En 1759 subió al trono de España Carlos
III. Venía del reino de Nápoles, que gobernó desde 1734 y al que renunció para
asumir la corona de España. El rey entró en Madrid el 13 de julio de 1760 y
allí se hallaban las cortes para ofrecer el juramento de fidelidad. Fue ahí,
donde a propuesta de Diego de Rojas y Contreras, obispo de Cartagena y
presidente de las cortes, se acordó: «Se suplicase... a su majestad se digne
tomar por singular Patrona y Abogada de estos Reynos y de las Indias y demás a
ellos anexos e incorporados a esta Soberana Señora en el misterio de su
Inmaculada Concepción... y solicitar Bula del Sumo Pontífice, con aprobación y
confirmación de este Patronato, con el rezo y culto correspondiente».
El rey acogió con complacencia este deseo y
se procedió a preparar la petición formal al Papa. El 31 de agosto fue enviado
a Roma, al embajador Manuel de Roda y Arrieta, un expediente para ser entregado
al Papa con los siguientes documentos: petición del rey y de las cortes,
juramento y voto de las cortes tenidos en 1621, e informe de fray Lucas
Ramírez, franciscano de la provincia de los Ángeles, residente la mayor parte
de su vida en el convento de San Antonio de Padua de Sevilla. A él se encomendó
el informe teológico que acompañase a la petición regia ante la curia romana.
Del estudio de fray Lucas se deducía la
oportunidad de pedir el patronato de María Inmaculada para España, que no era óbice
del patronato que ya ostentaba Santiago apóstol. De lo que no estaba muy de
acuerdo el arzobispo de Santiago que escribió una carta al de Sevilla para que
se opusiera a semejante pretensión.
En esto murió la reina María Amalia de
Sajonia. El 27 de septiembre de 1760, recién llegada a España. La noticia de la
muerte llegó a Roma el 18 de octubre y ese día el embajador Roda se dirigió a
Castelgandolfo donde se hallaba la corte pontificia para dar cuenta al Papa de
la luctuosa noticia. El Papa quiso consolar al rey de España con la petición
formulada del patronato. Le dijo al embajador:
–En llegando a Roma tomaré la resolución y
concederé la gracia en los términos más favorables.
El 8 de noviembre, Clemente XIII firmó la
bula Quantum ornamenti y declaró a la Inmaculada Concepción patrona de
España, de las Indias y de todos sus reinos.
En Sevilla, el aluvión de fiestas y
procesiones fue tan numeroso como siempre. Carlos III, por carta firmada en
Aranjuez a 2 de junio de 1761, da cuenta a la ciudad de Sevilla del patronato
de la Virgen Inmaculada para todos los reinos de España. El correo llegó a la
ciudad el domingo 14 de junio. Al día siguiente, conocida la noticia por los
canónigos, hubo repique solemne de la Giralda, acompañada por los demás
campanarios de Sevilla.
Y se sucedieron las fiestas. Nuevas fiestas
en Sevilla en honor de la Inmaculada. Duraron seis meses. Iglesias, conventos,
cofradías, unas tras otras, hasta enero de 1662, rivalizaron en el ornato de
sus cultos para festejar el documento pontificio. Según Delgado Pérez de
Cavañas y Sequeiros, nuestro cronista, se hicieron en Sevilla ciento cuarenta y
seis funciones, sin incluir las vísperas. Y se repartieron diecisiete mil
hogazas de pan, cuatro mil raciones de carne y otras limosnas en metálico y
ropas. Todo ello, en el breve espacio de seis meses.
Comenzaron las jerónimas de Santa Paula el
17 de junio, con misa solemne, manifiesto y sermón. Le siguió el 27 el convento
franciscano de San Antonio, con misa, sermón, procesión claustral con la imagen
titulada del Primer Instante. El 28 y 29 de junio se lo reservó la Hermandad de
los Nazarenos, la del Silencio, que se preciaba de ser la primera en emitir el
voto inmaculista. La víspera del 28 hubo «concierto de música, trompas y
clarines» y en la plaza del Duque «se quemaron unos lucidos fuegos de mano». En
la misa solemne del 28, se leyó la antigua fórmula del voto y juramento
concepcionista de 1616 y se le añadió el nuevo título de Patrona de los Reinos
de España e Indias. Ese mismo día, la Casa Grande de San Francisco organizó una
octava, que duró hasta el 5 de julio.
La Hermandad de María Santísima de la
Concepción, venerada en el Postigo del Aceite, hizo un triduo en el convento de
San Francisco los días 11, 12 y 13 de julio. Adornó la plazuela con vistosos
tapices y colgaduras y repartió entre los pobres cuatrocientas raciones de pan.
En agosto, días 7, 8 y 9, triduo y
procesión general en la catedral. El día 6 apareció la Giralda engalanada con
gallardetes de tafetán celeste y blanco. Y por la noche, al canto de vísperas y
toque de oración del Avemaría, se iluminó la Giganta de Sevilla, como la
llamó Cervantes en el Quijote, hasta el cuerpo de campanas, continuándose por
todas las azoteas del templo catedralicio, hasta un total de cuatro mil luces,
acompañadas de las de la Casa Lonja, Audiencia Real, Palacio Arzobispal,
Universidad y Reales Alcázares, el castillo de Triana y las naos ancladas en el
río. Estas hacían sonar salvas de sus cañones, dando a la noche sevillana una
visión colorista de luz y sonido.
Para ver los fuegos de artificio que
saldrían de la Giralda, el cabildo secular invitó al capitular a verlo desde la
balconada del Ayuntamiento. Duraron cerca de una hora y llegaron a formar
letras de luces con la invocación Ave María.
Los días del triduo, se manifestó el
Santísimo a las seis de la mañana. A las ocho y media, la corporación municipal
se dirigía a la catedral para la asistencia a la santa misa, predicada por
canónigos dignidades. En la madrugada del último día, salieron de sus respectivas
capillas quince Rosarios de la Aurora, en recuerdo de los quince misterios, que
confluyeron en la catedral. Por la tarde, salió la procesión portando en andas
la Inmaculada de Montañés. El recorrido, adornado de altares, era el mismo del
Corpus.
El 11 de agosto tocó a la Hermandad de
Sacerdotes de San Pedro Advíncula. Repartieron 1.800 hogazas de pan. Los días
12 a 15, a las capuchinas del monasterio de Santa Rosalía, con jubileo de las
cuarenta horas. El 13 por la tarde, expuesto el Santísimo, un pavoroso incendio
prendió en la iglesia. Pero esto lo contamos en su lugar.
El 15 de agosto fue día grande para el
gremio de Toneleros y su Hermandad de las Tres Necesidades, conocida hoy
popularmente por la Carretería. Celebró el estreno de su nueva capilla en la
calle Varflora, que lo unió con la celebración del patronazgo de la Virgen.
En Santa Ana de Triana, triduo los días 22,
23 y 24 de agosto. Los jesuitas, los días 6, 7 y 8 de septiembre. Los
franciscanos terceros, del 27 al 29 de septiembre. Los dominicos de San Pablo,
el 12 de octubre. Hubo misa solemne con sermón predicado por fray Tomás López,
lector de Teología en cátedra de Prima. Por la tarde, procesión por el claustro
del convento, con la numerosa comunidad dominicana, canónigos, nobleza sevillana
y buena afluencia de pueblo. Los tiempos han cambiado, y de qué modo. La orden
de Predicadores se asocia a todos los festejos inmaculistas de la ciudad.
Y siguen las fiestas en noviembre y
diciembre. Y continuaron al año siguiente en distintos templos.
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