He leído en la prensa cómo este fin de año
los chinos han realizado una obra de chinos. Han movido la estructura de un
viejo hotel de 5.000 toneladas 35,5 metros de su ubicación original. Se trata
del Hotel Xianjiang, inaugurado en 1954 en la ciudad de Changsha, un procedimiento
que se realizó en 40 horas.
Esto me hace recordar cómo en Sevilla,
siglos atrás, se han realizado parecidas obras de chinos, pero en miniatura. Me
refiero a la Virgen de la Antigua, pintura mural, trasladada en 1578 de la
ubicación que tuvo en la catedral mezquita al emplazamiento actual en su
capilla. Y al traslado de la Virgen del Coral, de la iglesia de San Ildefonso,
en 1807.
Virgen de la Antigua y
Virgen del Coral
La Virgen de la Antigua, proveniente de la
catedral vieja, se hallaba en un principio en el lugar que ahora ocupa la verja
de entrada a esta capilla en la catedral, en posición invertida hacia dentro.
Ubicarla en el lugar privilegiado de ahora fue todo un trabajo de ingeniería
realizado en noviembre de 1578, bajo la dirección del arquitecto Asencio de
Maeda, maestro mayor de la catedral. (Zúñiga y González de León dicen que
ocurrió el 18 de noviembre; Juan de Loaysa, el 15 de noviembre, y otras
memorias, el 22 de noviembre).
Bien, sea el día que fuere, lo importante
es señalar lo arriesgado de la operación. Se cortó el muro, forrado con recios
tablones, todo alrededor de la imagen y, con rodillos y poleas, fue llevado
suavemente al lugar que ahora ocupa. Se logró «sin que de ella ni un leve
terrón se desmoronase». La operación duró dos días. El arzobispo había pedido
rogativas por el éxito de este trabajo de delicada ingeniería y el cabildo
catedral procesionó a esta capilla para celebrar una misa en acción de gracias,
oficiada por Alonso Fajardo de Villalobos, obispo dimisionario de Esquilache,
canónigo y arcediano de Sevilla. La operación fue achacada a milagro y a las
muchas oraciones de los sevillanos.
La Virgen de la Antigua se muestra de pie,
de tamaño natural, tal vez mayor, con el Niño en el brazo izquierdo y
ofreciéndole una rosa con el derecho. El Niño sostiene en sus manos un
pajarillo. A los pies de la imagen aparece una mujer rezando de rodillas. Hay
quien dice que se trata de doña Leonor, esposa de Fernando de Antequera, muy
devota de esta imagen. Su esposo, que fuera rey de Aragón, debió hallarse
retratado al otro lado, pero con la incuria del tiempo y el traslado se debió de
perder.
Rezar ante la Virgen de la Antigua, antes y
después de la partida hacia América, era costumbre devota de todos los
marineros. Por eso, también, su devoción está tan extendida en el continente
americano. Cristóbal Colón le dedicó la primera capilla en la isla de Santo
Domingo; Hernán Cortés erigió iglesias dedicadas a su culto en México; la catedral
de Darién, en Panamá fue erigida bajo su advocación... Todos los misioneros de
los primeros tiempos de la conquista de América llevaban la devoción de la
Virgen de la Antigua por todos los rincones de las Indias.
El templo de San Ildefonso, de estilo
neoclásico, flanqueado por dos torres en su portada, se levantó en la primera
mitad del siglo XIX. La vieja iglesia, construida sobre una mezquita, se
hallaba a finales del siglo anterior tan deteriorada, que hubo que echarla
abajo y levantar una iglesia de nueva planta. Pero en ella había una Virgen del
Coral, pintura mural del siglo XIV, de tanta veneración en Sevilla como la
Antigua en la catedral o la Virgen de Rocamador en San Lorenzo. Como no podía
ser trasladada a ningún sitio ni se podía transportar un muro, se decidió
cubrirla con un cajón de madera calafateado.
La primera piedra de la nueva iglesia no se
puso hasta el 12 de enero de 1800, domingo infraoctavo de la Epifanía, cuya
construcción discurrió con excesiva lentitud. El 2 de julio de 1807 tiene lugar
un curioso ejercicio de ingeniería que ya no sorprende en Sevilla, porque cosa
igual se hizo con la Virgen de la Antigua en 1578. Pero se vivió con emoción y
cierta inquietud. Ultimada la nave del Evangelio, había que trasladar a su
cabecera el muro que oculta la pintura de la Virgen del Coral. El proceso es delicado.
Pero se realizó con total éxito. «Para esta deseada traslación –se cuenta en
documento de la época citado por Gestoso– el inteligente arquitecto ha tomado
todas las medidas y reglas del Arte en virtud de que el dicho muro, que ha
estado sostenido con tornapuntas por espacio de 13 años, en cuyo largo tiempo
no ha podido dejar de conocerse la piedad del Altísimo para con esta ciudad que
se deleita y tiene sus mayores satisfacciones en el culto y veneración de su
Santa Madre, pues expuesta al temporal al movimiento que excita el tránsito
continuo de todo género de carruajes cubierta con unas miserables tejas y un
solo tabique se ha encontrado la pintura tan ilesa y hermosa como si estuviera
acabada de ejecutar por el artífice y como si hubiera estado en lo más oculto y
defendido del Templo».
Para asegurar el éxito, se invocó a la
divinidad con una misa solemne oficiada por el coadministrador de la diócesis,
don Juan de Acisclo de Vera, arzobispo de Laodicea, ese mismo 2 de julio de
1807. El traslado se hizo con todo éxito y la pintura mural de la Virgen del
Coral fue colocada en la cabecera de la nave del Evangelio. «Se cortó el muro
en que estaba pintada la imagen y con tornos y aparejos se transportó al hueco
prevenido al propósito con toda felicidad; quedando asegurada la conservación
de aquel cuadro, objeto de particular y tiernísima devoción de muchas personas
y familias», cuenta Velázquez en su Crónica. «Está pintada sobre un
cañizo de cañas: es algo más pequeña que las de la Catedral y de San Lorenzo...
Está muy restaurada, pero se conservan sus líneas generales y algunos trazos
antiguos, siendo lo más puro las caras y manos: viste túnica que fue grana, con
mangas sumamente ceñidas y capa con un gran cuello redondo y de pie. El Niño,
que lo sostiene con su brazo derecho, está desnudo en su parte superior,
rodeándole el cuello una cadena, de la que pende en su centro una ramita de
coral; tiene un pajarillo en la mano derecha, y con la izquierda toma el cabo
de una fruta que su Madre le ofrece con la misma mano. Debió tener nimbo y
fondo dorado, pero el restaurador del siglo XVII seguramente lo sustituyó por
una gloria bastante obscura con cabezas de querubines. Esto no obstante, las
líneas generales, el plegado y el corte de los trajes, la posición y manera de
la cabeza, todo nos da la evidencia de su época, que es, como decíamos, la de
don Pedro [el Cruel], siendo el desviamiento de la cintura tal, con respecto al
tronco, que la hace aparecer como descoyuntada» (Sentenach).
Tanto en el siglo XVI como en el XIX, en
una Sevilla sin chinos, se realizaron dos traslados de imágenes murales que
bien podemos catalogar de obra de chinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario