jueves, 14 de febrero de 2019

Pintadas en los templos


Esto de pintar obscenidades y blasfemias en las fachadas de los templos parece ser que se ha convertido de un tiempo a esta parte en deporte nacional.
En la noche del domingo pasado, dos niñatas hermanas (no sé si menores de edad) pintaron en la iglesia de San Martín de Sevilla la frase «La única iglesia que ilumina es la que arde», con un símbolo anarco-feminista. Se hicieron un “selfie” y colgaron en Instagram su “proeza”. Montaron tal revuelo que pronto lo borraron de Instagram, pero su gamberrada ya corría por las redes sociales. Buscadas por la policía, una de ellas se presentó con su madre en comisaría y tendrá que pagar por lo menos el coste de la reparación de la fachada que le exigirá el Ayuntamiento.
También en el pasado fin de semana un caso similar ha ocurrido en dos templos de pequeñas localidades de la provincia de Ávila, Gil García y Umbrías, en los que se puede leer «Iglesia que ilumina es la que arde» y también «Ni Dios ni Cristo, creo en Evaristo».



 Sería prolijo reseñar los actos vandálicos y blasfemos realizados en estos años pasados en España. Me voy a referir tan solo a algunos casos ocurridos en la diócesis de Sevilla. En 2014, con motivo de la redacción del anteproyecto de la reforma de la Ley del Aborto, apareció en la localidad de Dos Hermanas, en la fachada del Colegio de la Sagrada Familia, la pintada "Aborto porque me sale del coño", firmada por Feministas DH. Y la casa de hermandad de La Oración en el Huerto también sufrió las proclamas de este grupo con el mensaje "María quería abortar".
La iglesia del Santo Ángel, de carmelitas descalzos, sufrió también hace un tiempo la pintada "Arderéis como en el 36". La iglesia de Santa Marina sufrió un intento de incendio. Solo ardió la puerta. San Andrés, San Juan de la Palma, o la capilla de la Pastora de la calle Amparo, también han sufrido pintadas. En la Macarena, algo más pintoresco: el 24 de mayo de 2014, un grupo de mujeres vestidas de luto irrumpió en el templo con la idea de escenificar un taconeo sobre la tumba de Queipo de Llano. Tras ser desalojadas por la seguridad de la Hermandad, realizaron la protesta frente a la basílica sobre una réplica de la lápida. El lema de su pancarta: "Las mujeres no olvidamos. 1936-2013".
Y no hablemos de los robos sufridos… El monasterio de San Clemente sufrió no pocos en 2016 de un voluntario que hacía trabajos de mantenimiento en el convento y aprovechaba las horas de rezo de las monjas para sustraer unas llaves y llevarse esculturas, cuadros y casullas que luego vendía a anticuarios. O la iglesia del Corpus Christi, donde un ladrón se quedó un domingo después de la última misa para robar copones, cálices, bandejas, manteles y hasta el vino de consagrar.
No es nuevo nada de esto. Va en nuestra sangre. Podría reseñar aquí la matanza de frailes en el Madrid de 1834 o la quema de conventos en la Barcelona de 1835. Se celebraba una corrida de toros en Barcelona, que resultó un petardo, y un gracioso gritó: “¡A por los frailes!”, y aquello fue una verdadera matanza de frailes, uno setenta, y quema de conventos. Uno que se salvó saltando por la tapia de su convento fue con los años arzobispo de Sevilla: el carmelita cardenal Lluch y Garriga.
O recordar las quemas de conventos en buena parte de España en mayo de 1931, al mes de proclamarse la República, los sucesos de Asturias en 1934 o el Frente Popular y la Guerra Civil de 1936. La diócesis de Sevilla, que escapó mejor que muchísimas otras diócesis españolas, tuvo que reseñar, en la guerra del 36, 156 iglesias parroquiales desvalijadas, 30 de ellas incendiadas; 90 iglesias y capillas públicas desvalijadas, 5 de ellas incendiadas. Y en lo humano, 24 sacerdotes y 3 seminaristas asesinados.
En fin, un asco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario