Jovellanos iba para obispo, eso dicen. Se
disponía en Madrid a opositar para la canonjía doctoral de la catedral de Tuy,
cuando su tío, el duque de Losada, y otros amigos le convencieron para que
ingresara en la magistratura. Y así, en octubre de 1767 fue nombrado alcalde de
la Cuadra o del Crimen de la Audiencia de Sevilla. El 29 de marzo de 1768, Martes
Santo aquel año, un joven de 24 años tan sólo, cuerpo esbelto y airoso, cabeza
erguida, brazos y piernas larguiruchos, tomaba posesión de su cargo en la
Audiencia de Sevilla y pronunciaba su primer discurso.
Atrás dejó su Gijón natal donde nació el 5
de enero de 1744, su vida de seminarista y sus estudios en Ávila y Alcalá.
Sevilla sazonará y dará ese toque de experiencia y brillantez que no le
abandonará en toda su vida al personaje más representativo de la Ilustración.
Diez años pasó a la orilla del Guadalquivir despachando en la Audiencia
sevillana de la plaza de San Francisco, frente al Ayuntamiento. Constaba la
Audiencia de dos salas. La sala de lo civil, regida por oidores, y la sala de
lo criminal, por alcaldes del Crimen. Jovellanos pasó por las dos puesto que,
si se inició en la sala de lo criminal, pasó en 1774 a ser oidor.
La toga le ofrece en Sevilla el prestigio
de tan importante cargo y ese aire progre que Jovellanos le imprimió al
suprimir de su testa las tediosas pelucas empolvadas que entraban en el
vestuario protocolario de los magistrados. Antes de venir a Sevilla, Jovellanos
quiso despedirse del conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla.
Aranda le dice:
–No se corte usted su hermosa cabellera; yo
se lo mando. Haga usted que se la ricen a la espalda y comience a desterrar
tales zaleas, que en nada contribuyen al decoro y dignidad de la toga.
Nocedal, el biógrafo de Jovellanos, añade:
«Fue sin duda Jovellanos el primer magistrado que dejó de usar la peluca de
estilo. Su gesto fue imitado por otros tan pronto como se supo que tal era el
deseo del presidente del Consejo de Castilla».
Por eso, estoy seguro que, cuando pronunció
su discurso de ingreso en la Audiencia aquel 29 de marzo de 1768, Jovellanos
lucía su cabello rizado natural que levantó las críticas de viejos magistrados.
Junto a la toga, Jovellanos gozó en Sevilla
de nuevas experiencias: la amistad, la literatura y el amor. Su amistad se
enriqueció en torno a la tertulia que en el Alcázar aglutinaba el recién
llegado Asistente Olavide. En Sevilla había otras tertulias de ilustrados, como
la del conde del Águila, la del cardenal Solís o la del duque de Alba. Pero el
peruano Olavide, traductor de Voltaire, traía el aire renovador del espíritu
francés.
La literatura le llevó en esos primeros
momentos por la poesía amorosa, de la que fue un mediano versificador, firmando
con el nombre poético de Jovino. Detrás de los nombres de Almena,
Enarda, Galatea, Belisa o Clori se escondía la hija del Asistente, de la que se
enamoró. Si correspondido en parte, el amor se quebró:
...mas diste ingenua a
otro tu albedrío,
a otro que, ausente yo,
fingió quererte.
Jovellanos no llegó a casarse. Toda su vida
fue una dedicación al estudio y a crear iniciativas, propias de un espíritu
ilustrado. Cuenta Nocedal cómo Jovellanos estableció en Sevilla «escuelas
patrióticas de hilaza, buscó por sí mismo los edificios en que se debían
plantear, maestros expertos que supiesen dirigir, tornos y lino para las
discípulas; proporcionó recursos; hizo el reglamento por el que todas se habían
de gobernar y propuso premios para las que hiciesen mayores progresos.
Introdujo en la provincia un modo de perfeccionar la poda de los olivos y la
elaboración del aceite, trabajando mucho, y no sin algún resultado, en mejorar
el beneficio de las tierras, los instrumentos agrarios y las pesquerías de las
costas de aquella parte del Océano; procuró introducir el uso de los prados
artificiales, y con sus consejos y socorros auxiliaba a gran número de
inteligentes artistas y de menestrales honrados».
En 1778 marchó a Madrid nombrado alcalde de
Corte. No volvería hasta 1808, formando parte de la Junta Central que se
estableció en Sevilla huyendo de los franceses. Jovellanos ya es el hombre
maduro, admirado en España como hombre de bien, que ha elaborado el Informe
sobre la Ley Agraria, ministro de Gracia y Justicia, nueve meses
justamente, el tiempo de un parto, destierro a su tierra asturiana, destierro
más cruel a Mallorca... En fin, la larga y azarosa vida de este hidalgo
gijonés, que muere en su tierra el 27 de noviembre de 1811.
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