Estos días pasados, entre otras noticias,
sobresale la entrada en la prisión de Brieva (Ávila) de Iñaki Urdangarin,
esposo de la infanta Cristina, hermana mayor del rey Felipe VI. Ahí cumplirá la
pena de cinco años interpuesta por el Tribunal Supremo. Este Iñaki se creía el
Rey del Mambo y sólo era un deportista de élite de balonmano. El rey era su
suegro, no él. Y ahora cumple condena por su mala cabeza.
–Esta gente también necesita misericordia.
Lo dice sor Carmen Blázquez, religiosa
adoratriz que lleva 22 años visitando esta cárcel de mujeres de Brieva, donde
hay un módulo para hombres, en el que estuvo hace unos años el que fuera director
general de la Guardia Civil, Luis Roldán.
Precisamente, Luis Roldán le ha dado diez
consejos a Urdangarin. El quinto es:
–Leer la Biblia. Hay que tener vida
interior, te ayuda en los momentos difíciles.
Parece que al entrar ya ha preguntado
Urdangarin por los horarios de misas y lleva consigo un rosario. Todo ello le
será necesario para mantener vida interior en la soledad en la que se va a
encontrar.
Sor Carmen Blázquez y
Padre Leonardo Castillo.
La religiosa Carmen Blázquez, por su parte,
cuyo carisma principal de su Instituto es la acogida de mujeres maltratadas y
procedentes de la cárcel, ha aprendido en su larga trayectoria con reclusas de
que «no hay que juzgar a nadie». Y confiesa:
–Visitar a los presos te adentra en el
misterio de la vida de Dios. Eso lo tengo yo muy claro.
En su soledad, puesto que en su módulo de
hombres está él solo, Urdangarin podrá encontrar en esta monja el consuelo espiritual
que todo penado necesita.
Este caso me ha traído a la memoria la
figura de un cura sevillano, biografiado por mí, Padre Leonardo Castillo, que,
entre otras muchas de sus actividades –Delegado diocesano de Cáritas Diocesana e
inspirador de los «Costaleros para un Cristo Vivo»– fue también Capellán de la
Cárcel de Sevilla. Tan grata era su presencia, que, a su muerte en 2005, se
rotuló el paseo de entrada a la cárcel con el nombre de «Avenida del Padre
Leonardo Castillo».
Lo mismo da que se trate del aristócrata y
poderoso o del indigente, del maletilla que comienza o del que es ya figura,
del extraño y del conocido. Hay que ayudar y Leonardo, no sólo «echa una
mano»», sino que se mete él mismo en la piel de quien lo necesita.
Es el propio Leonardo quien confiesa sus
experiencias:
–Personalmente, raro ha sido el día, y han sido muchos en mi
vida, que no haya aprendido algo en mi trato con los presos. Decía que una de
las características que siempre me impresionó en la cárcel fue la Bondad que se
percibe. Siempre se ha dicho que los extremos se tocan y estos extremos no sólo
se ven, sino que se palpan en la cárcel. He conocido reclusos con nombre y
apellidos que han cometido delitos abyectos o acciones antihumanas y esa misma
persona ha sido capaz de lo más sublime. Entre muchísimos casos, he conocido a
una persona que cometió un delito abominable. Esta persona, que fue capaz de
algo tan perverso, en sus primeras semanas de cárcel se presentó en la
enfermería y se convirtió en «madre» de un recluso en fase terminal de sida,
abandonado de su familia. Lo lavaba, estaba pendiente de las medicinas que
debía tomar y pidió ser trasladado a la habitación del enfermo. Una acción
plenamente cristiana y heroica. La cárcel me ha llevado a muchas
consideraciones. Una de ellas es el convencimiento de que la Cárcel y la
Enfermedad son dos pobrezas absolutas. Hay muchas clases de pobrezas que son
relativas. No tienes comida y puedes comer hierba. No tienes ropa y puedes
taparte las partes pudendas con hojas secas o cartón. No tienes casa y puedes
dormir bajo un puente. Pero estar enfermo y que te tengan que hacer todo, sin
poderte valer por ti mismo, o privado de libertad, uno de los mayores dones del
hombre, éstas sí que son pobrezas absolutas.
Y también:
–Después de charlar con los reclusos, me
vino a la mente la frase de Pío XII: «Muchas personas son malas porque no han
sido amadas suficientemente». El mal es esa falta de amor de la que murió, por
ejemplo, el duque de Feria. Mire, el ochenta por ciento de los presos que están
en la cárcel es por falta de amor.
El Padre Leonardo tenía una atención
especial a personas que, como Urdangarin, pertenecían a la alta sociedad y se
hallaban en la cárcel. Caso del duque de Feria, Rafael Medina, que ingresó en
1993 en prisión por corrupción de menores y tráfico de drogas. O el caso de Manuel
Prado y Colón de Carvajal, descendiente directo de Cristóbal Colón y
administrador privado del Rey Juan Carlos I durante más de 20 años.
Personas estas, me decía, más necesitadas
de consuelo que los presos comunes. Me contó una anécdota curiosa. Manuel Prado
era manco del brazo izquierdo, a consecuencia de un accidente de circulación que
tuvo a los 18 años, y los presos, porque en Sevilla hay gracia de sobra, le
decían:
–Don Manuel, ¡hay que ver lo que ha robado
usted, y eso que sólo tiene usted una mano!
La labor en el Centro Penitenciario Sevilla
I no se ha interrumpido y el aura del Padre Leonardo flota en el ambiente y en
la obra de los voluntarios costaleros que allá acuden. También, la magia de la
Navidad llega a la cárcel con la presencia de los Magos el día de Reyes, que
acuden para alegrar la existencia de los reclusos. El día de Reyes de de 2017,
el rey Melchor estuvo representado por el cantante José Manuel Soto, el rey
Gaspar por el torero Francisco Rivera «Paquirri» y el rey Baltasar
por José Ángel Velázquez, delegado general de Empresa de la Caixa.
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