miércoles, 15 de mayo de 2019

San Isidro Labrador se salvó de la quema


La tradición señala la fecha de la invención del cuerpo incorrupto de san Isidro Labrador el 1 de abril de 1212, segundo domingo de Pascua. Año también de la célebre batalla de Las Navas de Tolosa.
Depositado el cuerpo en una caja y situado en lugar preferente en la iglesia de San Andrés de Madrid para la veneración de los fieles, pronto fue cubierta esta simple caja de madera por una hermosa arca, que la tradición remonta al mismo Alfonso VIII, como donación por el triunfo de las Navas de Tolosa. Al menos, si no es propiamente del monarca castellano, se trata de un arcón del siglo trece. De madera de pino, 2,39 metros de largo, 1,08 de alto y 0,85 de ancho, revestido de pergamino, este arcón, que ha recibido el nombre de arca mo­saica o de Alfonso VIII, es una pieza de indudable valor his­tórico y religioso que actualmente se encuentra en el palacio arzobispal de Madrid. Cumplió su función funeraria hasta el año 1620, cuando, tras la beatificación de Isidro Labrador, fue sustituida por un arca de plata donada por los plateros madrileños.


 El año 1885 en que Madrid se estrenó como nueva diócesis, dependiendo de la metropolitana de Toledo, la Colegial de San Isidro se convirtió en catedral hasta la cons­trucción de la nueva de Santa María de la Almudena.
Más de un siglo de iglesia catedral de Madrid la Cole­gial de San Isidro, que acoge el cuerpo santo de su patrono.
En 1936, con el triunfo del Frente Popular, las cosas se han puesto revueltas en Madrid y en España. Y se prevé lo peor. La quema de iglesias y conventos de mayo de 1931, tras la proclamación de la Segunda República, es un triste antece­dente que puede repetirse. Y así, previendo lo peor, el 23 de marzo de ese año 1936, se procedió a ocultar el cuerpo de san Isidro y los restos de su esposa santa María de la Cabeza. En el acta de ocultación se dice: «Esta caja, que contiene el Cuerpo de San Isidro Labra­dor, ha sido trasladada en el día de hoy, juntamente con la que guarda el cráneo y los huesos de su esposa Santa María de la Cabeza, del Altar Mayor de la S. I. Catedral a este túnel, situado a la derecha de la escalera de bajada al salón de ac­tos, para ponerlas a salvo de algún posible incendio, dados los que en estos días anteriores ha habido en las iglesias de S. Luis y PP. Trinitarios de Madrid y otros frustrados en la misma Capital, pero realizados en otras poblaciones de Es­paña».
Externamente, nada había cambiado en el templo catedra­licio de San Isidro. En el altar mayor aparecía el arca de los plateros y los fieles, ajenos a la ocultación, seguían rezando al santo de su devoción... que se hallaba oculto en una bóveda tapiada en la antesacristía del templo, en la urna que donara la reina Mariana de Neoburgo.
Y llegó el 18 de julio. Y la guerra civil estalló en Es­paña. La catedral de San Isidro ardió en incendios sucesivos los días 19, 20 y 21 de julio. El arca de los plateros se perdió y el cuerpo de San Isidro se dio por calcinado. La iglesia de San Andrés y la capilla de San Isidro sufrieron también graves daños.
Pero llegó el año 1939. Terminó la guerra. El 13 de mayo, el doctor Eijo Garay, patriarca de las Indias y obispo de Madrid-Alcalá, para sorpresa de todos, procedió al descu­brimiento del cuerpo oculto de san Isidro y de los restos mortales de su esposa Santa María de la Cabeza, en presencia del alcalde don Alberto Alcocer y de otras auto­ridades eclesiásticas y civiles.
Tomó el obispo una piqueta y dio unos golpes sobre el tabique. Le siguió el alcalde y terminaron la faena los obre­ros que allí se encontraban. Aparecieron las urnas, que no habían sufrido deterioro, y a la de san Isidro le pusieron una tapa de cristal para que en los días siguientes la sa­grada reliquia pudiera ser venerada por los fieles. Estuvo expuesto el cuerpo del santo del 14 al 27 de mayo, ante el asombro de los madrileños.
Y ahí sigue. En San Isidro de Madrid. Para veneración de tantos devotos como tiene. El 16 de diciembre de 1960, Juan XXIII, ese papa bueno de manos encallecidas de la­briego, declaró a Isidro Labrador patrono de los agricultores y campesinos de España.

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