Hoy, 2 de marzo, es la fecha de la muerte
de Sor Ángela de la Cruz, acaecida en el año 1932. Fue «camino de la tertulia»,
como ella decía con gracia andaluza. Pues en el cielo se encontró con es
tertulia de santos a los que ella tenía especial devoción.
He aquí esa curiosa lista de los santos de
la devoción de Sor Ángela constituidos en santos protectores del Instituto de
la Compañía de la Cruz, por ella fundado. En total, dieciséis. A saber: Santos
Ángeles Miguel y Rafael, Patriarca San José, San Francisco de Asís, San Pedro
de Alcántara, San Cayetano, San Juan de Dios, San Félix Cantalicio, San Nicolás
de Bari, San Roque, San Antonio de Padua, San Benito José de Labre; y, pasando
al elemento femenino, Santa Ana, Santa Martina, Santa Clara y Santa Isabel de
Hungría.
Son los amigos de Sor Ángela.
¿Tal vez los escogió por afinidad de su
espíritu con el de ellos? Ay, qué sé yo. Es un elenco demasiado complejo y
variopinto para pensar en tal cosa.
Patriarca San José... Bueno, aquí hay un
rosario de motivaciones para que Sor Ángela le tenga una especialísima devoción
al bueno del Patriarca. Su madre se llamaba Josefa y tenía la costumbre de procurar
que todos los niños del barrio de Santa Lucía fuesen bautizados. Si eran
varones, madre Josefa deseaba que se llamasen José. San José es también titular
de la Casa Madre: fue a él precisamente a quien Sor Ángela pasó la papeleta de
encontrar casa espaciosa donde se ubicase definitivamente el Instituto. Y el
bueno de San José lo concedió puntualmente. A San José acude en sus rezos la
Compañía de las Hermanas de la Cruz y es el especial protector en los
ejercicios espirituales. O séase, que San José es un protector pero que muy especial.
Luego sigue la lista de los demás santos.
Primero de todos, San Francisco de Asís.
Sor Ángela ha querido ser un fiel calco en la pobreza del Poverello de
Asís, pobreza en vida y en muerte. Esto dejó escrito en sus Papeles de
Conciencia:
–Serán hijas de
San Francisco de Asís, Hermanas terceras, y los domingos y días de fiesta, en
vez de la parte del rosario, rezarán la corona... Cuando enferme en la cama, no
entrará nadie a verla. Y si a la última hora pide morir como su padre San
Francisco se le concederá morir en la tarimita; después su mortaja será el
hábito que le servía en casa y sus sandalias. Se pondrá de cuerpo presente en
el dormitorio y cuatro velas, y nadie la verá, sólo el padre, que le dirá
algún responso... Si alguna quiere más pobreza todavía, las condiciones que
Dios le inspire las dejará escritas para poder cumplirlas; si quiere más
grandeza, que no entre en la Compañía, que no da más que eso.
San Cayetano es el protector del noviciado.
Fundó los Teatinos que vivían exclusivamente de las limosnas amparados en la
Providencia de Dios. Incansable en el servicio a los enfermos y apestados, San
Cayetano fue llamado el «cazador de almas». No está lejos de su estilo el
estilo de Sor Ángela.
San Juan de Dios, otro coloso de la
caridad, el loco de Granada por amor de Dios. San Félix de Cantalicio, lego
franciscano italiano, que brilló por la caridad con los necesitados y los
desvalidos. San Nicolás de Bari, el santo popular y legendario, el Santa
Claus que trae juguetes a los niños por Navidad. San Roque, el peregrino
de Montpellier, que recorre las ciudades de Italia cuidando a los enfermos de
la epidemia de peste. En Piacenza, donde pilla la terrible enfermedad, un perro
le trae diariamente un trozo de pan y le lame la úlcera de la pierna. San
Antonio de Padua, entre los primeros de la devoción popular, también de Sor
Ángela este santo milagrero y franciscano. Se cuenta de él que en Rímini no
quisieron oír su predicación. Marchó a la orilla del mar y comenzó a predicar a
los peces que acudieron presurosos asomando sus cabecitas sobre el agua. San
José de Labre, el mendigo del Coliseo, de quien ya hemos dado cuenta.
Y llegan las mujeres. Santa Ana, madre de
la Virgen y patrona del hogar doméstico. Santa Martina, en recuerdo de la santa
del día de su nacimiento: Sor Ángela recibió en el bautismo como segundo nombre
Martina. Santa Clara, la «plantita del bienaventurado Francisco», como se
denominó en su testamento y que se propuso como meta la pobreza absoluta y la
sencillez de vida. Y Santa Isabel de Hungría, la duquesa magnánima que, llevaba
de su caridad para con los pobres, se atrevió a llevar a un leproso a su
alcoba. El duque enfadado quiso vengar la injuria pero al fijarse en el leproso
vio en su lugar al mismo Jesucristo. A la muerte de Santa lsabel, ya viuda, los
pajarillos cantaban sobre su lecho.
Estos son los amigos santos que Sor Ángela
puso por protectores de su Instituto. Los amigos de su devoción. No son los
únicos. Que todos los santos son sus amigos. Prueba de ello: la fiesta de Todos
los Santos, que el Instituto celebra con especial solemnidad y devoción.
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