Madrid, 10 de enero de 1889. En la calle
Arco de Santa María nacen dos niñas gemelas. A la primera, Nazaria Ignacia, la
pusieron en un cajón medio abierto de una cómoda mientras nacía su hermana
Amparo. Y a las dos mellizas se les administró el bautismo de socorro. Más
adelante, 11 de abril, se realizaron los ritos complementarios en la iglesia de
San José, de la calle de Alcalá.
Su padre José Alejandro March, de Alicante
y ascendencia catalana, marino mercante, y su madre Nazaria Mesa, andaluza de
Sanlúcar la Mayor, tuvieron 18 hijos, de los que sobrevivieron 10.
Ese día, qué casualidad, 10 de enero de
1889, lejos de Madrid, en Lisieux (Francia), una jovencita tomó el hábito de
carmelita descalza con el nombre de Sor Teresita del Niño Jesús.
A Nazaria no le sienta bien el frío de
Madrid. Y sus padres la envían a casa de los abuelos maternos en Sanlúcar la
Mayor. Pronto los abuelos buscarán casa en Sevilla para su hija y sus nietos,
con un padre que anda siempre embarcado. La fortuna familiar, por desgracia, ha
venido a menos.
El convento del Espíritu Santo está regido
por las Comendadoras del Espíritu Santo, orden creada en Francia a fines del siglo
XII por el beato Guido de Montpellier, llamado «el siervo de los pobres», para
el cuidado hospitalario de los enfermos y desvalidos. Inocencio III
(1198-1216), nada más subir al solio pontificio, aprobó la orden (22 abril
1198) y entregó al cuidado del beato Guido y sus colaboradores el gran Hospital
de Sancti Spiritus, que mandó construir en Roma, para recoger a los numerosos
niños expósitos abandonados.
Rápidamente, la obra de Guido se extendió
por diversos países. A España llegó a principios del siglo XIII. De aquellos
inicios aún pervive el convento de Puente la Reina (Navarra), fundado en 1268.
A Andalucía llegó en el siglo XIV, con fundaciones en El Puerto de Santa María,
Rota, Jerez, Guadalcanal, Morón, y Sevilla. La fundación de Sevilla se debe a
doña María de Aguilar, malagueña. En 1534 partió hacia Roma, donde tomó
contacto con el comendador mayor de la orden del Espíritu Santo, Fr. Francisco
de Landis, a quien confió el deseo de fundar un monasterio. Admitida su
petición, el mismo comendador le impuso el hábito del Espíritu Santo (túnica de
estameña blanca con la correa agustiniana, escapulario negro con la cruz
patriarcal de doce puntas y manto azul con la misma encomienda). Y con una bula
(5 diciembre 1538) para fundar en los reinos de España, doña María de Aguilar
vino a Sevilla con la ilusión de erigir un monasterio.
Fundó hacia 1542 en la collación de San
Juan de la Palma, pero encontró no pocas dificultades. Obtenido el permiso de
la autoridad eclesiástica, siempre reticente a concederlo, por haber en Sevilla
demasiados conventos y por una repugnancia natural a admitir una nueva
institución exenta de su jurisdicción y visita canónica, recibe otras
oposiciones, por distraer hacia sí unas limosnas que hasta entonces acudía a
conventos similares. Doña María de Aguilar se dirigió al nuncio en defensa de
sus derechos a sostener su fundación, avalada por bula papal. Pero el nuncio no
le fue favorable y determinó volver a Roma. En la Ciudad Eterna recibe unas
letras expedidas por un juez de la Cámara Apostólica del papa Paulo III en la
que se confirma la bula de 1538 y prohíbe con diversas penas que nadie
interfiera en la reciente fundación sevillana. Vuelta a Sevilla, continúa su
fundación que rige como abadesa –según crónica antigua de la orden– durante
doce años.
En la fundación fue secundada por varias
mujeres devotas, entre las que cabe destacar a doña Inés Méndez de Sotomayor,
viuda de don Luis Hernández Portocarreño, que sucedió a la fundadora en el
puesto de abadesa en 1554, y entregó toda su hacienda al monasterio. Según
Morgado, que escribió su Historia de Sevilla cincuenta años después de
la fundación, se dedicaron a recoger niñas huérfanas y pobres, a las que
enseñaban «a leer, escribir, rezar, cantar, y en especial a saber servir y
temer a nuestro Señor». De ahí le vino a la calle por este tiempo el nombre de Niñas
de la Doctrina.
En 1711, el arzobispo Manuel Arias compró
contiguo al convento del Espíritu Santo unas casas para la fundación de un Colegio
de Niñas Nobles que sería regido por las monjas del Espíritu Santo. Según
disposiciones del arzobispado, las colegialas habían de ser doce, tener
cumplido los siete años y no exceder de diez, ser de conocida nobleza, y
pobres; estarían en el Colegio hasta los diecisiete años, en cuyo tiempo, si
deseasen ser religiosas en convento de vida común, se les proporcionaría la
dote. Al cardenal Arias le costó esta obra más de 230.000 ducados y tuvo inicio
en septiembre de 1715.
Este Colegio de Niñas Nobles ha durado
hasta los años sesenta del siglo XX, convertido en colegio de enseñanza básica,
ya desaparecido también, hoy Casa de Espiritualidad. Y entre sus alumnas, cabe
resaltar a Nazaria Ignacia March, que pasado los años fundó en Bolivia en 1925
las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. El Beato Marcelo Spínola le dio en 1902
el sacramento de la Confirmación. Conoció al jesuita Venerable Padre Tarín, que
daba charlas en el convento del Espíritu Santo, y de ahí su deseo de
convertirse un día en «misionero jesuita». Un día le dijo el Padre Tarín:
–Dentro de tres años realizará lo que
quiere y más tarde lo que desea.
En 1906, Nazaria, con 17 años, marchó a
México con toda la familia. El padre pensaba que en América podría rehacerse de
su mala fortuna. Antes, Nazaria visitó a Madre Angelita, santa Ángela de la
Cruz, y le pidió ingresar de Hermana. Pero Madre Angelita le contestó:
–No, aquí no… Vaya a América. Usted volverá
de allí con compañeras.
En México, Nazaria ingresará en las
Hermanitas de los Ancianos Desamparados (primera predicción del Padre Tarín),
vendrá a España para hacer el noviciado en la Casa Noviciado de Palencia, y volverá
a América, donde en Oruro (Bolivia), salida de las Hermanitas, fundará las
Misioneras Cruzadas de la Iglesia (segunda predicción del Padre Tarín).
En 1934, ya fundadora, vendrá a Sevilla,
con la Madre Rosario González Vélez, boliviana, y con su secretaria, Madre
Carmela Cano, peruana, que plantarán en España la semilla de la nueva
congregación religiosa. Santa Ángela de la Cruz había hablado también con voz
de profeta.
Madre Nazaria murió en Buenos Aires el 6 de
julio de 1943. Años más tarde, en 1972, sus restos fueron llevados a Oruro,
lugar de la fundación. En 1992, fue beatificada por Juan Pablo II, y mañana, 14
de octubre, será canonizada en Roma junto al papa Pablo VI y el arzobispo de
San Salvador, Óscar A. Romero.
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