viernes, 18 de septiembre de 2015

Madre María de la Purísima

Se llama María de la Purísima de la Cruz y el próximo 18 de octubre de 2015, domingo del Domund, será canonizada en Roma por el papa Francisco. Segunda Hermana de la Cruz, después de santa Ángela, fundadora de la Compañía de la Cruz en 1875, y nueva gloria y honor para la Iglesia de Sevilla al contar con una santa más.
¿Cómo es posible que haya ascendido en tan corto espacio de tiempo a la gloria de los altares? Han transcurrido tan solo diecisiete años –desde su muerte en Sevilla en 1998– para alcanzar el último peldaño del coro de los santos. Porque subir a los altares ya lo hizo en el año 2010 al ser beatificada en el Estadio Olímpico de Sevilla, siendo testigos de ello la Virgen de la Esperanza Macarena, cardenales, obispos, curas, una legión de Hermanas de la Cruz y el pueblo soberano de Sevilla.


Y me pregunto:
—¿Cómo es posible tanta rapidez?
Porque todos sabemos que Roma no gusta de las prisas y las cosas de palacio van despacio.
Se lo he preguntado a María del Redentor, que vive en el convento de las Hermanas de la Cruz en Roma. ¿Qué digo convento? Es un piso en la cuarta planta de un viejo caserón de la Via Pellegrino de Roma, propiedad de la Embajada de España. Allá llegó una patrulla de monjitas en 1966, todas jóvenes con la madre Loreto al frente, estupenda mujer, para agilizar el proceso de beatificación de su santa fundadora Ángela de la Cruz.
Las conocí un año después, yo estudiante en Roma, y todavía quedan de aquella pa-trulla primera dos Hermanas, entre ellas la siempre animosa María del Redentor.
Le pregunto:
–¿Cómo es posible que se haya logrado bullir las posaderas de los monseñores ro-manos para que esta causa de canonización discurra a velocidades de vértigo? ¿Qué bula tenéis? ¿Quién os ampara? ¿Tenéis padrino?
Y María del Redentor me contesta:
–Nadie, ella sola, ella sola desde el cielo.
Pues séase.
Porque en verdad esta sencilla Hermana de la Cruz, María de la Purísima, ha pasado en el corto espacio de doce años de su muerte a la beatificación y cinco años después a la canonización.
¡Todo un récord!

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