viernes, 22 de septiembre de 2017

Cristóbal Colón por los suelos

–EE.UU. borra a Cristóbal Colón –leo en ABC del 11 de septiembre–. Gobernantes demócratas retiran los homenajes al descubridor de América por «genocida», mientras los radicales de izquierdas derriban sus estatuas.
Y cuenta cómo el 30 de agosto, en el neoyorquino parque de Yonkers, aparece decapitada la estatua de color de bronce de Colón, de dos pies de altura. Porque la estatua original de bronce que estaba en ese parque fue robada hace 12 años y sustituida posteriormente por una réplica de yeso, que ahora ha sido decapitada. Y en el barrio de Queens, pintadas donde podía leerse: «Abajo el genocida», en otra estatua de Colón.

  
Decapitado el busto de Cristóbal Colón en el parque neoyorkino de Yonkers.

En Buffalo, Boston y Houston, entre otras muchas ciudades, las estatuas de Cristóbal Colón han aparecido cubiertas de pintura. En Baltimore, un activista dañó considerablemente con un martillo un obelisco considerado el monumento más antiguo dedicado a Colón en el país y narró su acto vandálico por Internet.
Más recientemente, el 15 de septiembre, en la ciudad californiana de Santa Bárbara veo, también en ABC, decapitada la estatua de fray Junípero Serra, franciscano mallorquín, que fundó nueve misiones españolas en la Alta California y presidió otras quince. Un fray Junípero, que enseño a los indios a cultivar la tierra además de llevarles a Cristo, fue canonizado por el papa Francisco el 23 de septiembre de 2015.
Hace unos años, en 1992, celebramos el quinto centenario de esa hermosa aventura hacia lo desconocido que se inició en el puerto de Palos (Huelva). Tres cascarones de madera se dieron a la mar océano, adentrándose en las tenebrosas aguas más allá del Finisterre, al socaire de la loca idea de un marino genovés. La empresa estaba financiada por la reina de Castilla, Isabel la Católica. Y la tripulación, gente bragada de Andalucía.
Pues resultó, para los historiadores revisionistas norteamericanos, que Colón fue un invasor, genocida y esclavista. (¡Y lo dicen ellos, precisamente ellos que aniquilaron a millones de indios, cuando eran colonia inglesa y después cuando ya era Estados Unidos!). Lo de Colón no fue una «proeza», fue una «barbaridad» y la celebración del Quinto Centenario una «farsa». ¿Dónde queda el Columbus Day o Día de Colón? Mitch O'Farrell, activista del lobby LGTBI y concejal en Los Ángeles, ha conseguido que la ciudad deje de celebrar el tradicional Columbus Day, que en Estados Unidos se conmemora el segundo lunes de octubre. En su lugar, se celebrará el Día de los Pueblos Indígenas, sustitución que ya han hecho otras ciudades norteamericanas. 
Colón dio inicio al colonialismo moderno, según Ricardo Levins, y se convierte en un monstruo que arruinó el paraíso perdido, según el historiador Kirpatrick Sale, que escribió La conquista del paraíso, aprovechando la coyuntura del tema con un contenido escandaloso que le ha proporcionado sus buenos dólares. Él parte de una interpretación «ecológica» de la Historia. Ahora que la interpretación «marxista» se encuentra en el cubo de la basura, nos viene este nuevo enfoque ecológico que desea interpretar con mentalidad de hoy los sucesos acaecidos hace quinientos años. «América —nos dice— estaría hoy mucho mejor sin la intervención europea. Con Colón no sólo se destruyó el mundo y la naturaleza de los indios sino también la relación cuidadosa y respetuosa que existía entre ellos y su entorno». El Consejo Nacional de Iglesias de los Estados Unidos se unió a esta orquesta y calificó la llegada de Colón como una «invasión». A esta nota no se unieron los obispos católicos norteamericanos, que redactaron un documento más sensato.
¡Pobre Colón, la de tortas que le han venido encima! ¿No les parece que la historia de este hombre es más sencilla? Tuvo una genial idea y logró un sponsor (ahora se dice así) en la reina Isabel la Católica y un pueblo que lo realizó. Barbaridades hubo, claro que sí, y ahí están, entre otras, las denuncias de ese sevillano que se llamó Bartolomé de las Casas. Pero no echen las culpas a Colón, que fue sencillamente un navegante avezado, y le inculpen aviesamente de invasor, como si hubiera programado sádicamente esta incursión continental desde la Casa Blanca de hace quinientos años.
Francia, cómo no, se unió también a esta orquesta. Y por ahí apareció el diario Le Figaro con un amplio dossier, donde la malevolencia se unió a la ignorancia. Franceses y norteamericanos se podrían mirar su propio ombligo, que debe andar bastante lleno de pelusas históricas. Y aplicarse la interpretación «ecológica» a ellos mismos. El corazón de Europa no latía en 1492 en Italia, Francia o Inglaterra, sino en España, dicen estos franceses. Por ello no se sienten responsables de esta «tragedia»...
Ni falta que hace. Porque no fue una tragedia. Fue una gran hazaña histórica. Sería apasionante colarse en el túnel del tiempo y recoger las primeras emociones de un Colón que ha vuelto de su primer viaje. Cuando llegó a Palos, de donde partiera, el 23 de marzo de 1493. O cuando unos días después, el 31 de marzo, domingo de Ramos, entró en Sevilla «donde le fue fecho buen recibimiento», según cuenta el Cura de los Palacios, testigo presencial de este momento. «Trujo diez indios, de los quales dejó en Sevilla quatro y llevó a Barcelona a enseñar a la Reyna y al Rey seis, donde fue muy bien recibido, y el Rey y la Reyna le dieron gran crédito y le mandaron aderezar otra armada mayor y volver con ella, y le dieron título de Almirante mayor de la mar Océano, de las Indias, y le mandaron llamar Don Cristóbal Colón, por honra de su dignidad...».
Ese domingo de Ramos en Sevilla se supo que existía un mundo desconocido, al fondo mismo de ese océano impenetrable. La historia cambia de página en ese momento y comienza una nueva era. Sevilla lo sabe antes que nadie. Pero no hay perspectiva histórica para calibrar entonces la trascendencia de ese retorno de Colón y de esa exótica muestra de indios que pasean por las calles de Sevilla.

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