miércoles, 22 de mayo de 2019

Rita de Casia, la Santa de las rosas


Santa Rita de Casia, patrona de los casos imposibles, es conocida también como la santa de las rosas. Hoy, 22 de mayo, se celebra su festividad. Me gustaría destacar en la figura de Santa Rita no tanto la fama de los prodigios que el pueblo atribuye a su intercesión ante Dios, cuanto, como ha recalcado el papa Juan Pablo II, la “normalidad de su trayectoria como esposa y madre primero, después como viuda y, finalmente, como monja agustina”. Porque por todas esas etapas discurrió la vida de santa Rita: fue esposa paciente, madre amorosa de sus hijos y viuda resignada, antes de enclaustrarse en un monasterio.


 Santa Rita, incorrupta, en su urna tras el altar mayor del Santuario de Casia

La “normalidad” que apunta el Papa debe referirse, creo yo, a una mujer que cubre los estadios naturales del común denominador de los creyentes. Es decir, que fue joven, casó, sufrió con paciencia a un marido tal vez desconsiderado con ella, tuvo hijos, y ya —esto es menos frecuente— en la soledad de una viudez joven, ingresó de monja en las agustinas. Y “normalidad” también porque su vida no fue fácil, como no lo es para nadie. Pesada como una cruz, supo llevarla con humildad y paciencia a imitación de Cristo crucificado. De ahí su fama tras de su muerte, porque Rita, “dulce y doliente”, expresión de Juan Pablo II, supo ser un espejo en el que puede mirarse cualquier criatura sufriente de este mundo. 
Mientras más grande es la devoción popular por un santo más difícil es distinguir los confines entre la historia y la leyenda. Los documentos históricos no dilucidan con claridad ni la fecha de su nacimiento ni la de su muerte. De ahí que unos historiadores se inclinen por acotar el periodo de su vida de 1371 a 1447 y otros lo retrasen diez años: de 1381 a 1457. El primer documento histórico que ofrece referencias de Santa Rita no es ningún papel sino una caja mortuoria, la Caja Solemne, la primera que acogió su cuerpo, que ofrece, junto a imágenes pictóricas de la Santa, un breve epitafio en verso escrito en la lengua vulgar italiana del siglo XV, interesante desde el punto de visto histórico, lingüístico y religioso, de no fácil interpretación. Y el Codex miraculorum, escrito por un notario, Domenico Angeli, que registra once milagros sucedidos entre el 25 de marzo y el 18 de junio de 1457, ante la tumba de Santa Rita. Fue mucho más tarde, en 1610, siglo y medio después de su muerte, cuando aparece la primera biografía, más bien hagiografía, obra del agustino Cavalluci de Foligno, que recoge la tradición oral de Casia y sirve de base para el proceso de beatificación que se inició entonces y culminó en 1628. Estas fuentes alternan los datos históricos con noticias legendarias, para trazar el perfil de una Santa que fue venerada en vida y canonizada por el pueblo antes que lo hiciera la misma Iglesia.
Nació en Roccaporena, pueblecito cercano a Casia, en la Umbría italiana. Sus padres, Antonio Lotti y Amada Ferri, eran, según la tradición, de edad madura cuando tuvieron a esta niña. Se cuenta que su madre tuvo la visión de un ángel que le manifestó que tendría el gozo de una hija a la que debía poner por nombre Rita (o Margarita, su nombre completo). Margarita deriva del griego Margarites, de origen oriental, “perla”, en relación a la belleza y a la luminosidad. Sólo en el tardío medievo italiano, margarita asumió el significado de planta y flor.
Muy piadosa, ya despuntaba en ella desde la más tierna infancia indicios de su vocación religiosa. Con frecuencia acudía al monasterio de Santa María Magdalena, en la vecina Casia, donde se hallaba una monja pariente suya, o a la iglesia de San Agustín, donde se veneraban las imágenes de tres santos a los que escogió como protectores: San Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino. Se cuenta que estos protectores se le aparecieron un día en una visión y le aseguraron que llegaría a ser monja.
Cuando Rita llegó a la edad de quince años, sus padres la casaron con un joven del pueblo, Pablo Fernando Mancini, a quien el biógrafo Cavalluci lo describe como “un hombre muy feroz que espantaba a su pobre esposa con solo hablar”. Con él engendró dos hijos, Juan Santiago y Pablo María, tal vez gemelos. Pero en 1401, el marido fue encontrado muerto al pie de la torre de Collegiacone, víctima de una venganza o de una lucha de güelfos y gibelinos, no se sabe bien.
Fue entonces cuando reverdeció en Rita su antigua vocación religiosa y pidió su ingreso en el monasterio de agustinas de Santa María Magdalena de Casia. El Codex miraculorum refiere que Rita “vivió cuarenta años en el convento de Santa Magdalena en el amor y servicio de Dios, el ayuno y la oración”.
Rita pasó los cuatro últimos años de su vida enferma y en cama. El último invierno le visitó una parienta suya, vecina de Roccaporena. Rita le pide un imposible. En el viejo huerto de su casa han florecido una rosa y unos higos. ¿Se los puede traer? La parienta, escéptica, piensa que Rita delira. Pero cuando vuelve a Roccaporena, ve con asombro que el rosal ha florecido y que la higuera ha dado unos higos.
¿Un guiño simpático de la santa? ¿Una mera leyenda? Lo cierto es que desde entonces a Rita se la conoce como “la Santa de las rosas” y también “la Santa de lo imposible”, que hizo florecer en el frío invierno un rosal y una higuera. 
Inmediatamente después de su muerte, Santa Rita comenzó a gozar del culto tributado por el pueblo. Documentos de 1485 hablan ya de su culto conocido y propagado en toda la diócesis de Espoleto a la que pertenecía Casia. El reconocimiento de la Iglesia llegó más tarde. En 16 de junio de 1628 fue beatificada por Urbano VIII. Finalmente, el 24 de mayo de 1900 fue canonizada en San Pedro por León XIII, que la llamó “la perla preciosa de la Umbría” y la propuso como modelo de vida cristiana. Fue la primera mujer santificada en el Gran Jubileo del comienzo del siglo XX. Su culto, con profunda raigambre en toda Italia, se ha extendido por España y Portugal, de donde ha pasado a Hispanoamérica y Filipinas. También a los Estados Unidos. Un pequeño boletín en italiano titulado “Dalle api alle rose” (De las abejas a las rosas), traducido al francés, inglés, alemán y español, difunde desde el santuario de Casia, con una tirada que supera los cuatrocientos mil ejemplares, el espíritu de Santa Rita.

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