El papa Francisco, en una reciente
audiencia de los miércoles, ha dicho:
Y puedo deciros que yo lo he sentido así.
Cuando mi corazón comenzaba ya a darme la lata, me hallaba yo en sacar adelante
la biografía de santa Teresa de Jesús. E hice este concierto con la santa de
Ávila:
–Tú cuida de mi corazón que yo me cuidaré
de escribir una preciosa biografía sobre ti.
Cuando comencé el libro sobre san Juan de
la Cruz, concerté con él un nuevo contrato. Y lo mismo ocurrió con Teresa de
Lisieux y con Edith Stein, etcétera.
Como últimamente he pasado por un momento
más que especial con intervención quirúrgica en mi corazón y aún me encuentro
en la convalecencia, se me ha ocurrido acudir a todos aquellos santos de los
que he escrito en mi vida. Y me he hecho una letanía, ya bastante larga, con
ellos. Que pienso recitar de continuo. Son mis santos protectores, mis santos
de devoción, aquellos que, como dice el papa Francisco, «nos acompañan con su
intercesión en los momentos claves de nuestra vida».
Esta es mi letanía de los santos:
–Salve Madre Inmaculada... Ruega por mí.
–Santa Ángela de la Cruz, la zapatera de
Dios… Ruega por mí.
–Santa Madre María de la Purísima, una
sonrisa de cielo…
–San Fernando, el monarca que plantó las
raíces cristianas en la Sevilla de hoy…
–San Isidoro de Sevilla, el obispo sabio…
–San Diego de Alcalá, el lego milagrero…
–San Juan de Dios, el «loco» de Granada…
–San Isidro labrador, jornalero del campo…
–San Ildefonso de Toledo, el capellán de la
Virgen…
–Santa Teresa de Jesús, esa mujer…
–San Juan de la Cruz, celestial y divino…
–San Francisco de Borja, el duque jesuita…
–San Alonso Rodríguez, el humilde portero…
–San Valentín de Berriochoa, obispo mártir
en Vietnam…
–Santa Gema Galgani, sufrir con Jesús…
–Santa Catalina de Siena, santa de Europa…
–Santa Teresa de Calcuta, madre de los
pobres…
–San Pancracio, salud y trabajo…
–Santa Rita de Casia, la santa de lo
imposible…
–Santos Cosme y Damián, «médicos de Cristo»…
–Santa Teresa de Lisieux, huracán de gloria…
–San Pedro Claver, el esclavo de los
esclavos negros…
–Santa Bárbara, mártir y protectora…
–San Alfonso María de Ligorio, abogado de
los pobres…
–San Eloy, patrono de los plateros…
–Santos Luis y Celia Martin, padres de
Teresa de Lisieux…
–Santa Josefina Bakhita, la esclava negra…
–Santa Benedicta de la Cruz Edith Stein,
mártir en Auschwitz…
–Santos Pablo Miki y compañeros, mártires
del Japón…
–Santa Beatriz de Silva, adalid de la
Inmaculada…
–San Luis Orione, apóstol de la
misericordia…
–Santa Olga, la princesa de Rusia…
–Beato Leopoldo de Alpandeire, la humildad
del Poverello de Asís…
–Venerable Fernando de Contreras, apóstol
de Sevilla, redentor de cautivos…
–Venerable Dolores Márquez, fundadora de la
Casa de Arrepentidas…
–Siervo de Dios, Miguel Mañara, Caballero
de los pobres…
–Sierva de Dios Sor Bárbara de la Giralda,
la hija del campanero…
–Sierva de Dios María Emilia Riquelme,
misionera del Santísimo Sacramento y María Inmaculada…
Podría seguir, porque también tengo
publicado un libro titulado «Santos del Pueblo», con una serie de santos de la
devoción popular, que daría otra larga lista de santos para mis letanías. Y en
imprenta se halla san Atilano, patrono de Zamora y Tarazona, y en preparación
una santa norteamericana, santa Isabel Ana Bayley Seton, primera santa católica
nacida en los Estados Unidos, fundadora de la primera escuela católica del
país, y de la primera congregación estadounidense de religiosas, las Hermanas
de la Caridad.
Cuán diversos son todos estos santos en sus
caracteres, cuán diversas sus vidas, y cómo han sabido arrostrar el caminar
diario a la luz de la fe. Al escribir de ellos y profundizar en sus vidas, ellos
me estimulan a seguir adelante arrostrando mis dificultades con humor y fe,
aunque sé cuán lejos estoy de la huella de santidad que ellos han dejado.
Ha dicho también el papa Francisco:
–Cuando necesitamos, Dios nos envía un
ángel o a los santos que viven entre nosotros.
Yo me he ganado, como veis, la intercesión
de un buen puñado de santos. Laus Deo.
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