sábado, 13 de enero de 2018

Auschwitz. ¿Por qué, Señor, callaste?

Desde el 1 de diciembre de 2017 hasta el 16 de junio de 2018 está abierto en Madrid la «Exposición Auschwitz», una emotiva y rigurosa muestra sobre el mayor campo nazi alemán, con más de 600 objetos originales. Se encuentra en el Centro de Exposiciones Arte Canal, Plaza de Castilla, Paseo de la Castellana, 214. Ocasión propicia para recordar una vez más la barbarie humana que supuso el Holocausto, cuyo lugar más emblemático de tanto odio y horror es precisamente el campo de exterminio Auschwitz-Birkenau.


Los tres últimos Papas han visitado este tétrico lugar. Juan Pablo II lo visitó el 7 de junio de 1979 y lo llamó «Gólgota del mundo moderno»:
–Vengo pues y me arrodillo en este Gólgota del mundo moderno, sobre estas tumbas, en gran parte sin nombre, como la gran tumba del Soldado Desconocido. Me arrodillo delante de todas las lápidas de Birkenau, en las que se ha grabado la conmemoración de las víctimas de Auschwitz en las siguientes lenguas: polaco, inglés, búlgaro, cíngaro, checo, danés, francés, griego, hebreo, yidis, español, flamenco, serbo-croata, alemán, noruego, ruso, rumano, húngaro, italiano. En particular, me detengo junto con vosotros, queridos participantes de este encuentro, ante la lápida con la inscripción en lengua hebrea. Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abrahán, que es padre de nuestra fe (cf. Rom 4, 12), como dijo Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo, que ha recibido de Dios el mandamiento de «no matar», ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia. Quiero detenerme, además, delante de otra lápida: la que está en lengua rusa. No añado ningún comentario. Sabemos de qué nación habla. Sabemos qué parte ha tenido esta nación, durante la última guerra por la libertad de los pueblos. Tampoco ante esta lápida se puede pasar con indiferencia. Finalmente, la última lapida: la que está en lengua polaca. Son seis millones de polacos los que perdieron la vida durante la segunda guerra mundial: la quinta parte de la nación. Una etapa más de las luchas seculares de esta nación, de mi nación, por sus derechos fundamentales entre los pueblos de Europa. Un nuevo alto grito por el derecho a un puesto propio en el mapa de Europa. Una dolorosa cuenta con la conciencia de la humanidad. He elegido tres lápidas. Sería necesario detenerse ante cada una de ellas, y así lo haremos…
Benedicto XVI visitó Auschwitz-Birkenau el domingo 28 de mayo de 2006. Comenzó su discurso diciendo:
–Tomar la palabra en este lugar de horror, de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia, es casi imposible; y es particularmente difícil y deprimente para un cristiano, para un Papa que proviene de Alemania. En un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?
El Papa Francisco lo visitó el 28 de julio de 2016, tercer día de su visita apostólica a Polonia, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud Cracovia 2016. Ingresó al campo de concentración a pie, pasando por el portal en el que los nazis escribieron «Arbeit macht frei» (el trabajo te hace libre). Rezó en soledad durante un largo rato para besar después uno de los postes del complejo carcelario. Tuvo un encuentro con sobrevivientes de Auschwitz y oró ante el «muro de la muerte», donde fueron asesinados, con un disparo en la nuca, muchos prisioneros. Visitó también la «celda del hambre», en la que falleció San Maximiliano Kolbe. Escribió en el cuaderno de recuerdos del Museo de Auschwitz un mensaje de piedad y perdón: «Señor, perdona tanta crueldad». Y con una oración en silencio frente al monumento en Auschwitz, el Papa Francisco rindió homenaje a los Justos entre las Naciones, reconocimiento judío para quienes, sin profesar esa religión, los ayudaron durante la persecución alemana en la II Guerra Mundial.
Auschwitz, a 50 kilómetros de Cracovia, en la Alta Silesia, montado sobre un antiguo campamento del ejército polaco, es el símbolo de la barbarie nazi, sinónimo de Shoah, sinónimo de Holocausto. Construido en mayo de 1940, en la línea férrea entre Katowice y Cracovia cerca de Oswiecim, fue concebido en principio como campo de concentración de prisioneros polacos, pero en 1942 se transformó, cuando se tomó la decisión de la «solución final», en un verdadero campo de exterminio, donde murieron más de un millón de personas, la mayoría de ellas judíos.
Entre ellos, también Edith Stein, filósofa judía convertida al cristianismo, ingresada en un convento de carmelitas descalzas con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz y gaseada en Auschwitz el 9 de agosto de 1942. La Iglesia la ha elevado a los altares y la ha proclamado patrona de Europa.
Auschwitz era, como dejó escrito un superviviente ruso:
—Muerte, muerte, muerte: muerte por la noche, muerte por la mañana, muerte por la tarde… La muerte estaba presente en todo momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario