonces, ¿los niños pequeñitos muertos sin el bautismo no verán nunca a Dios?
Y la madre San Francisco de Sales le responde:
–¡Jamás, jamás!
–¡Pero si no han pecado!
La monja repitió la respuesta del catecismo:
–No. Ellos no verán jamás a Dios durante toda la eternidad.
Y Teresita, con cara de tristeza, contestó:
–¡Si no ver a Dios es una desgracia¡ ¡Si la mayor alegría es ver a Dios, ellos no estarán nunca alegres!
Y con gesto de disgusto, exclamó:
–¡Vaya! ¡Pues si Dios lo puede todo, en su lugar yo me dejaría ver!
La primera comunión está fijada para el 8 de mayo en la capilla del colegio. Lo hará con otras seis alumnas de su clase. Pasados los tres meses de preparación, Teresita tuvo que entrar en el colegio como interna durante tres días para hacer un retiro preparatorio. Predicaba el retiro el abate Domin, capellán de las benedictinas. Gracias a su cuaderno de apuntes sabemos de las pláticas de este cura tremebundo.
5 de mayo, meditación de la mañana:
–El señor abate nos dijo que éramos como los servidores del Evangelio, y que al final de nuestra vida Dios nos pediría cuentas de las gracias que nos ha concedido...
2ª charla:
–El señor abate nos ha hablado de la muerte y nos ha dicho que no había manera de hacernos ilusiones, que era segurísimo que teníamos que morir, y que quizás habría alguna que no terminase el retiro.
3ª charla:
–Esta tarde la meditación fue sobre el infierno. El señor abate nos representó las torturas que se sufren en el infierno...
7 mayo, 1ª charla:
–El señor abate nos ha hablado de la primera comunión sacrílega. Nos ha dicho cosas que me han dado mucho miedo.
El domingo 4 de mayo, murió la madre Saint-Exupère, priora de las benedictinas y el abate Domin faltó a las charlas. Anota Teresita en su cuaderno:
–Durante el retiro, nos han faltado muchas charlas, porque ha muerto la señora priora y el señor abate no ha podido ocuparse mucho de nosotras.
Menos mal, digo yo. A unas niñas de diez y once años, que se están preparando para su primera comunión, sólo se le ocurre a este capellán ceporro hablarles de la muerte, del infierno y de la comunión sacrílega. Es lógico que Teresita escribiera:
–Nos ha dicho cosas que me han dado mucho miedo.
Teresita descubrirá con el tiempo que Dios es lo contrario de ese tirano sádico con que es presentado. Pero pasará un calvario hasta despojarse de esta educación jansenista que imperaba entonces en Francia.
A pesar de esos sermones cavernarios del abate Domin, Teresita guarda bellos recuerdos de los tres días en que por primera vez vivió en un internado.
Inés de Jesús, su hermana carmelita, que el mismo día iba a profesar en el Carmelo de Lisieux, escribió a Teresita:
–Sólo unas horas nos separan a las dos del Gran Día...
Y ese Gran Día llegó. El día feliz de la primera comunión. Una fiesta sin nubes....
–¡Qué inefables recuerdos han dejado en mi alma hasta los más pequeños detalles de esta jornada de cielo...!
Vuelve de la comunión, envuelta en su vestido blanco.
–¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi alma...! Fue un beso de amor. Me sentía amada, y decía a mi vez: «Te amo y me entrego a ti para siempre».
Sin embargo, unas lágrimas corren por su rostro. Las monjas y compañeras piensan que está recordando a su madre difunta.
–¡Oh, no! La ausencia de mamá no me entristecía el día de mi primera comunión: ¿el cielo estaba en mi alma y acaso no estaba mamá en él desde hacía tiempo? Siendo así, al recibir la visita de Jesús, recibía también la de mi querida madre.
¿Por qué llora en realidad?
–Cuando toda la alegría del cielo baja a un corazón, este corazón desterrado no puede soportarlo sin deshacerse en lágrimas...

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