viernes, 9 de noviembre de 2018

Noche de los cristales rotos, 80 años


En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 –se cumplen hoy 80 años–, estalló en la Alemania de Hitler el odio antisemita en lo que se llamó «Noche de los cristales rotos». Días antes, el joven judío polaco de origen alemán Herschel Grynszpan, que ha visto cómo sus padres han sido deportados de Alemania a Polonia, asesina en París al tercer secretario de la Embajada nazi Ernst von Rath.
Este asesinato sirvió de pretexto para lanzar unos pogromos contra los judíos en toda Alemania y Austria. Un ataque pensado para que pareciera espontáneo, pero que estuvo orquestado por el partido nazi. La brutal agresión alcanzó no solo a las personas, también a las casas, negocios y sinagogas.


 Al día siguiente, Heydrich, jefe de la Gestapo, presentó este balance a Goering:
—A esta fecha, la magnitud de la devastación de comercios y apartamentos judíos no se puede cifrar todavía. Las cifras ya conocidas: 815 comercios demolidos, 29 almacenes incendiados, 171 casas incendiadas, no representan más que una parte de los alborotos. Vista la urgencia, la gran mayoría de relaciones que nos han llegado se limitan a datos generales como «destrucción de la mayoría de los almacenes» o «destrucción de la mayoría de los comercios». 191 sinagogas han sido incendiadas y 76 han sido completamente destruidas. 20.000 judíos han sido arrestados, lo mismo que 7 arios y 3 extranjeros. 36 judíos han sido asesinados, 36 gravemente heridos…
Léon Poliakov, gran estudioso del tema, ofrece estos datos escalofriantes. Y añade:
–Al día siguiente, en una conferencia convocada por Goering, Heydrich habló ya de 7.500 comercios destruidos. Los archivos del campo de Buchenwald indican que este solo campo recibió entre el 10 y el 13 de noviembre la entrega de 10.454 judíos, que fueron recibidos y tratados con sádicos refinamientos al uso, acostados al pleno aire invernal, golpeados y torturados a lo largo del día mientras que un altavoz proclamaba: «Todo judío que quiera colgarse tenga la amabilidad de poner un pedazo de papel con su nombre en la boca para saber de quién se trata». Esta orgía devastadora emocionó sin medida al pueblo alemán, que era el testigo global. Ella se desarrolló ante una indiferencia casi general.
Tras la «Noche de los cristales rotos», comienza en Alemania la caza abierta del judío. La prensa nazi es una soflama continua de improperios antisemitas. Valga un ejemplo. El periódico de las SS Das Schwarze Korps publicó el 24 de noviembre:
–El programa es claro. Hele aquí: eliminación total, segregación completa. ¿Qué significa esto? Esto significa no sólo la eliminación de los judíos de la economía alemana, –eliminación que ellos han merecido por sus crueldades y por sus incitaciones a la guerra y al asesinato–. ¡Esto significa mucho más! No se puede consentir que el alemán viva bajo el mismo techo que los judíos, raza marcada de asesinos, de criminales, de enemigos mortales del pueblo alemán.  Por consiguiente, los judíos deben ser expulsados de nuestras casas y de nuestros barrios y deben estar alojados en calles y en casas donde estén juntos y tengan el menor contacto posible con los alemanes. Es preciso estigmatizarles y quitarles el derecho de poseer en Alemania casas e inmuebles, pues no es conveniente que un alemán dependa de un propietario judío y que le alimente con su trabajo…
Y comienza el éxodo de miles y miles de familias judías, despavoridas de miedo, que tratan de encontrar refugio donde buenamente se pueda. Dolor provocado por un odio irracional difícil de describir sobre el papel. Y llegará la guerra mundial, campos de concentración, Auschwitz…

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