viernes, 31 de julio de 2015

Nació de la inspiración de una mula

Pudo muy bien montar en un caballo trotón, como el Rocinante de don Quijote. Pudo cabalgar en un asno, como el Rucio de Sancho Panza. O tal vez en una mula, ese híbrido estéril cruce de yegua y burro. En definitiva, montado iba en una cabalgadura.
Cuenta el jesuita P. Rivadeneira (capítulo III del libro I de la «Vida de San Ignacio») que salió Íñigo de Loyola de su Azpeitia natal, solar de Loyola, camino de Montserrat, allá por el año de gracia del Señor de 1522, y se «topó acaso con un moro de los que en aquel tiempo quedaban en España en los reinos de Valencia y Aragón» y «comenzaron a andar juntos, y a trabar plática y de una en otra vinieron a tratar de la virginidad y pureza de la glo­riosísima Virgen Nuestra Señora».


Al separarse el moro y caminar delante de Íñigo de Loyola, quedó este «muy dudoso y perplejo en lo que había de hacer; porque no sabía si la fe que profesaba y la piedad cristiana le obligaba a darse priesa tras el moro, y alcanzarle y darle de puñaladas por el atrevimiento y osadía que había tenido de hablar tan desvergonzadamente en desacato de la bienaventurada siempre Virgen sin mancilla».
Embargado en estos pensamientos, llegó a un cruce de caminos y dejó las riendas sueltas para que su mula tomase el camino que quisiese. Para encontrarse de nuevo con el moro y matarle a puñaladas o para no hacerle caso y seguir por el otro camino. Y quiso Dios que la cabalgadura dejase «el camino ancho y llano por do había ido el moro» y se fuese «por el que era más a propósito para Ignacio».
Y Miguel de Unamuno, vasco como Íñigo de Loyola, viene a sentenciar en su libro «Vida de don Quijote y Sancho»:
–Ved cómo se debe la Compañía de Jesús a la inspiración de una caballería.
Más adelante, al referir Unamuno la batalla que sostuvo don Quijote con un gallardo vizcaíno, concluye su disertación:
–¿Cómo contemplando a un vasco, y de Azpeitia, no recordar una vez más a aquel otro caballero andante, vasco, y de Azpeitia también, Íñigo Yáñez de Oñaz y Saénz de Balda, del solar de Loyola, fundador de la Milicia de Cristo? ¿No culmina en él nuestra casta toda? ¿No es nuestro héroe? ¿No lo hemos de reclamar los vascos por nuestro? Sí, nuestro, muy nuestro, muy más nuestro que de los jesuitas. Del Íñigo de Loyola han hecho ellos un Ignacio de Roma, del héroe vasco un santón jesuítico. ¡Lástima de mula que montaba el héroe!
Pues sí, una mula, o vete a saber qué otra caballería, fue la «culpable» de la fundación de la Compañía de Jesús. Decisión dejada a un irracional animal que tomó el camino correcto que llevó a Íñigo de Loyola a Montserrat y le impidió matar al moro.
Hoy, 31 de julio, es la festividad de san Ignacio de Loyola. Los jesuitas, desde hace unos años, están promoviendo el Camino Ignaciano, que no es otro que esa peregrinación que hizo el santo fundador de la Compañía de Jesús, desde su Azpeitia natal hasta Manresa. 700 kilómetros que se recorren en 27 etapas y viene a ser como otro Camino de Santiago, pero siguiendo la experiencia espiritual de Ignacio de Loyola. Y recorriendo en su larga ruta lugares como Aránzazu, Laguardia, Navarrete, Logroño, Calahorra, Tudela, Zaragoza, Lérida, Verdún, Montserrat y… Manresa.
El 25 de marzo de 1522, Ignacio de Loyola bajó de Montserrat a Manresa y vivió durante once meses en una cueva cerca del río Cardener. Allí tuvo una fuerte experiencia espiritual, fruto de la cual fue su «Libro de Ejercicios Espirituales». «Ir a Manresa» para los jesuitas es como acudir a la fuente de la espiritualidad ignaciana y jesuítica. Allí, en la Cueva de Manresa, Ignacio tuvo una visión, según se cuenta en su «Autobiografía»…
–Y mientras estaba allí sentado, se le empiezan a abrir los ojos del entendimiento. No es que viese alguna visión, sino que entendía y conocía muchas cosas con una iluminación tan grande que todo le parecía nuevo.
Este 31 de julio es el comienzo del primer Año Jubilar del Camino Ignaciano. El segundo se celebrará en los años 2021 y 2022, con motivo del V Centenario de la conversión y peregrinación de san Ignacio de Loyola, que hemos comentado. Si para Ignacio fue un camino de conversión, ¿por qué no puede ser cinco siglos después un camino de reconciliación de muchas personas?
Felicidades a mis amigos jesuitas y deseo de corazón que arraigue este Camino nuevo de espiritualidad que la Compañía ha puesto en marcha.

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