domingo, 7 de enero de 2018

La encíclica «perdida» de Pío XI

He leído en estos días pasados el libro del teólogo Hans Küng «Siete papas», es decir, los siete últimos Papas con los cuales él ha convivido, desde Pío XII hasta el papa Francisco. El libro me ha interesado porque me ha hecho revivir a mí también los papas que han coincidido con mi vida. Pero si tuviera que hacer una crítica del libro de Küng, sabiendo el ego subido que tiene –que parece que habla más ex cáthedra que los propios papas–, hay que tomar su libro con reserva. Salva tan solo al papa Luciani (Juan Pablo I), porque vivió 33 días papales; al papa Francisco, que llevaba tan solo dos años de papado cuando acabó su libro; y en parte a Juan XXIII. Pero es demasiado cruel con Pío XII, Juan Pablo II y Benedicto XVI, a pesar de que éste, compañeros de cátedra que fueron, le recibiera en Castelgandolfo, residencia de verano de los papas, y estuviera con él toda una tarde, más de cuatro horas entre el despacho papal, paseo por los jardines e invitación a la cena. Y a pesar de ello…


Papas Pío XI y Pío XII

El papado de Pío XII –criticado por Küng desde todos los ángulos– no me es ajeno, a pesar de que murió cuando yo tenía diecisiete años. Le he dedicado algún tiempo a estudiarlo y fruto de ello ha sido mi libro titulado «Pío XII versus Hitler y Mussolini». Creo con perdón que en la relación de Pío XII con respecto a los judíos, en concreto, sé yo algo más que el soberbio Hans Küng. Pero me voy a referir aquí a la encíclica inédita de Pío XI contra el racismo y el antisemitismo, de 1938, que quedó sobre su mesa a su muerte. Küng afirma, como muchos otros enemigos de Pío XII, que «Pacelli, ya papa, no la publicó». O sea, que la escondió.
¿Qué sucedió con el borrador de la encíclica Humani generis unitas, que así se llamaba? Pues simplemente que fue a los archivos a la muerte de Pío XI, como los demás documentos que estaban sobre su mesa de despacho.
John Cornwell, el autor de El papa de Hitler, dedica un largo espacio a tratar de este tema y lo titula: «La encíclica ‘perdida’». Llevado de su fobia hacia el papa Pacelli, no tiene rubor de afirmar, sin que aporte ninguna prueba, que «Pacelli lo ocultó» y, más adelante, «enterró el documento en los archivos secretos del Vaticano».
Dejando de lado las fantasías de Cornwell, no hay constancia de que Pío XI llegara siquiera a leerla, ni que satisficiera los sentimientos del pontífice. De hecho, la encíclica hubiera creado serios problemas al Concilio Vaticano II, cuando se promulgó la Declaración Nostra Aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Había en el texto de la encíclica inédita ciertas expresiones, circunstanciales del momento en que fueron escritas, pero dichas como un acto del magisterio ordinario, que no cuadrarían con el escenario posterior de encuentro religioso de la Iglesia con la religión judía.
–No quiero imaginarme –dice en una entrevista el jesuita padre Pierre Blet, profesor de Historia de la Igleisa en la Gregoriana de Roma– qué hubiera sucedido si el Papa hubiese consentido publicar un texto así.
Otros, en cambio, opinan que la promulgación de la encíclica en aquel momento hubiera ayudado a la comunidad cristiana, especialmente la alemana, a calibrar la gravedad del racismo y del antisemitismo y la sensibilización del problema judío.
De hecho, en la primera encíclica de Pío XII, Summi Pontificatus, publicada en octubre de 1939, recoge ideas de la encíclica «escondida». Siete días después de su publicación, 27 de octubre, el New York Times se hace eco de ello:
–Según fuentes de las altas esferas del Vaticano, el tema de la encíclica, en especial en lo que concierne a los estados totalitarios, podría provenir de un mensaje inédito que Pío XI, el predecesor del pontífice actual, escribió al parecer justo antes de su muerte.
La existencia de esta encíclica inédita se conocía ya desde los años cincuenta del siglo pasado en los Estados Unidos, donde vivía el jesuita John LaFarge, pero no el texto. En 1972 el National Catholic Reporter citó algunos artículos. Pero será Georges Passelecq, monje de la abadía benedictina de Maredsous, en la región de Namur, Bélgica, quien publique íntegramente «la encíclica de Pío XI que Pío XII no publicó» en 1995, en unión de Bernard Suchecky, conservador responsable de archivos en el Museo Judío de Bélgica, en Bruselas.
Se avivaron de nuevo las polémicas sobre un presunto comportamiento acomodaticio de Pacelli con relación al régimen hitleriano y este tema se unió al cúmulo de argumentos que atacaban a Pío XII, desde distintos frentes, por sus supuestos silencios.
Pío XII consideró el problema alemán como prioritario desde el mismo momento del inicio de su pontificado. Y trató de actuar con una política de distensión y diplomacia, distinta de su predecesor, que a la larga resultaría igualmente ineficaz, porque enfrente existía un ser imprevisible, llamado Hitler, que por sus acciones se mostraba como un loco y un criminal.
El jesuita Giovanni Sale confiesa que ambas posturas: a favor y en contra de su publicación «parecen plenamente compatibles y nos inducen a pensar que la Iglesia ha perdido una ocasión preciosa en ese momento para denunciar de modo solemne al mundo entero teorías abiertamente contrarias a la doctrina cristiana». Y añade:
–Se equivoca sin embargo quien sostiene que detrás de la frustrada promulgación de la Humani generis unitas hubo inconfesables intrigas curiales, oscuros complots jesuíticos, o cosas por el estilo, tratando de hacer callar al Papa o de obstaculizar su voluntad… Por desgracia, una cierta literatura histórica está más interesada en la leyenda que se ha formado en torno a la «encíclica escondida» o tránsfuga, que al dato documental y a su correcta interpretación.
Otro día, cuando crea oportuno, hablaré del supuesto no apoyo de Pío XII a los obispos holandeses, que, según Küng, «se comprometieron públicamente a favor de los judíos. Así, allí los esbirros nazis tuvieron las manos libres». Creo que Küng anda ya en los noventa y al parecer padece de alzheimer. Sea todo ello en su descargo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario