En
la noche del 9 al 10 de
noviembre de 1938 –se cumplen hoy 80 años–, estalló en la Alemania de Hitler el
odio antisemita en lo que se llamó «Noche de los
cristales rotos». Días antes, el joven judío polaco de origen alemán
Herschel Grynszpan, que ha visto cómo sus padres han sido deportados de
Alemania a Polonia, asesina en París al tercer secretario de la Embajada nazi
Ernst von Rath.
Este asesinato sirvió de pretexto para
lanzar unos pogromos contra los judíos en toda Alemania y Austria. Un ataque
pensado para que pareciera espontáneo, pero que estuvo orquestado por el
partido nazi. La brutal agresión alcanzó no solo a las personas, también a las
casas, negocios y sinagogas.
—A esta fecha, la magnitud de la
devastación de comercios y apartamentos judíos no se puede cifrar todavía. Las
cifras ya conocidas: 815 comercios demolidos, 29 almacenes incendiados, 171
casas incendiadas, no representan más que una parte de los alborotos. Vista la
urgencia, la gran mayoría de relaciones que nos han llegado se limitan a datos
generales como «destrucción de la mayoría de los almacenes» o «destrucción de
la mayoría de los comercios». 191 sinagogas han sido incendiadas y 76 han sido
completamente destruidas. 20.000 judíos han sido arrestados, lo mismo que 7
arios y 3 extranjeros. 36 judíos han sido asesinados, 36 gravemente heridos…
Léon Poliakov, gran estudioso del tema,
ofrece estos datos escalofriantes. Y añade:
–Al día siguiente, en una conferencia
convocada por Goering, Heydrich habló ya de 7.500 comercios destruidos. Los
archivos del campo de Buchenwald indican que este solo campo recibió entre el
10 y el 13 de noviembre la entrega de 10.454 judíos, que fueron recibidos y
tratados con sádicos refinamientos al uso, acostados al pleno aire invernal,
golpeados y torturados a lo largo del día mientras que un altavoz proclamaba:
«Todo judío que quiera colgarse tenga la amabilidad de poner un pedazo de papel
con su nombre en la boca para saber de quién se trata». Esta orgía devastadora
emocionó sin medida al pueblo alemán, que era el testigo global. Ella se
desarrolló ante una indiferencia casi general.
Tras la «Noche de los cristales rotos»,
comienza en Alemania la caza abierta del judío. La prensa nazi es una soflama
continua de improperios antisemitas. Valga un ejemplo. El periódico de las SS Das Schwarze Korps publicó el 24 de
noviembre:
–El programa es claro. Hele aquí:
eliminación total, segregación completa. ¿Qué significa esto? Esto significa no
sólo la eliminación de los judíos de la economía alemana, –eliminación que
ellos han merecido por sus crueldades y por sus incitaciones a la guerra y al
asesinato–. ¡Esto significa mucho más! No se puede consentir que el alemán viva
bajo el mismo techo que los judíos, raza marcada de asesinos, de criminales, de
enemigos mortales del pueblo alemán. Por
consiguiente, los judíos deben ser expulsados de nuestras casas y de nuestros
barrios y deben estar alojados en calles y en casas donde estén juntos y tengan
el menor contacto posible con los alemanes. Es preciso estigmatizarles y
quitarles el derecho de poseer en Alemania casas e inmuebles, pues no es
conveniente que un alemán dependa de un propietario judío y que le alimente con
su trabajo…
Y comienza el éxodo de miles y miles de
familias judías, despavoridas de miedo, que tratan de encontrar refugio donde
buenamente se pueda. Dolor provocado por un odio irracional difícil de
describir sobre el papel. Y llegará la guerra mundial, campos de concentración,
Auschwitz…
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