sábado, 19 de enero de 2019

Obra de chinos: Traslado de la Virgen de la Antigua y del Coral


He leído en la prensa cómo este fin de año los chinos han realizado una obra de chinos. Han movido la estructura de un viejo hotel de 5.000 toneladas 35,5 metros de su ubicación original. Se trata del Hotel Xianjiang, inaugurado en 1954 en la ciudad de Changsha, un procedimiento que se realizó en 40 horas.
Esto me hace recordar cómo en Sevilla, siglos atrás, se han realizado parecidas obras de chinos, pero en miniatura. Me refiero a la Virgen de la Antigua, pintura mural, trasladada en 1578 de la ubicación que tuvo en la catedral mezquita al emplazamiento actual en su capilla. Y al traslado de la Virgen del Coral, de la iglesia de San Ildefonso, en 1807.
















Virgen de la Antigua y Virgen del Coral

La Virgen de la Antigua, proveniente de la catedral vieja, se hallaba en un principio en el lugar que ahora ocupa la verja de entrada a esta capilla en la catedral, en posición invertida hacia dentro. Ubicarla en el lugar privilegiado de ahora fue todo un trabajo de ingeniería realizado en noviembre de 1578, bajo la dirección del arquitecto Asencio de Maeda, maestro mayor de la catedral. (Zúñiga y González de León dicen que ocurrió el 18 de noviembre; Juan de Loaysa, el 15 de noviembre, y otras memorias, el 22 de noviembre).
Bien, sea el día que fuere, lo importante es señalar lo arriesgado de la operación. Se cortó el muro, forrado con recios tablones, todo alrededor de la imagen y, con rodillos y poleas, fue llevado suavemente al lugar que ahora ocupa. Se logró «sin que de ella ni un leve terrón se desmoronase». La operación duró dos días. El arzobispo había pedido rogativas por el éxito de este trabajo de delicada ingeniería y el cabildo catedral procesionó a esta capilla para celebrar una misa en acción de gracias, oficiada por Alonso Fajardo de Villalobos, obispo dimisionario de Esquilache, canónigo y arcediano de Sevilla. La operación fue achacada a milagro y a las muchas oraciones de los sevillanos.
La Virgen de la Antigua se muestra de pie, de tamaño natural, tal vez mayor, con el Niño en el brazo izquierdo y ofreciéndole una rosa con el derecho. El Niño sostiene en sus manos un pajarillo. A los pies de la imagen aparece una mujer rezando de rodillas. Hay quien dice que se trata de doña Leonor, esposa de Fernando de Antequera, muy devota de esta imagen. Su esposo, que fuera rey de Aragón, debió hallarse retratado al otro lado, pero con la incuria del tiempo y el traslado se debió de perder.
Rezar ante la Virgen de la Antigua, antes y después de la partida hacia América, era costumbre devota de todos los marineros. Por eso, también, su devoción está tan extendida en el continente americano. Cristóbal Colón le dedicó la primera capilla en la isla de Santo Domingo; Hernán Cortés erigió iglesias dedicadas a su culto en México; la catedral de Darién, en Panamá fue erigida bajo su advocación... Todos los misioneros de los primeros tiempos de la conquista de América llevaban la devoción de la Virgen de la Antigua por todos los rincones de las Indias.
El templo de San Ildefonso, de estilo neoclásico, flanqueado por dos torres en su portada, se levantó en la primera mitad del siglo XIX. La vieja iglesia, construida sobre una mezquita, se hallaba a finales del siglo anterior tan deteriorada, que hubo que echarla abajo y levantar una iglesia de nueva planta. Pero en ella había una Virgen del Coral, pintura mural del siglo XIV, de tanta veneración en Sevilla como la Antigua en la catedral o la Virgen de Rocamador en San Lorenzo. Como no podía ser trasladada a ningún sitio ni se podía transportar un muro, se decidió cubrirla con un cajón de madera calafateado.
La primera piedra de la nueva iglesia no se puso hasta el 12 de enero de 1800, domingo infraoctavo de la Epifanía, cuya construcción discurrió con excesiva lentitud. El 2 de julio de 1807 tiene lugar un curioso ejercicio de ingeniería que ya no sorprende en Sevilla, porque cosa igual se hizo con la Virgen de la Antigua en 1578. Pero se vivió con emoción y cierta inquietud. Ultimada la nave del Evangelio, había que trasladar a su cabecera el muro que oculta la pintura de la Virgen del Coral. El proceso es delicado. Pero se realizó con total éxito. «Para esta deseada traslación –se cuenta en documento de la época citado por Gestoso– el inteligente arquitecto ha tomado todas las medidas y reglas del Arte en virtud de que el dicho muro, que ha estado sostenido con tornapuntas por espacio de 13 años, en cuyo largo tiempo no ha podido dejar de conocerse la piedad del Altísimo para con esta ciudad que se deleita y tiene sus mayores satisfacciones en el culto y veneración de su Santa Madre, pues expuesta al temporal al movimiento que excita el tránsito continuo de todo género de carruajes cubierta con unas miserables tejas y un solo tabique se ha encontrado la pintura tan ilesa y hermosa como si estuviera acabada de ejecutar por el artífice y como si hubiera estado en lo más oculto y defendido del Templo».
Para asegurar el éxito, se invocó a la divinidad con una misa solemne oficiada por el coadministrador de la diócesis, don Juan de Acisclo de Vera, arzobispo de Laodicea, ese mismo 2 de julio de 1807. El traslado se hizo con todo éxito y la pintura mural de la Virgen del Coral fue colocada en la cabecera de la nave del Evangelio. «Se cortó el muro en que estaba pintada la imagen y con tornos y aparejos se transportó al hueco prevenido al propósito con toda felicidad; quedando asegurada la conservación de aquel cuadro, objeto de particular y tiernísima devoción de muchas personas y familias», cuenta Velázquez en su Crónica. «Está pintada sobre un cañizo de cañas: es algo más pequeña que las de la Catedral y de San Lorenzo... Está muy restaurada, pero se conservan sus líneas generales y algunos trazos antiguos, siendo lo más puro las caras y manos: viste túnica que fue grana, con mangas sumamente ceñidas y capa con un gran cuello redondo y de pie. El Niño, que lo sostiene con su brazo derecho, está desnudo en su parte superior, rodeándole el cuello una cadena, de la que pende en su centro una ramita de coral; tiene un pajarillo en la mano derecha, y con la izquierda toma el cabo de una fruta que su Madre le ofrece con la misma mano. Debió tener nimbo y fondo dorado, pero el restaurador del siglo XVII seguramente lo sustituyó por una gloria bastante obscura con cabezas de querubines. Esto no obstante, las líneas generales, el plegado y el corte de los trajes, la posición y manera de la cabeza, todo nos da la evidencia de su época, que es, como decíamos, la de don Pedro [el Cruel], siendo el desviamiento de la cintura tal, con respecto al tronco, que la hace aparecer como descoyuntada» (Sentenach).
Tanto en el siglo XVI como en el XIX, en una Sevilla sin chinos, se realizaron dos traslados de imágenes murales que bien podemos catalogar de obra de chinos.

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