Hoy, 16 de octubre, se cumplen 40 años de
la elección del cardenal polaco Karol Wojtyła, arzobispo de Cracovia, 58 años,
como papa con el nombre de Juan Pablo II. Primer papa eslavo y primer papa no
italiano después de cuatro siglos y medio, desde 1522, tras un cónclave que
necesitó dos días y ocho votaciones.
Al salir al balcón de la Basílica de San
Pedro, su primera palabra fue: «Hermanos». Y a continuación dijo algo que nos
ha sonado más recientemente en la elección del papa Francisco:
–Los cardenales lo han llamado de un país
lejano; lejano, pero siempre muy vecino en la comunión en la fe y en la
tradición cristiana.
Después de la sorpresa de la elección un
mes y pico atrás del papa Juan Pablo I, casi desconocido y fuera de todo
pronóstico, aparecen ahora los cardenales eligiendo a un polaco. Como escribió
Martín Descalzo, en ABC:
–Con su elección nos hemos topado una vez
más, de bruces, con el Espíritu Santo. Tampoco esta vez es que los periodistas
no hubiéramos sabido olfatear lo que los cardenales preparaban. En realidad, el
número de cardenales que pudieron pensar en su nombre antes de entrar en el
Cónclave podría contarse con los dedos de una mano. Es esta una candidatura
surgida fuera de todos los cálculos humanos, al margen de grupos y de intrigas,
bajo el fuego de la hora de la verdad en el interior del Cónclave.
Tensión sí que hubo dentro del Cónclave. No
fue fácil, sino un Cónclave duro en el que los cardenales tuvieron que vencer
la resistencia de la Curia que quería colocar al conservador Giuseppe Siri, arzobispo
de Génova, frente a su adversario histórico Giovanni Benelli, arzobispo de
Florencia.
Días después de su elección, en la
inauguración solemne de su pontificado, el domingo 22 de octubre, será
recordado el papa Wojtyla por aquellas palabras que resonaron en la plaza de
San Pedro ante cardenales, reyes –entre ellos, los de España Juan Carlos y
Sofía–, cuerpo diplomático y más de doscientas mil personas:
–¡No tengáis miedo! Abrid de par en par las
puertas a Cristo. Os lo suplico, os imploro con humildad y confianza: dejad a
Cristo que hable al hombre… ¡No tengáis miedo! Cristo sabe lo que hay dentro
del hombre. Sólo Él lo sabe.
Ese grito de «¡No tengáis miedo!» ha
quedado en el recuerdo de aquella mañana de 22 de octubre en la plaza de San
Pedro, y será en cierto modo como el leitmotiv de su pontificado. Días más
tarde, voló en helicóptero a la ciudad de Asís para rezar ante la tumba de san
Francisco, primer viaje de los muchos que realizará este pontífice planetario a
lo largo de su pontificado: la visita de al menos 129 países, entre ellos a
España por cinco veces y dos a Sevilla: el 5 de noviembre de 1982 para la beatificación
de Sor Ángela de la Cruz, y el 12 de junio de 1993 para clausurar el Congreso
Eucarístico Internacional.
Hecho relevante de su pontificado fue el
atentado sufrido el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro a manos del
turco Mehmet Ali Ağca, quien le disparó con una pistola a corta distancia entre
la multitud. El papa fue herido en la mano, brazo y abdomen. Dos años y medio
más tarde, en diciembre de 1983, el papa lo visitó en la cárcel, conversó con
él y le perdonó.
Un año después de este atentado, estando el
papa en Fátima, ocurrió en la noche del 12 al 13 de mayo de 1982 un intento de
atentado a manos del sacerdote lefebvriano Juan María Fernández Krohn,
madrileño, abogado y militante falangista que fue del sindicato estudiantil
Frente de Estudiantes Sindicalistas, que pretendió asaltar al Papa con una
bayoneta.
En el juicio confesó que creía que Juan Pablo II había estado ligado a la Unión Soviética
e incluso era un agente secreto comunista tratando de corromper el Vaticano.
Tras una condena de seis años, de las que cumplió tres, por ahí anda entre
España y Bélgica, habiendo abandonado el sacerdocio recibido en 1978 en el
Seminario de Econe, Suiza, Sociedad de San Pío X del cismático arzobispo Marcel
Lefebvre.
Hecho especialmente relevante es la parte
que corresponde a Juan Pablo II de la caída del Muro de Berlín y el desplome del
comunismo, primero en su Polonia natal y después en Europa.
Sus últimos años fueron de un declive físico
evidente hasta su fallecimiento el 2 de abril de 2005, a las 21:37, noche
previa al domingo de la Divina Misericordia. Sus últimas palabras fueron en
polaco: “Pozwólcie mi iść do domu Ojca” (Déjenme ir a la casa de mi Padre).
Queda aún en la memoria
el duelo impresionante de multitudes en la Plaza de San Pedro. Y surgió el
grito de “Santo subito” (Santo ya) durante los actos de exposición de sus
restos mortales y misas de funeral. No tardaría mucho. Fue beatificado el 1 de
mayo de 2011 por Benedicto XVI y canonizado por el papa Francisco el 27 de
abril del 2014 junto a Juan XXIII. Su fiesta litúrgica se celebra el 22 de
octubre, día de la inauguración solemne de su pontificado.
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