Verano de 1994. Sor María de la Purísima
lleva 17 años de Madre General de las Hermanas de la Cruz. Y con el ajetreo de
siempre. De aquí para allá. Visitas canónicas a las Hermanas, las de cerca y
las de lejos. A las casas de Argentina, y a Roma y a Reggio Calabria, fundación
realizada en 1984 durante su gobierno, en el sur de Italia, en la punta de la
bota, donde contemplando el mapa parece que quisiera dar un puntapié a la isla
de Sicilia.
Poco después, ese mismo verano de 1994,
María de la Purísima vuelve de una visita a la casa de Valladolid. Y se notó un
bulto en el pecho izquierdo. No dijo nada a su compañera, Hermana María Sofía,
hasta llegar a Sevilla.
–¿Por qué su caridad no me lo ha dicho antes?
–se quejó María Sofía.
Y María de la Purísima le contestó con
sencillez:
–Yo necesitaba prepararme con la oración, y
así en estos días la he intensificado. Sólo quiero lo que el Señor quiera y
como el Señor lo quiera.
María de la Purísima tiene 68 años. Hasta
ese momento no se había manifestado en ella enfermedad alguna. Siempre había
gozado de buena salud. Pero lo de ahora es preocupante. Acude al médico. Y el
médico le dijo que había que extirpar el pecho. Cáncer. Cuanto antes.
María de la Purísima se apresta
psicológicamente a una operación cruel. Y escribe a las Hermanas el 2 de
agosto, fiesta de la Compañía de la Cruz, aniversario de la fundación. Días
antes les había escrito para que preparasen su espíritu en ese día, practicando
principalmente dos virtudes: el silencio y la caridad.
–Amadísimas hijas
mías en el Señor: Les extrañará que les escriba tan pronto, pero como sé que a
todas por igual les interesa y pueden ayudarme con su oración, he querido ser
yo misma la que les comunique lo que ahora nos pide el Señor. Como saben, he
estado haciendo la visita en Valladolid. Durante ella me di cuenta de que tenía
un bulto en el pecho y al llegar aquí fui al médico, a don Antonio Gallardo,
que es el que no estaba de vacaciones de los que nosotras conocemos. Me ha
dicho que lo mejor es quitarlo y quizás sea a principios de la semana que
viene cuando cree él que podrá hacérmelo. Cuando sepamos el día fijo se les
dirá. Les pido por amor de Dios que esto no lo comuniquen a sacerdotes, religiosos,
seglares o familiares. Ya sé que no tengo que decirles que pidan, sé que lo
harán; de verdad lo necesito para portarme como verdadera Hermana de la Cruz,
pues como he tenido poca experiencia en mi vida del dolor físico, me hacen
mucha falta sus oraciones para que el Señor me dé su gracia… y saber aceptar la
cruz con paz.
El 10 de agosto, víspera de la intervención
quirúrgica, recibió la unción de enfermos en una solemne celebración
comunitaria con otras hermanas muy mayores, en Los Dolores, antigua capilla de
la Casa Madre, con asistencia de toda la Comunidad, incluso las novicias.
Después ingresó en el Pabellón Vasco (Hospital de Oncología de la Seguridad
Social) como una más, en la habitación 303, para ser intervenida al día
siguiente.
Hoy se llama Hospital Duques del Infantado
y está dedicado a la especialidad de Cardiología, pero en aquel entonces, decir
en Sevilla que un familiar estaba ingresado en el Pabellón Vasco era confesar
claramente que tenía cáncer.
El
11 de agosto, antes de ir al quirófano, recibió la comunión. Le dijo al
capellán:
–Todo lo ofrezco por la Iglesia y el
Instituto.
Intervenida
por el doctor Gallardo, se confirmó la malignidad de la tumoración y la extensión de la
enfermedad, lo que obligó, además de practicarle una mastectomía, con la
extirpación del pecho izquierdo, hacer posteriormente tratamiento de
quimioterapia.
Una
semana después, 19 de agosto, le dieron el alta hospitalaria. Y comenzó con la
rutina del trabajo diario como si nada hubiera ocurrido. Lo primero que hizo
fue escribir de nuevo a las Hermanas, 20 de agosto:
–Hoy les escribo con el único deseo de
darles las más expresivas gracias por sus muchas oraciones, sacrificios y demás
que han ofrecido con tanto cariño por mí. Lo he notado mucho en la gracia y la
fuerza que el Señor me ha dado en todo momento. Siempre pensaba: «ésas son las
oraciones de las Hermanas» y me sentía respaldada por todas sus caridades, que
me ayudaban a llevar con paz las ocasiones difíciles. Que el Señor se lo premie
a todas, como se lo pido, haciéndolas cada día más santas.
El doctor Gallardo puso a la enferma en
manos del doctor Enrique Murillo, que a partir de este momento será su médico
hasta su muerte. El doctor Murillo declaró en la causa de beatificación:
–Fue sometida a un tratamiento de
quimioterapia y radioterapia; ambos tratamientos se caracterizan por su
toxicidad; al menos durante seis meses estuvo sometida a este tratamiento, que
produce una sintomatología de vómitos, pérdida de fuerzas…
Pero ella seguía su vida ordinaria de
trabajo con una actitud de sencillez y naturalidad, como si nada hubiera
sucedido.
–Nunca la vi decaída –cuenta el médico–,
siempre decía que podía seguir haciendo su vida normal. Jamás consintió que se
le prescribiera un régimen especial de comidas o de descanso.
Cuenta una Hermana:
–Ni una
queja por las reacciones que ocasionan estos tratamientos en el organismo; ni
quejas tampoco por las eternas esperas en el hospital cada vez que iba para
aplicarse los tratamientos.
Cuenta
la Hermana María Sofía:
–Su actitud en la enfermedad, además de su
entrega amorosa y hasta alegre en las manos del Padre, fue de una decisión
auténtica de vivirla como los enfermos más pobres, en el hospital de la Seguridad
Social, sin excepciones de clínicas particulares ni consultas de otros médicos.
Yo, que la acompañé siempre, puedo afirmar que gozaba, cuando en la espera de
las consultas, radioterapia, quimioterapia y todo lo que conlleva una operación
así, nos trataban como a una de tantas, haciéndonos esperar o teniendo que
volver otro día, y me decía: «Esto es lo que nos corresponde si de verdad nos
hemos hecho pobres con los pobres para llevarlos a Cristo».
Con su
fuerza de voluntad y su espíritu de sacrificio siguió gobernando el Instituto
sin rendirse hasta que la enfermedad, agazapada durante cuatro años, la abatió.
En la
primera Semana Santa después de la operación, llegado el Jueves Santo, sirvió la comida a las Hermanas y después
se arrodilló y besó los pies de todas, como todos los años. Al terminar se puso
a fregar los platos y la Hermana cocinera le dijo:
–Madre, quítese y haga otra cosa, no
esfuerce tanto el brazo.
Pero María de la Purísima le respondió:
–Este ejercicio me viene muy bien.
Muy buenos días D. Carlos
ResponderEliminarMe llamo José Manuel Gallardo García, hijo del Dr. D. Antonio Gallardo Velasco y también medico al igual que mi hermano Pedro Antonio.
Mi padre fue Cirujano General y Digestivo y durante muchísimos años (no sabría decirle cuantos) se encargó de atender a las Hermanas dentro de su especialidad.
Recuerdo desde pequeño que en su consulta, que la tenía en casa, había muchas Hermanas que acudían a que las viera y, en muchos casos si lo necesitaban las operaba.
Como le he comentado, mi hermano y yo también seguimos la vocación profesional de mi padre por la Medicina y la Cirugía y desde que estábamos estudiando la carrera acudíamos con él a operar.
Nunca se me olvidará la sensación de paz y alegría que mostraban las Hermanas en esos momentos, que para ellas tendría que ser de angustia y sufrimiento incluso dentro del quirófano. Siempre con una sonrisa en la cara incluso cuando se tenían que someter a curas que en muchos casos eran dolorosas.
Esa dedicación a sus Hermanas la continuó hasta su fallecimiento en 2.003, pues Dios le concedió la suerte de poder seguir atendiendo a sus pacientes hasta 1 mes antes de morir.
Y digo "sus Hermanas", porque tanto mi padre como mi madre fueron honrados con el nombramiento, firmado por Santa María Purisima de la Cruz, de Hermano y Hermana de la Cruz, que mi hermano y yo aún conservamos con todo orgullo.
El hecho de escribirle es para "corregir",si lo estima conveniente,un detalle de la narración que usted hace sobre la atención medica de mi padre a Santa María de la Purísima.
Mi padre, siempre cogía las vacaciones en Agosto, por lo que no es correcto "que fuera el medico que no estaba de vacaciones de los que conocemos".
No puedo recordarlo en estos momentos, pero lo que sí es seguro es que ante una llamada de las Hermanas mi padre siempre acudía estuviera donde estuviera.
Lo que quiero decirle es que no era casualidad que mi padre fuese el que estuviera en Sevilla, sino que las Hermanas confiaban plenamente en él y que con toda seguridad lo llamarían para que atendiera a Madre.
En unas notas de mi padre que hemos encontrado mi hermano y yo al fallecer mi madre hace 2 años, había una especie de cuestionario en el que mi padre de su puño y letra contestaba a unas preguntas sobre Santa María de la Purísima, por lo que pensamos que también declararía a favor de su causa de beatificación.
Además tengo en mi poder una fotografía de Madre junto con mis padres que es maravillosa.
Cuando fallecieron, ambos fueron amortajados por las Hermanas.
Actualmente tengo 62 años y hace 2 meses me han diagnosticado un cáncer con metástasis y acabo de empezar ttº quimioterápico. En mi casa siempre hemos tenido una gran admiración y cariño por las Hermanas de la Cruz, Santa Ángela y Santa María de la Purísima, por lo que lógicamente, no hago más que rezar a ambas para que me den fuerza en estos duros momentos tanto para mi familia como para mí.
Buscando cosas de Ellas he dado con su blog y me ha gustado mucho.
La gran pena que siento es que con la situación actual de la pandemia, tengan las Hermanas suspendidas las misas y las visitas, porque tengo la necesidad de ir a rezar allí.
Las he llamado varias veces, sin decir quién era para ver si abrían pero como es normal, aún no lo van a hacer.
Le ruego me disculpe por el atrevimiento de escribirle, pero he sentido la necesidad de hacerlo para que el relato que hace sea completo.
Muchas gracias por su atención y le saludo afectuosamente.
Jose Gallardo
Don José, mil gracias por su comentario. Lamentablemente Don Carlos Ros falleció el 5 de enero de este año, pero seguramente desde el cielo agradece su información. Recuerdo que aparte de su investigación en varias fuentes, el Convento en Sevilla, las Hermanas en Roma y una sobrina de María de la Purísima que vive en Madrid a la que visitó para recabar información para su biografía. Un saludo y mis mejores deseos para su pronta recuperación. Patricia
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