Pudo
muy bien montar en un caballo trotón, como el Rocinante de don Quijote. Pudo
cabalgar en un asno, como el Rucio de Sancho Panza. O tal vez en una mula, ese híbrido
estéril cruce de yegua y burro. En definitiva, montado iba en una cabalgadura.
Cuenta
el jesuita P. Rivadeneira (capítulo
III del libro I de la «Vida de San Ignacio») que salió Íñigo de Loyola de su
Azpeitia natal, solar de Loyola, camino de Montserrat, allá por el año de
gracia del Señor de 1522, y se «topó acaso con un moro de los que en aquel
tiempo quedaban en España en los reinos de Valencia y Aragón» y «comenzaron a
andar juntos, y a trabar plática y de una en otra vinieron
a tratar de la virginidad y pureza de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora».
Al
separarse el moro y caminar delante de Íñigo de Loyola,
quedó este «muy dudoso y perplejo en lo que había de hacer; porque no sabía si
la fe que profesaba y la piedad cristiana le obligaba a darse priesa tras el
moro, y alcanzarle y darle de puñaladas por el atrevimiento y osadía que había
tenido de hablar tan desvergonzadamente en desacato de la bienaventurada
siempre Virgen sin mancilla».
Embargado en
estos pensamientos, llegó a un cruce de caminos y dejó las riendas sueltas para
que su mula tomase el camino que quisiese. Para encontrarse de nuevo con el
moro y matarle a puñaladas o para no hacerle caso y seguir por el otro camino.
Y quiso Dios que la cabalgadura dejase «el camino ancho y llano por do había
ido el moro» y se fuese «por el que era más a propósito para Ignacio».
Y Miguel de
Unamuno, vasco como Íñigo de Loyola, viene a sentenciar en su libro «Vida de
don Quijote y Sancho»:
–Ved cómo se debe
la Compañía de Jesús a la inspiración de una caballería.
Más adelante, al
referir Unamuno la batalla que sostuvo don Quijote con un gallardo vizcaíno,
concluye su disertación:
–¿Cómo
contemplando a un vasco, y de Azpeitia, no recordar una vez más a aquel otro
caballero andante, vasco, y de Azpeitia también, Íñigo Yáñez de Oñaz y Saénz de
Balda, del solar de Loyola, fundador de la Milicia de Cristo? ¿No culmina en él
nuestra casta toda? ¿No es nuestro héroe? ¿No lo hemos de reclamar los vascos
por nuestro? Sí, nuestro, muy nuestro, muy más nuestro que de los jesuitas. Del
Íñigo de Loyola han hecho ellos un Ignacio de Roma, del héroe vasco un santón jesuítico.
¡Lástima de mula que montaba el héroe!
Pues sí, una
mula, o vete a saber qué otra caballería, fue la «culpable» de la fundación de
la Compañía de Jesús. Decisión dejada a un irracional animal que tomó el camino
correcto que llevó a Íñigo de Loyola a Montserrat y le impidió matar al moro.
Hoy, 31 de julio,
es la festividad de san Ignacio de Loyola. Los jesuitas, desde hace unos años,
están promoviendo el Camino Ignaciano, que no es otro que esa peregrinación que
hizo el santo fundador de la Compañía de Jesús, desde su Azpeitia natal hasta
Manresa. 700 kilómetros que se recorren en 27 etapas y viene a ser como otro
Camino de Santiago, pero siguiendo la experiencia espiritual de Ignacio de
Loyola. Y recorriendo en su larga ruta lugares como Aránzazu, Laguardia,
Navarrete, Logroño, Calahorra, Tudela, Zaragoza, Lérida, Verdún, Montserrat y…
Manresa.
El 25 de marzo de
1522, Ignacio de Loyola bajó de Montserrat a Manresa y vivió durante once meses
en una cueva cerca del río Cardener. Allí tuvo una fuerte experiencia
espiritual, fruto de la cual fue su «Libro de Ejercicios Espirituales». «Ir a
Manresa» para los jesuitas es como acudir a la fuente de la espiritualidad
ignaciana y jesuítica. Allí, en la Cueva de Manresa, Ignacio tuvo una visión,
según se cuenta en su «Autobiografía»…
–Y mientras
estaba allí sentado, se le empiezan a abrir los ojos del entendimiento. No es
que viese alguna visión, sino que entendía y conocía muchas cosas con una iluminación
tan grande que todo le parecía nuevo.
Este 31 de julio
es el comienzo del primer Año Jubilar del Camino Ignaciano. El segundo se
celebrará en los años 2021 y 2022, con motivo del V Centenario de la conversión
y peregrinación de san Ignacio de Loyola, que hemos comentado. Si para Ignacio
fue un camino de conversión, ¿por qué no puede ser cinco siglos después un
camino de reconciliación de muchas personas?
Felicidades a mis
amigos jesuitas y deseo de corazón que arraigue este Camino nuevo de
espiritualidad que la Compañía ha puesto en marcha.
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