Madre
María de la Purísima será canonizada este otoño próximo en Roma. Segunda
Hermana de la Cruz, después de santa Ángela, fundadora de la Compañía de la
Cruz, y una gloria más para la Iglesia de Sevilla.
Hace
unos días, 4 de mayo, el papa Francisco recibió en audiencia al cardenal Angelo
Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y autorizó a
la Congregación a promulgar el decreto referente a un milagro atribuido a la
intercesión de la beata Madre María de la Purísima. Era el paso último exigido
para la canonización. En un Consistorio que ha de celebrarse antes del verano,
el Papa hará pública la fecha de la canonización, «que tendrá lugar en este
año», según el postulador de la causa, el capuchino Alfonso Ramírez.
Y
es así cómo esta sencilla Hermana de la Cruz ha pasado en el corto espacio de cinco
años de su beatificación, acaecida en Sevilla en el año 2010, a la
santificación.
Yo
la conocí y traté alguna que otra vez a la que fuera sexta Superiora General de
las Hermanas de la Cruz. Y me doy de cantos en los dientes de no haber olido
qué persona santa se escondía bajo ese hábito de estameña con que visten.
Escribí bajo su mandato de Madre General el libro «Pequeñeces de Sor Ángela de
la Cruz», aparecido en Sevilla en 1982, con motivo de la beatificación de la
Madre fundadora. Solo pude apreciar, en los escasos momentos que hablé con
ella, esa sonrisa callada de quien entierra el yo de por vida, como hiciera y
aconsejara a sus hijas sor Ángela de la Cruz.
Madre
María de la Purísima solía repetir:
–De
lo poco, poco.
Y
trabajó incansablemente por hacer vida, como fiel reflejo de su santa
fundadora, el ideal de santa Ángela de la Cruz:
–Hacerse
pobre con los pobres para llevarlos a Cristo.
Y
también:
–Pobreza,
limpieza, antigüedad.
En
estas sencillas palabras resume sor Ángela la fisonomía espiritual de la
Hermana de la Cruz. También la antigüedad, la fidelidad perenne a los orígenes
del Instituto. Y lo explica:
–Ese
hábito tan pobre y tan basto, esas alpargatas, ese sello de sencillez, de poca
instrucción; no tener criadas, no darnos importancia, alegrándonos de que no
nos atiendan, preferir los asientos más incómodos, las advertencias, los
permisos y tantas menudencias que ayudan a conservar nuestra manera de ser y
las costumbres como cuando empezamos. No dar oído a las voces del mundo, de que
en todas partes se hace esto o aquello; nosotras siempre lo mismo, sin inventar
variaciones, y siguiendo la manera (establecida) de hacer las cosas, para que
en todo se conozca somos hermanas de la Cruz.
Que
le pregunten a un sevillano quién es sor Ángela de la Cruz.
—Sor
Ángela de la Cruz es sor Ángela de la Cruz, y basta.
Que
una voz forastera trate siquiera de empañar su nombre, y verá.
Amigos,
en lo tocante a sor Ángela, en Sevilla no existen montescos y capuletos, o
séase, béticos y sevillistas, o si me apuran, y con perdón, de la Esperanza
Macarena o de la Esperanza de Triana.
Aquí
todo el mundo en general es de sor Ángela de la Cruz.
Y
también de sus Hijas.
Una
ya es beata y va camino de ser santa. Nació en Madrid de familia bien, pero
vivió prácticamente toda su vida en Sevilla. Es pues una santa sevillana.
Curiosamente
nació en Madrid en el mismo edificio donde murió el poeta Gustavo Adolfo
Bécquer. Una placa puesta por el Ayuntamiento madrileño así lo dice en el
número 25 de la calle Claudio Coello, en el barrio de Salamanca. Animo al
próximo alcalde o alcaldesa que salga en las próximas elecciones a que ponga
una placa adyacente en que se diga también: «Aquí nació el 20 de febrero de
1926 santa María de la Purísima, Hermana de la Cruz, en el mundo María Isabel
Salvat Romero. Murió en Sevilla el 31 de octubre de 1998, en la Casa Madre de
la Compañía de la Cruz».
El
poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer dejará escrito en sus Rimas ese verso
que dice:
–Por
una sonrisa, un cielo.
Pues
la niña, que nació en esa casa madrileña donde el poeta murió, ha rectificado
el verso para convertirlo en vida propia y ser especialmente para los pobres de
este mundo a los que ella sirvió con heroica virtud:
–Una
sonrisa de cielo.
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