Hay
en Sevilla una calle llamada «Santas Patronas», surgida en el siglo XIV en el
barrio de la Cestería, extramuros de la ciudad, cercana al río. En el siglo XVI
tomó el nombre de «Vírgenes» por el Hospital que había, dedicado a las Vírgenes
Justa y Rufina. En el XIX, se le cambió en nombre por el de «Santas Patronas»,
para diferenciarla de otra calle del mismo nombre, junto a la parroquia de San
Nicolás. Y se llama así porque ellas, las santas Justa y Rufina, son las
patronas de Sevilla.
Hoy,
17 de julio, es su festividad litúrgica. Y no sé muy bien si con las calores
del verano se celebra esta festividad en alguna parte de la ciudad. En la
catedral, salvo la misa, no creo que se les dedique ninguna función especial. Y
en Sevilla, que yo sepa, tan solo la Librería Céfiro –que se halla en la calle Virgen
de los Buenos Libros, junto a El Corte Inglés, regentada por mis buenos amigos
Eduardo y Luis– es el único establecimiento que cierra y descansa en atención
al patronazgo de la ciudad.
Que
no es, que yo sepa, san Fernando. Sorprendido me quedé hace unos días cuando el
actual arzobispo –que es reciente en esta sede y tal vez no sepa todavía
quiénes son los patronos de la sede hispalense– emitió un decreto sobre el
nacimiento de la Escuela Diocesana de Hermandades. En él se dice que está
puesto «bajo el patronazgo del histórico rey san Fernando, por la condición de
ser laico, patrón de la archidiócesis y figura insigne de la ciudad de
Sevilla».
Hay
ese dicho popular que dice: «Doctores tiene la Iglesia». Su origen viene del
catecismo del padre Astete, donde se decía:
–Además
del Credo y los Artículos, ¿creéis otras cosas?
–Sí,
padre, todo lo que cree y enseña la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y
Romana.
–¿Qué
cosas son esas?
–Eso
no me lo pregunte a mí que soy ignorante. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia
que os sabrán responder.
Yo
no soy Doctor de la Iglesia, pero voy a tratar de razonar mis argumentos, como
mejor Dios me dé a entender.
Tenía
entendido, y tengo, que la patrona principal de la archidiócesis y ciudad de
Sevilla es la Virgen de los Reyes. Y patronos secundarios son san Isidoro, de
la archidiócesis, y las santas Justa y Rufina, de la ciudad de Sevilla.
El
patronazgo principal de la Virgen de los Reyes es relativamente reciente. Por
el breve Quam fervida, firmado en
Roma el 15 de agosto de 1946, Pío XII declaró patrona principal («praecipua») de la ciudad y de la
archidiócesis a la Virgen de los Reyes. Fue a petición del cardenal Segura y,
curiosamente, como se dice en el breve, también a petición del infante don
Carlos de Borbón-Sicilia, abuelo materno del rey Juan Carlos I. La proclamación
del patronazgo tuvo lugar el domingo 24 de noviembre con un gran pontifical en
la catedral, presidido por el nuncio Cicognani.
San
Fernando es el conquistador de la ciudad y suyo es el honor de haber plantado
las raíces de la Sevilla de hoy. Pero el patronazgo de la ciudad, aunque
secundario, pertenece a las santas patronas alfareras de Sevilla, mártires de
la época romana. Las pintaron Hernando de Esturmio, Miguel de Esquivel, Ignacio
de Ríes, Murillo y Goya, entre otros muchos artistas. La Giralda en medio de
ellas, como sostenida y abrazada para que no sufriera daño cuando el terremoto
de 1504, según cuentan viejas leyendas. Y a sus plantas los cacharros de loza,
símbolo del gremio que patrocinan. Las esculpió Duque Cornejo. Les han cantado
himnos desde san Isidoro de Sevilla hasta el divino Herrera y Rodrigo Caro. Las
celebran por patronas, junto a Sevilla, otras ciudades como Manises, Orihuela,
Talavera de la Reina... Toledo conserva una parroquia con su advocación de
resonancia histórica medieval. Las veneran no sólo en España, sino también en
Portugal, Francia, Italia y Alemania. Y son ellas la primera página histórica,
y gloriosa, de la Iglesia de Sevilla.
Modernamente,
un gran poeta sevillano, Antonio Machado, las cantó así:
Que por mucho
que se diga / nadie aventajó en el arte
cerámico y de
alfarería / cual las Patronas del «barro»
las Santas
Justa y Rufina. / Su oficio es noble y bizarro
y entre todos
el primero, / pues para gloria del «barro»,
Dios fue el
primer alfarero / y el hombre el primer cacharro.
Los
albores de la Iglesia de Sevilla están regados por la sangre generosa y joven
de estas dos alfareras hermanas. Su martirio es el primer dato histórico de la
Iglesia hispalense recogido en una Passio muy antigua con visos de
autenticidad. Su estilo sobrio, la descripción de las adonías, fiesta
en honor de la diosa siria Salambó, y la cita del obispo Sabino, que aparece
segundo en el catálogo de los obispos de Sevilla del códice emilianense, son
indicios suficientes de su autenticidad histórica.
¿Cuándo
sucedió el martirio? Un antiguo breviario hispalense señala el año 287, lo que
supondría un hecho aislado en período de no persecución. Tal vez habría que
situar estos martirios unos años después, a principios del siglo IV, durante
la persecución general dictada por Diocleciano.
Ya
en la época visigoda recibían culto, como se demuestra por las inscripciones y
santuarios referidos a estas santas. Han aparecido inscripciones, con
deposición de reliquias, en Salpensa (648), Alcalá de los Gazules (662), Vejer
de la Miel (674?), y Guadix (652). En Torredonjimeno (antigua Ossaria, junto a
Tucci, Martos) hubo en época visigoda un santuario dedicado a ellas. Y en época
árabe, Toledo contaba con la iglesia mozárabe de Santas Justa y Rufina, que
posiblemente existiera ya en el período visigodo. Sevilla tenía una basílica o
santuario a sus afueras, cuando fue invadida por los árabes. Hacia 720, en una
mezquita construida junto a este santuario, fue asesinado Abd al-Aziz, según
cuenta el historiador árabe Ibn al-Qutiyya.
Extramuros
de la ciudad, por la parte oriental, se halla el Prado de Santa Justa, en el
lugar llamado Campo de los Mártires, donde se cree que en la época romana se
hallaba su cementerio.
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