Ahora
toca los Belenes, que se acerca la Navidad, es decir, para ciertos sujetos, la
Fiesta del Solsticio de Invierno. Ya lo ha dicho la abuelita Carmena, alcaldesa
de Madrid, que un día sí y otro también, saca la patita por debajo de la puerta
y lanza el aullido del lobo del Cuento de
los siete cabritillos: en Madrid no habrá Belenes por las calles, dice la
abuelita-lobo.
Pero
el tema recurrente a lo largo del año es la Cruz. Siempre la Cruz.
No
debe extrañarnos. Desde los inicios mismos del Cristianismo, san Pablo hablaba
de falsos hermanos que querían abolir la Cruz:
–Porque
andan por ahí muchos… ¡Cuántas veces os los he señalado, y ahora lo hago con
lágrimas en los ojos, a esos enemigos de la Cruz de Cristo! Su paradero es la
ruina, honran a Dios con el estómago y ponen su gloria en sus vergüenzas,
centrados como están en lo terreno. (Filipenses 3, 18-19).
He
visto estos días un vídeo que me ha producido horror y náuseas. La destrucción
por los yihadistas de templos cristianos y demoliciones de imágenes y cruces en
Siria.
No
hay nada nuevo bajo el sol. En estos últimos tiempos, ando removiendo
documentación de la República y de la Guerra Civil, motivado por el libro nuevo
que llevo entre manos. Y ocurría entonces lo mismo, desgraciadamente.
En
la República parece que solo hubo quemas de incendios los días 11-13 de mayo de
1931. Pero no fue así. Se dieron estos atropellos a lo largo de todos esos
años. La iglesia de mi pueblo, por ejemplo, fue incendiada en 1933 y la del
pueblo de al lado, en 1932.
Y
en la guerra del 36, fue el acabose…
Recojo
de las Memorias de monseñor
Antoniutti, delegado del Vaticano enviado a la zona nacional en 1937, el
siguiente texto. Habla de Barbastro, en Huesca, donde la barbarie se cebó:
–Todavía
era visible la dolorosa profanación sobre todo de las casas de los claretianos
y de los escolapios. Los recuerdos de los religiosos asesinados proporcionaban
un elocuente testimonio de la ferocidad de los perseguidores y del coraje de
las víctimas. Estas habían sido conducidas en un trágico cortejo al cementerio
y allí fusiladas junto con el obispo de la diócesis. Las cruces de las lápidas
del cementerio habían sido destruidas, y las mismas iniciales R.I.P. rayadas,
mientras que las españolas D.E.P. eran conservadas, reteniendo que las
iniciales españolas tuviesen un significado diverso.
Criminales
y analfabetos, todo a un tiempo. No sabían que R.I.P. y D.E.P. eran lo mismo.
Volviendo
al año 1933, en el ecuador de la República, el nuncio Tedeschini envía un
despacho al secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pacelli el 31 de marzo,
dándole cuenta del derribo de una cruz de piedra del siglo XV erigida a la
entrada del pueblo de El Pedroso, en la Sierra Norte de Sevilla.
–Se
trata –le dice– de uno de esos monumentos a la cruz, que en muchas regiones de
España la antigua piedad de los padres ha puesto a lo largo del camino para que
velasen en sus viajes a sus habitantes. Todos los siglos han respetado estos
monumentos unidos a la piedad, o por lo menos, a la educación de los
habitantes. Ahora por el contrario la furia antirreligiosa no respeta ya nada;
y desgraciadamente el doloroso hecho de El Pedroso, no es más que el siguiente
de tantos otros, como Vuestra Eminencia sabe por mis despachos, y tendrá
también ulteriores imitadores en los bajos fondos sociales ahora
desencadenados, azuzados e impunes, tanto más cuanto que han encontrado su
defensa incluso en la prensa socialista.
Se
refiere a un artículo de El Socialista
titulado: «Ha sido destruida una cruz de piedra del siglo xv»,
que respira un cinismo insultante. Han tirado una cruz del siglo XV unos
mozalbetes. ¡Qué vamos a hacerle!, dice. No por eso vamos a llamarles
extremistas…
–No era una cruz
urbana, que era una cruz en el camino, a la entrada de un pueblo… Ciertas
costumbres del siglo xv han ido cayendo en el desuso… Entre la indiferencia de
católicos, ateos y librepensadores. Algunas veces, si acaso, es un sabio
arqueólogo o un caprichoso artista quienes se duelen del natural ultraje y
piden, en vano casi siempre, que se conserve el monumento y se restaure con la
debida decencia. Porque esas cruces, a las veces, están rodeadas de ortigas,
blanqueadas de malas hierbas… La piedad no suele ir a restaurarlas y a ponerlas
en limpio… El tiempo es lo que va cambiando el mundo y liquidando lo pasado. Ni
a los siglos que pasan, ni a los vientos que corren, ni a las tormentas que
descargan, se les pide cuentas. «Ha sido destruida una cruz de piedra». No una,
muchas cruces hemos visto quebradas del rayo, con los sillares rotos, entre
inmundicias y jaramagos… de tamaño ultraje, ¿quién se queja? A nadie se le
ocurre llamarle pecador al tiempo. Sucede lo que debe, y así está bien la Vida.
Pero esta es otra tecla. Han sido unos jóvenes extremistas quienes han
derribado… La guardia civil ha recogido los trozos de la cruz rota y se los ha
llevado al juez, y luego ha salido en persecución de los autores de la «salvajada».
Salvajada, ¿por qué? Salvaje el tiempo, salvaje la vida que transcurre. Así
todos los hechos son revolucionarios… Si nada ni nadie destruyera las cruces…;
si las arenas del desierto no hubieran invadido Egipto ni Alejandro hubiera
llegado a Babilonia, puede que todavía viviéramos en el culto de Osiris. Los
salvajes suelen cruzar la tierra y amontonar los campos y destruir los
monumentos; y a lo mejor quedan los necesarios. ¡Qué de siglos están
necesitando para hundirse las Pirámides y el Partenón! La tradición no es todo
lo que vivió ni mucho menos; basta con un detalle para muestra. No es de creer
que la conservación completa de las estatuas de Atenas y Corinto nos hubiera
dado una mejor estimación en la excelencia del arte griego.
Y concluye el
artículo:
–Esa cruz hecha
añicos, muy cerca de Sevilla, no es para insultar la especie llamando salvajes
a unos muchachos extremistas. El tiempo los empujó contra la cruz. ¡Y qué vamos
a hacerle! A España se le caen los humilladeros como a los olmos se le caen las
hojas. Los tira el viento o la mano del hombre ¡qué más da! ¡Los tiempos
corren!
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