La tradición señala la fecha de la invención
del cuerpo incorrupto de san Isidro Labrador el 1 de abril de 1212, segundo
domingo de Pascua. Año también de la célebre batalla de Las Navas de Tolosa.
Depositado el cuerpo en una caja y situado
en lugar preferente en la iglesia de San Andrés de Madrid para la veneración de
los fieles, pronto fue cubierta esta simple caja de madera por una hermosa
arca, que la tradición remonta al mismo Alfonso VIII, como donación por el
triunfo de las Navas de Tolosa. Al menos, si no es propiamente del monarca
castellano, se trata de un arcón del siglo trece. De madera de pino, 2,39
metros de largo, 1,08 de alto y 0,85 de ancho, revestido de pergamino, este
arcón, que ha recibido el nombre de arca mosaica o de Alfonso VIII, es una
pieza de indudable valor histórico y religioso que actualmente se encuentra en
el palacio arzobispal de Madrid. Cumplió su función funeraria hasta el año
1620, cuando, tras la beatificación de Isidro Labrador, fue sustituida por un
arca de plata donada por los plateros madrileños.
Más de un siglo de iglesia catedral de
Madrid la Colegial de San Isidro, que acoge el cuerpo santo de su patrono.
En 1936, con el triunfo del Frente Popular,
las cosas se han puesto revueltas en Madrid y en España. Y se prevé lo peor. La
quema de iglesias y conventos de mayo de 1931, tras la proclamación de la
Segunda República, es un triste antecedente que puede repetirse. Y así,
previendo lo peor, el 23 de marzo de ese año 1936, se procedió a ocultar el
cuerpo de san Isidro y los restos de su esposa santa María de la Cabeza. En el
acta de ocultación se dice: «Esta caja, que contiene el Cuerpo de San Isidro
Labrador, ha sido trasladada en el día de hoy, juntamente con la que guarda el
cráneo y los huesos de su esposa Santa María de la Cabeza, del Altar Mayor de
la S. I. Catedral a este túnel, situado a la derecha de la escalera de bajada
al salón de actos, para ponerlas a salvo de algún posible incendio, dados los
que en estos días anteriores ha habido en las iglesias de S. Luis y PP.
Trinitarios de Madrid y otros frustrados en la misma Capital, pero realizados
en otras poblaciones de España».
Externamente, nada había cambiado en el
templo catedralicio de San Isidro. En el altar mayor aparecía el arca de los
plateros y los fieles, ajenos a la ocultación, seguían rezando al santo de su
devoción... que se hallaba oculto en una bóveda tapiada en la antesacristía del
templo, en la urna que donara la reina Mariana de Neoburgo.
Y llegó el 18 de julio. Y la guerra civil
estalló en España. La catedral de San Isidro ardió en incendios sucesivos los
días 19, 20 y 21 de julio. El arca de los plateros se perdió y el cuerpo de San
Isidro se dio por calcinado. La iglesia de San Andrés y la capilla de San
Isidro sufrieron también graves daños.
Pero llegó el año 1939. Terminó la guerra.
El 13 de mayo, el doctor Eijo Garay, patriarca de las Indias y obispo de
Madrid-Alcalá, para sorpresa de todos, procedió al descubrimiento del cuerpo
oculto de san Isidro y de los restos mortales de su esposa Santa María de la
Cabeza, en presencia del alcalde don Alberto Alcocer y de otras autoridades
eclesiásticas y civiles.
Tomó el obispo una piqueta y dio unos
golpes sobre el tabique. Le siguió el alcalde y terminaron la faena los obreros
que allí se encontraban. Aparecieron las urnas, que no habían sufrido
deterioro, y a la de san Isidro le pusieron una tapa de cristal para que en los
días siguientes la sagrada reliquia pudiera ser venerada por los fieles.
Estuvo expuesto el cuerpo del santo del 14 al 27 de mayo, ante el asombro de
los madrileños.
Y ahí sigue. En San Isidro de Madrid. Para
veneración de tantos devotos como tiene. El 16 de diciembre de 1960, Juan
XXIII, ese papa bueno de manos encallecidas de labriego, declaró a Isidro
Labrador patrono de los agricultores y campesinos de España.
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