viernes, 1 de diciembre de 2017

Doña María Coronel, envuelta en la leyenda

Mañana sábado, 2 de diciembre, como es tradición anual, será expuesto a los fieles en el Monasterio de Santa Inés de Sevilla el cuerpo incorrupto de doña María Coronel, su fundadora, sugeridora de una de las leyendas más bonitas de Sevilla.
El rey enamoradizo persigue a la dama. Ella, de deslumbrante hermosura, guarda su viudez tras las rejas de un convento. Como los muros no son obstáculo suficiente para el antojadizo rey, la dama realiza un último y supremo gesto trágico: se arroja aceite hirviendo sobre la cara, que le desfigura su hermoso rostro. El rey es don Pedro I de Castilla, para unos el Cruel, para otros el Justiciero. La dama es doña María Coronel. Érase una vez, allá por el siglo XIV, cuando ocurrió esta curiosa leyenda sevillana.
Este 2 de diciembre, además de poder contemplar su cuerpo, que se halla en una urna en el coro de la iglesia del monasterio, se puede comprar los dulces exquisitos de las monjas, entre ellos los célebres bollitos de Santa Inés, e igualmente una nueva edición de la «Historia y leyenda de doña María Coronel», escrita por mí y cuyos derechos de autor cedí al monasterio desde su primera edición en 1980.


Cuando inicié mi estudio sobre su figura para escribir su biografía, me topé con esa inquietante mancha que tiene en el rostro, sugeridora de lo que afirma la leyenda: que se quemó el rostro con aceite hirviendo en el convento de Santa Clara, donde se hallaba recluida. Pedí y se me concedió la necesidad de un reconocimiento médico que avalase con las técnicas modernas los reconocimientos visuales habidos en siglos pasados. Se hizo cargo de ello la Real Academia de Medicina de Sevilla, que nombró una Comisión Especial, formada por su presidente Gabriel Sánchez de la Cuesta, y los académicos José Domínguez Martínez, médico legista; Ildefonso Camacho Baños, analista; Ángel Rodríguez de Quesada y Cobián, electrorradiólogo; Antonio Hermosilla Molina, historiador; José Luis López Campos, histopatólogo; y Eloy Domínguez-Rodiño y Domínguez-Adame, secretario general. También acordó que a dicha Comisión acompañara Francisco Peláez del Espino, especialista en conservación y restauraciones, «con el fin de que aconseje debidamente lo que deba hacerse para la mejor conservación de dichos restos en el futuro».
Y así, el 25 de marzo de 1979, de forma solemne y ante la presencia del notario eclesiástico Manuel Terol, se procedió a la exhumación. Llevado el cuerpo a una sala contigua al coro, los médicos procedieron a su estudio en distintas sesiones con una toma incluso de un pequeño trozo de piel quemada que fue examinada en la Universidad de Granada. Antes de su nueva inhumación, 17 de abril de 1979, el cuerpo de doña María Coronel fue expuesto junto a la reja del coro y pudo ser contemplado muy cerca por el pueblo sevillano —con expectación inusitada y cola interminable— durante los días 15 y 16 de abril, domingo de Resurrección y lunes de Pascua. Doña María Coronel ofrecía a sus devotos un aspecto nuevo: sus monjitas le habían cambiado el hábito de tisú de plata que llevaba desde la exhumación de 1833, y la vistieron con el hábito marrón de las clarisas franciscanas.
El martes de Pascua, 17 de abril de 1979, a las cuatro de la tarde, tuvo lugar la inhumación definitiva en presencia de la Comisión médica y del notario eclesiástico. Tras una sencilla ceremonia religiosa, en la que se leyó una lectura bíblica referente a la resurrección, doña María Coronel fue colocada de nuevo en la urna y ésta cerrada herméticamente. Bajo el pliegue de su manto, una carpeta con la firma de todos los presentes llevaba este lema: «En recuerdo de la exhumación judicial del cuerpo venerable de doña María Coronel (25 marzo - 17 abril de 1979) y como un deseo de perpetuar junto a ella los nombres de las personas que más directamente han intervenido en su reconocimiento médico y en el conocimiento de su vida y de sus virtudes. Que doña María Coronel interceda piadosamente ante Dios por todos nosotros para que nos veamos un día en la incorrupción gloriosa de la definitiva Pascua de Resurrección. Sevilla, Martes de Pascua, 17 abril 1979». En página aparte, y con la firma del arzobispo, se leía: «Este reconocimiento se efectuó bajo el Pontificado del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal D. José María Bueno y Monreal, Arzobispo de Sevilla».
El informe médico ofreció un estudio exhaustivo sobre el cuerpo de doña María Coronel, pero no sacó conclusiones definitivas sobre las manchas cutáneas que se observan en su rostro y pecho. El informe, importante desde el punto de vista médico, dejó un pelillo de desilusión en los muchos devotos de doña María Coronel, que hubieran deseado ver confirmada desde el campo de la medicina su pregunta inquietante:
—¿Verdad que es cierta la quemadura del rostro?
O la del pueblo de Sevilla, curioso de sus leyendas:
—¿Es quemadura o no la mancha del rostro?
La investigación médica no encontró razones científicas «para decidir si la causa de las modificaciones que aparecen fue producida o no por quemaduras». Es decir, mantenía el suspense.
Una última exhumación tuvo lugar el 20 de marzo de 1993 para la restauración del cuerpo y desinfección de bacterias y hongos. Se hallaban presentes la comunidad de Clarisas con su abadesa sor Mercedes de Santa Clara Gaviño; por los padres franciscanos, fray Manuel Tohaces; el historiógrafo de la fundadora, Carlos Ros; y Antonio Hermosilla, médico académico de la Real Academia de Medicina de Sevilla. También el equipo médico venido de Italia y dirigido por el doctor Nazzareno Gabrielli, director del Departamento de Investigaciones Científicas de los Museos Vaticanos, y formado por María Venturini, primario del Hospital de S. Giovannni de Roma, Ezio Fulcheri, anatomopatólogo del Instituto de Arqueopatología de Génova, Riccardo Montacutelli, microbiólogo higienista de la Universidad de Roma La Sapienza, Oriana Maggi, micóloga de la Universidad de Roma La Sapienza, y Massimo Beneditucci, arquitecto.
El cuerpo de doña María Coronel, una vez restaurado, fue expuesto al pueblo sevillano junto a la reja del coro los días 30 de noviembre y 1 y 2 de diciembre de 1993, con gran afluencia de fieles. En la noche del 2 de diciembre, día en que tradicionalmente se expone a la veneración de los fieles, fue colocada de nuevo en su urna.
La investigación dio como resultado que doña María Coronel había vivido con la cara vendada por los signos impresos que hay en ella y ocultaba una herida que no se cicatrizaba, originada por un ácido, sin llegar a demostrarse que fuera aceite hirviendo.
La mancha del rostro, inquietante y sugerente, está ahí. Doña María Coronel sigue envuelta en la leyenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario