Hoy se cumple un año de la elección del papa
Francisco y los medios de comunicación están dando cuenta de ello con todo
detalle. Por tanto, lo que yo diga no tendría mayor relevancia. Ya hablé del
papa Francisco hace cosa de un mes en un “sermón” que titulé “A un año del papa
Francisco”. Se cumplía entonces un año de la renuncia al papado de Benedicto
XVI. Bueno será ahora salirme de la corriente y si hace un mes me referí al
papa que emergía, o sea, Francisco, ahora, me gustaría decir alguna cosa del
papa que se ha eclipsado, o sea, Benedicto XVI.
Andrea Tornielli, periodista vaticanista del que
tengo un libro suyo sobre Pío XII que manejo en estos momentos para un futuro
trabajo, escribió el 16 de febrero una carta a Benedicto XVI planteándole tres
preguntas de actualidad. Respondían
sus preguntas a una inquietud surgida en la prensa italiana e internacional
que, con ocasión del primer aniversario de su renuncia al papado, ponía en duda
la validez canónica de su gesto. Por ejemplo, señala Tornielli, dos artículos de Antonio Socci, periodista y escritor muy
conocido en Italia, quien el 12 de febrero escribió en el diario “Libero”: “El
problema de la validez canónica de su dimisión es enorme”. Y días después, en
el mismo diario, se preguntaba: “¿Pero quién es el Papa?”
Tornielli
escribió a Benedicto XVI planteándole tres preguntas. La primera, sobre las
dudas levantadas sobre la validez de su renuncia. La segunda, menos importante,
creo yo, de por qué mantiene la sotana blanca y el nombre papal. Y la tercera, si
la carta enviada por él a Hans Küng y de la que el teólogo suizo ha reproducido
una de sus frases es literal o no. Se refiere a su relación con el papa
Francisco. En esa frase, Benedicto XVI confiesa a Hans Küng que su relación con
su sucesor es total. Decía la frase:
–Estoy agradecido de poder tener una gran identidad
de miras y una amistad de corazón con el papa Francisco. Hoy veo como mi única
y última tarea sostener su Pontificado en la oración.
Benedicto
XVI no tardó en responder a Tornielli. En el membrete de la carta, confiesa el
periodista italiano, no aparece el escudo papal que ostentó en su pontificado
ni ningún otro blasón. Reproduzco su carta:
Ciudad del Vaticano
18-2-2014
Estimado Señor Tornielli:
Gracias por su carta del 16 de febrero. A sus preguntas
respondo así:
1.
No existe la mínima duda sobre la validez de mi
renuncia al ministerio petrino. La única condición de la validez es la plena
libertad de la decisión. Especulaciones acerca de la invalidez de la renuncia
son simplemente absurdas.
2.
El mantenimiento del hábito blanco y del nombre
Benedicto es una cosa simplemente práctica. En el momento de la renuncia no había
a disposición otros hábitos. Por otra parte, llevo la sotana blanca en modo
claramente distinto de la del Papa. También aquí se trata de especulaciones sin
el mínimo fundamento.
3.
El profesor Küng ha citado literal y correctamente
las palabras de mi carta dirigida a él.
Espero haber respondido de modo claro y suficiente
a sus preguntas.
Suyo en el Señor
Benedicto XVI
No solo no es habitual en la Iglesia, es un caso único
en la historia, que dos papas (la expresión no es correcta, pero se entiende) convivan
bajo un mismo suelo, en el pequeño espacio de los 0,44 kilómetros cuadrados de
la Ciudad del Vaticano. Digo que la expresión no es correcta porque en estos
momentos solo hay un papa ejerciente y otro emérito. No se puede hablar de una
diarquía, es decir, del ejercicio de un papa número uno y de un papa número
dos. En la época medieval se dio el caso de un papa en Roma y otro en Avignón. La
historia se ha encargado de dilucidar quién era el verdadero y quién era el
antipapa. Por ejemplo, el papa Luna, Benedicto XIII, tozudo aragonés, que se
retiró a Peñíscola en su vejez. Una figura apasionante.
No es el caso actual. El papa Francisco mantiene
una fluida relación con su antecesor y quiere que tome más protagonismo en la
Iglesia. “No es una estatua en un museo”, ha declarado el papa Francisco en una
entrevista reciente al “Corriere della Sera”.
Como ya dije hace un mes, no hay contraposición
entre ambos ni cortocircuito, sino relevo en la Sede romana sin solución de
continuidad. Benedicto es un teólogo, Francisco es un pastor que huele, como él
dice gráficamente, a ovejas. El uno es europeo; el otro viene de allende los
mares, de la lejana Argentina. El uno es teutónico, cabeza pensante; el otro es
latino, espontáneo y campechano. Pero esto va con el carácter de cada quien. Y
con ello se enriquece también la Iglesia.
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