miércoles, 12 de junio de 2019

San Juan de Ribera, Patriarca de Valencia


El 12 de junio de 1960, Juan XXIII, el buen Papa Roncalli, canonizó a un sevillano, san Juan de Ribera, que murió como arzobispo de Valencia. A la historia ha pasado con el título de «Patriarca de Valencia».
Hijo natural de don Pedro Enríquez y Afán de Ribera y Portocarrero, primer duque de Alcalá de los Gazules, nació en 1532, al decir de todas las crónicas, en la Casa de los Pinelos, calle Abades. De ser así, tenía que ser bautizado en el Sagrario de la Catedral, pero faltan los libros bautismales de esa época. Es curioso que en las biografías al uso –y tengo delante una bastante extensa de Ramón Robres Lluch– soslayan pudorosamente señalar cómo san Juan de Ribera nació de muliere soluta, es decir, de soltera, lo que le supuso a la hora de su incorporación al estado clerical una dispensa especial de Roma.


 Joaquín González Moreno, en su libro Aportación a la Historia de Sevilla, apunta el nombre de la madre y otro lugar de nacimiento en la geografía urbana de Sevilla, pero no ofrece las fuentes de los datos que aporta. De todos modos, son significativos y dignos de reseñarse. «Es falso –afirma– que naciera en esta casa San Juan de Ribera. Al ser hijo natural de la sobrina del canónigo Pinelo se veía mal por aquella sociedad que naciera en la vivienda de su tío. Además, Teresa Pinelo y Caballería moraba en la collación de Santa Lucía, y ello motivó que se bautizase el santo en aquella parroquia».
Juan de Ribera estudió en Salamanca y a los 30 años, en 1562, ya era obispo de Badajoz. Siete años más tarde, pasó de arzobispo de Valencia. Juan dejó todos sus bienes a los pobres pacenses y entró en su nueva diócesis valenciana el 20 de marzo de 1569. Felipe II le nombró también virrey (1602-1604) para la represión de la corrupción y el bandidaje.
Gran amante de la Eucaristía, el pontífice Pío V lo llamó «luz de toda España». Y se esforzó por reformar la Universidad al ver cómo la enseñanza de la teología estaba en manos de «hombres que en su vida supieron qué cosa es leer u oír». Aplicó la reforma tridentina al clero y creó el Real Colegio Seminario de Corpus Christi, conocido popularmente como el «Patriarca», cita turística obligada del que visita Valencia. En su capilla recibió sepultura el patriarca Juan de Ribera a su muerte acaecida el 6 de enero de 1611.
La santidad de Ribera, que lo fue, no empece esa sombra que rodea su figura en torno a la expulsión de los moriscos. Sensible a las inquietudes sociales y con un enorme corazón, Ribera era también hijo de su tiempo. A los moriscos –moros conversos, que más vivían como moros que como cristianos–, el patriarca se desvivió por encontrarles una solución pacífica y cristiana. Les predicó personalmente, discutió con ellos de las cuestiones religiosas, les proporcionó predicadores conocedores del Islam y editó catecismos para alfaquíes. Todo acabó en el más completo fracaso. Vistos los escasos resultados y la inutilidad de sus esfuerzos, apoyó decididamente el decreto de expulsión de los moriscos dado por Felipe III.
Cuando murió san Juan de Ribera, llevaba 42 años al servicio de la diócesis valenciana. Falleció a los 79 años de edad.

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