En toda biografía hay siempre una pequeña
traición, al relatar el perfil del biografiado de una manera aproximativa.
¡Qué difícil es traer a lo visible lo
invisible, describir el lento trayecto espiritual de un hombre tocado por la
gracia! Nos pasa fundamentalmente con Jesús de Nazaret, donde toda biografía
fracasa y el único recurso de la
Iglesia sea siempre la lectura continuada de los Evangelios.
Y pasa con Francisco de Asís. Ya lo decía Renan, cuando expresó que «se puede decir que, después de Jesús, Francisco de Asís
es el único perfecto cristiano».
Precisamente, hace unos años, en el
festival de Cannes de 1989, se presentó un nuevo film sobre san Francisco de
Asís. Lo que se dice de la escritura se puede decir de la imagen. ¿Quién tiene
la patente de poder captar en imágenes la hondura espiritual de un santo del
tamaño de san Francisco? Ordinariamente, estos filmes sobre los santos —o sobre
el mismo Jesús, y casos recientes y escandalosos lo tenemos en la mente—, no
logran penetrar en la grandeza del personaje y en la fuerza de su santidad.
Al menos la cineasta italiana Liliana
Cavani lo ha intentado. Suyo es este filme. Y, aunque atea, siempre ha sentido
debilidad por el Poverello. En 1966, le consagró su primer largometraje.
Aquel primer Francisco de Asís resultó un hippy antes de tiempo que se
alzaba en nombre de la justicia social. Veintitrés años después, en el festival
de Cannes, la Cavani
presentó un nuevo Francisco que vive serenamente, desde el interior, su camino
hacia Dios, Dios solo.
Liliana Cavani ha querido hacer una
película para «todos los que son como yo...», expresó. Ante la reacción
«furibunda» con que fue recibido su filme –hubo una enorme
bronca en la presentación de esta película–, contestó: «Aquí existe el reino de
la precipitación y de la frivolidad. Vosotros, los franceses, no soportáis que
se os hable de Dios y de la religión. Tenéis miedo de hablar de ello. Yo soy
atea, pero comprendo que la religión es un instinto fundamental del hombre. Y
no tengo miedo de abordar este tema...».
La utopía maravillosa de la fraternidad que
hay en Francisco de Asís es lo que fascina a la Cavani. «Es el deseo de profundizar el aspecto
religioso del personaje lo que me ha empujado a contar por segunda vez la
historia de Francisco. Los jóvenes, hoy, no le conocen. Su nombre va siempre
asociado a los animales... En el primer filme sobre él, había hecho una lectura
parcial de Francisco, no viendo en él más que un hombre que obraba en nombre de
la justicia, el utópico de la fraternidad que aplica el Evangelio a la letra.
En mi nuevo filme, conserva las características «sociales», pero es algo más:
es un hombre que descubre las «huellas» de un camino que le conducirá a Dios.
Porque es del contacto con Dios de donde nace y se explica el amor de Francisco
hacia todos los hombres...».
Tras veintitrés años, confiesa la Cavani,
había logrado un filme más aproximativo de la vida de Francisco, que siempre le
fascinó. Pero lo que cuenta en ella es su honradez en el relato y afán de
emulación. Sirva ello para todos nosotros. En el camino de la santidad, nuestro
caminar siempre será aproximativo del santo de nuestra devoción y,
fundamentalmente, de Jesús de Nazaret. Si, además, nos proponemos relatar sus
hechos, por la imagen o la letra, ay, entonces, sucede el esfuerzo fatigante de
manosear la cáscara sin saber muchas veces llegar al meollo del fruto. Pero
resulta un esfuerzo apasionante.
Su primer biógrafo, Tomás de Celano, ante
la personalidad misteriosa de Francisco de Asís, dejó la pluma para decir: «Es
mejor que calle», porque ninguna palabra logrará repetir «el misterio original
y genial encerrado en san Francisco».
En 1939, Pío XII le tributó un reconocimiento
oficial al «más italiano de los santos y al más santo de los italianos»,
proclamándolo patrono principal de Italia. Y en 1979, Juan Pablo II lo proclamó
patrono celestial de los ecologistas.
Solo comentar la labor de los franciscanos en Tierra Santa.
ResponderEliminar