miércoles, 8 de noviembre de 2017

La Inmaculada, patrona de España

En 1759 subió al trono de España Carlos III. Venía del reino de Nápoles, que gobernó desde 1734 y al que renunció para asumir la corona de España. El rey entró en Madrid el 13 de julio de 1760 y allí se hallaban las cortes para ofrecer el juramento de fidelidad. Fue ahí, donde a propuesta de Diego de Rojas y Contreras, obispo de Cartagena y presidente de las cortes, se acordó: «Se suplicase... a su majestad se digne tomar por singular Patrona y Abogada de estos Reynos y de las Indias y demás a ellos anexos e incorporados a esta Soberana Señora en el misterio de su Inmaculada Concepción... y solicitar Bula del Sumo Pontífice, con aprobación y confirmación de este Patronato, con el rezo y culto correspondiente».


El rey acogió con complacencia este deseo y se procedió a preparar la petición formal al Papa. El 31 de agosto fue enviado a Roma, al embajador Manuel de Roda y Arrieta, un expediente para ser entregado al Papa con los siguientes documentos: petición del rey y de las cortes, juramento y voto de las cortes tenidos en 1621, e informe de fray Lucas Ramírez, franciscano de la provincia de los Ángeles, residente la mayor parte de su vida en el convento de San Antonio de Padua de Sevilla. A él se encomendó el informe teológico que acompañase a la petición regia ante la curia romana.
Del estudio de fray Lucas se deducía la oportunidad de pedir el patronato de María Inmaculada para España, que no era óbice del patronato que ya ostentaba Santiago apóstol. De lo que no estaba muy de acuerdo el arzobispo de Santiago que escribió una carta al de Sevilla para que se opusiera a semejante pretensión.
En esto murió la reina María Amalia de Sajonia. El 27 de septiembre de 1760, recién llegada a España. La noticia de la muerte llegó a Roma el 18 de octubre y ese día el embajador Roda se dirigió a Castelgandolfo donde se hallaba la corte pontificia para dar cuenta al Papa de la luctuosa noticia. El Papa quiso consolar al rey de España con la petición formulada del patronato. Le dijo al embajador:
–En llegando a Roma tomaré la resolución y concederé la gracia en los términos más favorables.
El 8 de noviembre, Clemente XIII firmó la bula Quantum ornamenti y declaró a la Inmaculada Concepción patrona de España, de las Indias y de todos sus reinos.
En Sevilla, el aluvión de fiestas y procesiones fue tan numeroso como siempre. Carlos III, por carta firmada en Aranjuez a 2 de junio de 1761, da cuenta a la ciudad de Sevilla del patronato de la Virgen Inmaculada para todos los reinos de España. El correo llegó a la ciudad el domingo 14 de junio. Al día siguiente, conocida la noticia por los canónigos, hubo repique solemne de la Giralda, acompañada por los demás campanarios de Sevilla.
Y se sucedieron las fiestas. Nuevas fiestas en Sevilla en honor de la Inmaculada. Duraron seis meses. Iglesias, conventos, cofradías, unas tras otras, hasta enero de 1662, rivalizaron en el ornato de sus cultos para festejar el documento pontificio. Según Delgado Pérez de Cavañas y Sequeiros, nuestro cronista, se hicieron en Sevilla ciento cuarenta y seis funciones, sin incluir las vísperas. Y se repartieron diecisiete mil hogazas de pan, cuatro mil raciones de carne y otras limosnas en metálico y ropas. Todo ello, en el breve espacio de seis meses.
Comenzaron las jerónimas de Santa Paula el 17 de junio, con misa solemne, manifiesto y sermón. Le siguió el 27 el convento franciscano de San Antonio, con misa, sermón, procesión claustral con la imagen titulada del Primer Instante. El 28 y 29 de junio se lo reservó la Hermandad de los Nazarenos, la del Silencio, que se preciaba de ser la primera en emitir el voto inmaculista. La víspera del 28 hubo «concierto de música, trompas y clarines» y en la plaza del Duque «se quemaron unos lucidos fuegos de mano». En la misa solemne del 28, se leyó la antigua fórmula del voto y juramento concepcionista de 1616 y se le añadió el nuevo título de Patrona de los Reinos de España e Indias. Ese mismo día, la Casa Grande de San Francisco organizó una octava, que duró hasta el 5 de julio.
La Hermandad de María Santísima de la Concepción, venerada en el Postigo del Aceite, hizo un triduo en el convento de San Francisco los días 11, 12 y 13 de julio. Adornó la plazuela con vistosos tapices y colgaduras y repartió entre los pobres cuatrocientas raciones de pan.
En agosto, días 7, 8 y 9, triduo y procesión general en la catedral. El día 6 apareció la Giralda engalanada con gallardetes de tafetán celeste y blanco. Y por la noche, al canto de vísperas y toque de oración del Avemaría, se iluminó la Giganta de Sevilla, como la llamó Cervantes en el Quijote, hasta el cuerpo de campanas, continuándose por todas las azoteas del templo catedralicio, hasta un total de cuatro mil luces, acompañadas de las de la Casa Lonja, Audiencia Real, Palacio Arzobispal, Universidad y Reales Alcázares, el castillo de Triana y las naos ancladas en el río. Estas hacían sonar salvas de sus cañones, dando a la noche sevillana una visión colorista de luz y sonido.
Para ver los fuegos de artificio que saldrían de la Giralda, el cabildo secular invitó al capitular a verlo desde la balconada del Ayuntamiento. Duraron cerca de una hora y llegaron a formar letras de luces con la invocación Ave María.
Los días del triduo, se manifestó el Santísimo a las seis de la mañana. A las ocho y media, la corporación municipal se dirigía a la catedral para la asistencia a la santa misa, predicada por canónigos dignidades. En la madrugada del último día, salieron de sus respectivas capillas quince Rosarios de la Aurora, en recuerdo de los quince misterios, que confluyeron en la catedral. Por la tarde, salió la procesión portando en andas la Inmaculada de Montañés. El recorrido, adornado de altares, era el mismo del Corpus.
El 11 de agosto tocó a la Hermandad de Sacerdotes de San Pedro Advíncula. Repartieron 1.800 hogazas de pan. Los días 12 a 15, a las capuchinas del monasterio de Santa Rosalía, con jubileo de las cuarenta horas. El 13 por la tarde, expuesto el Santísimo, un pavoroso incendio prendió en la iglesia. Pero esto lo contamos en su lugar.
El 15 de agosto fue día grande para el gremio de Toneleros y su Hermandad de las Tres Necesidades, conocida hoy popularmente por la Carretería. Celebró el estreno de su nueva capilla en la calle Varflora, que lo unió con la celebración del patronazgo de la Virgen.
En Santa Ana de Triana, triduo los días 22, 23 y 24 de agosto. Los jesuitas, los días 6, 7 y 8 de septiembre. Los franciscanos terceros, del 27 al 29 de septiembre. Los dominicos de San Pablo, el 12 de octubre. Hubo misa solemne con sermón predicado por fray Tomás López, lector de Teología en cátedra de Prima. Por la tarde, procesión por el claustro del convento, con la numerosa comunidad dominicana, canónigos, nobleza sevillana y buena afluencia de pueblo. Los tiempos han cambiado, y de qué modo. La orden de Predicadores se asocia a todos los festejos inmaculistas de la ciudad.
Y siguen las fiestas en noviembre y diciembre. Y continuaron al año siguiente en distintos templos.

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