martes, 27 de marzo de 2018

Gaspar Melchor de Jovellanos, un ilustrado


Jovellanos iba para obispo, eso dicen. Se disponía en Madrid a opositar para la canonjía doctoral de la catedral de Tuy, cuando su tío, el duque de Losada, y otros amigos le convencieron para que ingresara en la magistratura. Y así, en octubre de 1767 fue nombrado alcalde de la Cuadra o del Crimen de la Audiencia de Sevilla. El 29 de marzo de 1768, Martes Santo aquel año, un joven de 24 años tan sólo, cuerpo esbelto y airoso, cabeza erguida, brazos y piernas larguiruchos, tomaba posesión de su cargo en la Audiencia de Sevilla y pronunciaba su primer discurso.
  

Atrás dejó su Gijón natal donde nació el 5 de enero de 1744, su vida de seminarista y sus estudios en Ávila y Alcalá. Sevilla sazonará y dará ese toque de experiencia y brillantez que no le abandonará en toda su vida al personaje más representativo de la Ilustración. Diez años pasó a la orilla del Guadalquivir despachando en la Audiencia sevillana de la plaza de San Francisco, frente al Ayuntamiento. Constaba la Audiencia de dos salas. La sala de lo civil, regida por oidores, y la sala de lo criminal, por alcaldes del Crimen. Jovellanos pasó por las dos puesto que, si se inició en la sala de lo criminal, pasó en 1774 a ser oidor.
La toga le ofrece en Sevilla el prestigio de tan importante cargo y ese aire progre que Jovellanos le imprimió al suprimir de su testa las tediosas pelucas empolvadas que entraban en el vestuario protocolario de los magistrados. Antes de venir a Sevilla, Jovellanos quiso despedirse del conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla. Aranda le dice:
–No se corte usted su hermosa cabellera; yo se lo mando. Haga usted que se la ricen a la espalda y comience a desterrar tales zaleas, que en nada contribuyen al decoro y dignidad de la toga.
Nocedal, el biógrafo de Jovellanos, añade: «Fue sin duda Jovellanos el primer magistrado que dejó de usar la peluca de estilo. Su gesto fue imitado por otros tan pronto como se supo que tal era el deseo del presidente del Consejo de Castilla».
Por eso, estoy seguro que, cuando pronunció su discurso de ingreso en la Audiencia aquel 29 de marzo de 1768, Jovellanos lucía su cabello rizado natural que levantó las críticas de viejos magistrados.
Junto a la toga, Jovellanos gozó en Sevilla de nuevas experiencias: la amistad, la literatura y el amor. Su amistad se enriqueció en torno a la tertulia que en el Alcázar aglutinaba el recién llegado Asistente Olavide. En Sevilla había otras tertulias de ilustrados, como la del conde del Águila, la del cardenal Solís o la del duque de Alba. Pero el peruano Olavide, traductor de Voltaire, traía el aire renovador del espíritu francés.
La literatura le llevó en esos primeros momentos por la poesía amorosa, de la que fue un mediano versificador, firmando con el nombre poético de Jovino. Detrás de los nombres de Almena, Enarda, Galatea, Belisa o Clori se escondía la hija del Asistente, de la que se enamoró. Si correspondido en parte, el amor se quebró:

...mas diste ingenua a otro tu albedrío,
a otro que, ausente yo, fingió quererte.

Jovellanos no llegó a casarse. Toda su vida fue una dedicación al estudio y a crear iniciativas, propias de un espíritu ilustrado. Cuenta Nocedal cómo Jovellanos estableció en Sevilla «escuelas patrióticas de hilaza, buscó por sí mismo los edificios en que se debían plantear, maestros expertos que supiesen dirigir, tornos y lino para las discípulas; proporcionó recursos; hizo el reglamento por el que todas se habían de gobernar y propuso premios para las que hiciesen mayores progresos. Introdujo en la provincia un modo de perfeccionar la poda de los olivos y la elaboración del aceite, trabajando mucho, y no sin algún resultado, en mejorar el beneficio de las tierras, los instrumentos agrarios y las pesquerías de las costas de aquella parte del Océano; procuró introducir el uso de los prados artificiales, y con sus consejos y socorros auxiliaba a gran número de inteligentes artistas y de menestrales honrados».
En 1778 marchó a Madrid nombrado alcalde de Corte. No volvería hasta 1808, formando parte de la Junta Central que se estableció en Sevilla huyendo de los franceses. Jovellanos ya es el hombre maduro, admirado en España como hombre de bien, que ha elaborado el Informe sobre la Ley Agraria, ministro de Gracia y Justicia, nueve meses justamente, el tiempo de un parto, destierro a su tierra asturiana, destierro más cruel a Mallorca... En fin, la larga y azarosa vida de este hidalgo gijonés, que muere en su tierra el 27 de noviembre de 1811.

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