«Por cuanto por parte de vos, Mateo Alemán,
nuestro criado, nos fue fecha relación que vos habíades compuesto un libro
intitulado Primera parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la
vida humana, del cual ante los de nuestro Consejo hicistes presentación; y
atento que en su composición habíades tenido mucho trabajo y ocupación y era
libro muy provechoso, nos pedistes y suplicastes os mandáramos dar licencia
para le poder imprimir y privilegio para le poder vender por tiempo de veinte
años, o por el que fuésemos servido o como la nuestra merced fuese... Por
mandado del Rey, Nuestro Señor...».
La aprobación real del Guzmán de
Alfarache de Mateo Alemán está fechada en Madrid el 16 de febrero de 1598.
Lo había terminado un año antes y la edición princeps no fue publicada
hasta principios de 1599. Tuvo un éxito tan resonante que a mediados de ese año
apareció en Barcelona una edición pirata que sería continuada por otras muchas.
Las aventuras de Guzmanillo fueron leídas con regocijo en Europa y las Indias,
pero a Mateo Alemán no le supuso salir de pobre.
Nacido en Sevilla en 1547, Mateo Alemán fue
bautizado en la Colegial del Salvador el 28 de septiembre, días antes que lo
fuera en Alcalá de Henares ese otro genio de la Literatura llamado Miguel de
Cervantes. Si Cervantes no hubiera existido, Mateo Alemán hubiera ocupado el
trono de la novela española. El Quijote se antepuso al pícaro Guzmán
de Alfarache. Pero Mateo Alemán no deja de ser, como apunta Menéndez y
Pelayo, «uno de los escritores más geniales y vigorosos de nuestra lengua».
No se conocen muchos detalles de su vida.
Su padre Hernando Alemán fue médico y cirujano de la Cárcel Real de Sevilla,
sórdida posada carcelaria que conocerían en vivo tanto Mateo Alemán como
Cervantes. Su madre se llamaba Juana del Nero, hija del comerciante Juan López
del Nero, de ascendencia florentina. A los dieciséis años se graduó de
bachiller en Artes y Teología en el Colegio de Santa María de Jesús. Ese año
comenzó los estudios de Medicina, que continuó en Salamanca y Alcalá, sin
llegar a finalizar. Vuelve a Sevilla para buscarse la vida, contrae deudas,
conoce por primera vez la cárcel, se casa más bien a la fuerza con doña
Catalina de Espinosa, de la que se separaría posteriormente, trasladó su
residencia a Madrid, siendo nombrado Juez de Comisión al servicio de la
Contaduría Mayor, cargo que ejerció durante veinte años.
Vuelto a Sevilla a finales de 1601,
contraerá deudas y conocerá de nuevo la cárcel, trabará amistad con Lope de
Vega que ronda por Sevilla prendado de los amores de la cómica Micaela Luján...
El 12 de junio de 1608, Mateo Alemán embarcó para México, acompañado de su
amiga Francisca Calderón, su amante «trigueña, con un lunar debajo de la oreja
izquierda», al servicio del arzobispo fray García Guerra. En Nueva España
publicó un libro sobre Ortografía castellana y escribió su última obra, Sucesos
de fray García Guerra, arzobispo de México, apasionado relato de su
protector, que fue virrey de aquellas tierras desde 1611 a 1612, en que murió.
De Mateo Alemán se sabe que residía en Chalco en 1615. Y ahí se pierde su
pista. ¿Murió en 1616? Sería una coincidencia más con Miguel de Cervantes,
venidos al mundo y desaparecidos de él al mismo tiempo estos dos genios de la
literatura española.
Se hallaba Mateo Alemán en 1591 en
Cartagena en una misión por razón de su cargo al servicio del rey, cuando le
ocurrió un accidente chusco mientras visitaba con las autoridades de la ciudad
un navío flamenco. Un taco de las salvas de despedida le dio en la cabeza y por
fortuna para él no se la descalabró, cosa que achacó a la protección de san
Antonio de Padua, al que hizo voto de escribirle una biografía. Y así fue. En
su producción literaria aparece la Vida de San Antonio de Padua,
publicada en Sevilla en 1604.
Pero su obra genial fue Guzmán de
Alfarache, publicada, como hemos dicho, en 1599, y que sufrió, aparte las
ediciones piratas, una publicación apócrifa titulada Segunda parte de la
vida del pícaro..., talmente como sucediera años después a Cervantes con su
Quijote. Mateo Alemán, manifiestamente disgustado, se lanzó a la
escritura de la Segunda parte del Guzmán, que fue publicada a
finales de 1604 en Lisboa.
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