martes, 18 de febrero de 2014

Con perdón, Santidad

El papa Francisco acaba de renovar su pasaporte y DNI argentinos. El 14 de febrero, después de recibir en la Plaza de San Pedro a miles de novios, se trasladó a la sede diplomática de la Argentina, donde le tomaron las huellas dactilares, la foto y la tramitación de los documentos. Según el ministro del Interior argentino, Florencio Randazzo, «Su Santidad se comunicó con Juan Pablo Cafiero, nuestro embajador ante el Vaticano, y le informó que quería seguir viajando por el mundo con el pasaporte argentino, por lo que el viernes a través del centro digital que tenemos funcionando en Roma se inició su trámite».
Y destacó el ministro:
–Este nuevo gesto del Papa para con nuestro país nos llena de orgullo, ya que a pesar de poder contar con un pasaporte expedido por el Vaticano, eligió renovar su pasaporte y tramitar el nuevo DNI para viajar por el mundo en su tarea de máximo representante de la Iglesia Católica con un documento de viaje como el de cualquier ciudadano argentino.
A mí me encanta los gestos de este Papa, múltiples, sencillos, cercanos a la gente, etcétera. Pero, qué queréis que os diga. Este último gesto, que ha sido resaltado en la prensa católica y tomado con regocijo, me parece a mí un gesto absolutamente fútil, con perdón, Santidad.
Si es que piensa jubilarse a los 80 años y marcharse a una parroquia pobre de Buenos Aires a vivir los últimos años de su vida, pues bien. Pero eso que dice el ministro argentino de que desea viajar por el mundo como un argentino más, me parece una tontería.
Francisco es el Papa de la Iglesia Católica y nunca podrá viajar como un servidor, cura de la gleba. Cuando viajo en avión, acudo al mostrador del aeropuerto, consigno mi maleta, recojo el billete de embarque, paso por el detector de metales y el control de pasaportes, acudo a la sala de espera, me pongo en la cola para entrar en el avión, etc, etc. Y al llegar a la nación que sea, tengo que hacer a la inversa exactamente lo mismo: recogida de maleta, control policial y demás…
Cuando el papa Francisco viaje –y lo va a hacer ya mismo a Israel, donde las medidas de seguridad son especialmente exhaustivas– no pasará por ningún detector de metales ni acudirá por su maleta ni será cacheado en la aduana. Será recibido a pie de avión por el presidente de la República correspondiente y en coche blindado saldrá del aeropuerto a cumplir el programa establecido. Lleve pasaporte argentino o lleve, como debe de llevar, pasaporte vaticano. Porque el Papa es también jefe de Estado, de un Estado pequeñísimo, el más enano de los Estados del mundo, pero con una significación espiritual y moral apreciable en todas las esferas. Un pasaporte que ostenta la pequeña población que tiene ciudadanía vaticana, más los cardenales, nuncios y cuerpo diplomático de la Ciudad del Vaticano.

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