Sevilla
idealizó a Miguel Mañara (1627-1679), le aplicó viejas leyendas, este es su
pecado, pero no lo confundió con el mito de Don Juan. Ambos caminaban por
separado, aunque nacidos en Sevilla. Uno fruto de la imaginación literaria de
Tirso de Molina en su obra El burlador de Sevilla o Convidado de piedra.
El otro, personaje histórico idealizado por la leyenda. Nada hay en la vida de
Mañara que haga sospechar su conexión con el seductor Don Juan... Eso de
seducir mujeres, tomarlas sin su consentimiento, abandonarlas después a sus
recuerdos... Quien dice Don Juan dice seductor y Mañara no lo fue.
Don
Juan, un mito hispánico como el Quijote, se hizo universal en el siglo XVIII al
ser asumido por Molière, Byron y Mozart. Pero al tiempo que Mañara se
idealizaba en Sevilla envuelto en leyendas, nadie pretendió confundirlo con un
Don Juan que se instalaba en los espacios literarios y musicales de Europa. La
asociación de Miguel Mañara al mito de Don Juan fue un invento francés del
siglo XIX, iniciado por Próspero Mérimée y seguido por Alejandro Dumas y un
largo etcétera que perdura desgraciadamente hasta el día de hoy.
La
llegada a Sevilla de Próspero Mérimée, autor de Carmen y de una Historia
de don Pedro el Cruel, tuvo lugar el 4 de septiembre de 1830 –hoy hace 184
años–. Perteneciente a una familia artista y bohemia, Mérimée, nacido en París,
iba a cumplir 27 años cuando pisó Sevilla. Desde ese momento, Sevilla se
convierte para Mérimée en la quintaesencia de España. Madrid era como una
prolongación de Andalucía, a los castellanos no los comprendió y los catalanes
no le gustaban.
La
obra que aquí nos ocupa se titula Las almas del Purgatorio, publicada en
París en 1834, donde Mérimée funde ambos personajes: el mítico Don Juan y el
histórico Miguel Mañara. El Don Juan del siglo XVIII, el Don Juan de Molière,
es un Don Juan ateo que muere en su desatino y cae en el infierno. El Don Juan
del siglo XIX, el Don Juan romántico que se inicia en Mérimée, bajo la figura
de Mañara, es un converso que se libra del infierno y se salva. Las almas
del Purgatorio, título enigmático de la novela de Mérimée, aparecen
evocadas en algunos pasajes, pocos, y de forma esporádica, pero ellas salvarán
en el último momento el alma del libertino Don Juan.
La
obra de Mérimée tuvo una réplica inmediata. Dos años después, Alejandro Dumas
padre (1802-1870) publicó D. Juan de Marana o la caída de un ángel, drama estrenado en París en el teatro de la
Porte Saint-Martin el 30 de abril de 1836. El crítico francés Gendarme de
Bévotte compara ambas obras: «La verdadera originalidad de Mérimée, al
introducir en la vida de Miguel de Mañara detalles de la vida de Don Juan
Tenorio, es de haber mezclado ciertos rasgos del carácter de los dos
personajes, y al asociar el nombre de uno con el apellido del otro, da a sus
imitadores la idea de reunir en una sola las dos leyendas. En Dumas, esta unión
es ya más estrecha; después de él, habiéndose olvidado la diversidad de origen
de las dos fábulas, los dos héroes han sido tomados indiferentemente el uno por
el otro y sus aventuras definitivamente confundidas». Esta obra, traducida al
castellano en 1839, confundió a los autores españoles del XIX, que creyeron fue
Dumas y no Mérimée quien fundió en uno solo Don Juan Tenorio y Miguel Mañara.
Teófilo
Gautier (1811-1872) llega a Sevilla en 1840 y deja sus impresiones en su libro Viaje
a España. Al evocar la visita a la Santa Caridad no se preocupa de indagar
por sí mismo. Toma lo esencial de los temas de Mérimée y Dumas.
–Vamos
a hacer una visita al célebre hospicio de la Caridad, fundado por el famoso Don
Juan de Marana, que no es en modo alguno un ser fabuloso, como se podría
creer. ¡Un hospicio fundado por Don Juan! ¡Dios mío! ¡Pues sí! Os cuento cómo
ocurrió todo...
Alejandro
Dumas, cuando visite Sevilla en 1846, llegado a España para presenciar la boda
del duque de Montpensier con la infanta María Luisa Fernanda, hermana de la
reina Isabel II, no se preocupará tampoco por matizar. Copiará descaradamente a
Teófilo Gautier como en su momento, cuando Mañara era un desconocido para
Dumas, copió de Mérimée para componer su drama. En su libro de viaje De
París a Cádiz, escribe:
–Sevilla
está todavía llena de él (Pedro el Cruel), como Roma está llena de Nerón. Un
solo nombre podría disputarle la palma de la popularidad: el de don Juan de
Mañara... De vuelta al hotel, pasamos por el Hospital de la Caridad.... ¿Quién
fundó este convento y esta iglesia?... Don Juan de Mañara. Sí, señora; aquel
don Juan que usted ya conoce; aquel que yo traduje en la Porte Saint-Martin.
Y
la bola de nieve de la mentira se hace cada vez más grande en un largo etcétera
de autores de la segunda mitad del siglo XIX y del XX: Maurice Barrès, Edmond
Haraucourt, Milosz, Apollinaire... También españoles y, curiosamente,
sevillanos, esbozan la figura de Mañara bajo el perfil donjuanesco que les ha
llegado de Francia.
Cuando
en 1902 se colocó en el jardín frontero a la Santa Caridad la estatua de Miguel
Mañara, obra póstuma de Antonio Susillo, la revista Blanco y Negro,
fundada por un sevillano, Torcuato Luca de Tena, se columpió con esta
afirmación: «El Tenorio de Zorrilla tiene en Mañara su fundamento positivo y
real».
Y
Antonio Machado: «Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido...». Y así otros.
La
literatura, surgida en Francia para justificar la inspiración donjuanesca de la
juventud de Miguel Mañara, es un disparate. Pero su grado máximo de estupidez y
mala conciencia aparece en el libro de Esther van Loo, que describe en Le
vrai Don Juan, Don Miguel Mañara, extravagante biografía pretendidamente
histórica, aparecida en París en 1950, unas fantásticas aventuras de Miguel
Mañara en Sevilla y por Europa, que sólo han podido salir de la imaginación
calenturienta de esta señora.
Desgraciadamente,
hizo un daño torpe a la figura de Mañara. Cuando a mediados del siglo XX, se
reactiva su causa de beatificación, surge este libro, con pretendidos visos de
historia, para empozoñar el ambiente. La revista francesa París Match
publicó un artículo titulado Juan contrito, candidato al cielo. Y
periodistas españoles, fáciles en beber en fuentes extrañas, preguntaban en
Roma:
—¿Es
cierto que van a beatificar a Don Juan Tenorio?
La
causa de beatificación de Miguel Mañara está todavía por reactivar.
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