jueves, 4 de septiembre de 2014

Miguel Mañara no es Don Juan

Sevilla idealizó a Miguel Mañara (1627-1679), le aplicó viejas leyendas, este es su pecado, pero no lo confundió con el mito de Don Juan. Ambos caminaban por separado, aunque nacidos en Sevilla. Uno fruto de la imaginación literaria de Tirso de Molina en su obra El burlador de Sevilla o Convidado de piedra. El otro, personaje histórico idealizado por la leyenda. Nada hay en la vida de Mañara que haga sospechar su conexión con el seductor Don Juan... Eso de seducir mujeres, tomarlas sin su consentimiento, abandonarlas después a sus recuerdos... Quien dice Don Juan dice seductor y Mañara no lo fue.


Don Juan, un mito hispánico como el Quijote, se hizo universal en el siglo XVIII al ser asumido por Molière, Byron y Mozart. Pero al tiempo que Mañara se idealizaba en Sevilla envuelto en leyendas, nadie pretendió confundirlo con un Don Juan que se instalaba en los espacios literarios y musicales de Europa. La asociación de Miguel Mañara al mito de Don Juan fue un invento francés del siglo XIX, iniciado por Próspero Mérimée y seguido por Alejandro Dumas y un largo etcétera que perdura desgraciadamente hasta el día de hoy.
La llegada a Sevilla de Próspero Mérimée, autor de Carmen y de una Historia de don Pedro el Cruel, tuvo lugar el 4 de septiembre de 1830 –hoy hace 184 años–. Perteneciente a una familia artista y bohemia, Mérimée, nacido en París, iba a cumplir 27 años cuando pisó Sevilla. Desde ese momento, Sevilla se convierte para Mérimée en la quintaesencia de España. Madrid era como una prolongación de Andalucía, a los castellanos no los comprendió y los catalanes no le gustaban.
La obra que aquí nos ocupa se titula Las almas del Purgatorio, publicada en París en 1834, donde Mérimée funde ambos personajes: el mítico Don Juan y el histórico Miguel Mañara. El Don Juan del siglo XVIII, el Don Juan de Molière, es un Don Juan ateo que muere en su desatino y cae en el infierno. El Don Juan del siglo XIX, el Don Juan romántico que se inicia en Mérimée, bajo la figura de Mañara, es un converso que se libra del infierno y se salva. Las almas del Purgatorio, título enigmático de la novela de Mérimée, aparecen evocadas en algunos pasajes, pocos, y de forma esporádica, pero ellas salvarán en el último momento el alma del libertino Don Juan.
La obra de Mérimée tuvo una réplica inmediata. Dos años después, Alejandro Dumas padre (1802-1870) publicó D. Juan de Marana o la caída de un ángel, drama estrenado en París en el teatro de la Porte Saint-Martin el 30 de abril de 1836. El crítico francés Gendarme de Bévotte compara ambas obras: «La verdadera originalidad de Mérimée, al introducir en la vida de Miguel de Mañara detalles de la vida de Don Juan Tenorio, es de haber mezclado ciertos rasgos del carácter de los dos personajes, y al asociar el nombre de uno con el apellido del otro, da a sus imitadores la idea de reunir en una sola las dos leyendas. En Dumas, esta unión es ya más estrecha; después de él, habiéndose olvidado la diversidad de origen de las dos fábulas, los dos héroes han sido tomados indiferentemente el uno por el otro y sus aventuras definitivamente confundidas». Esta obra, traducida al castellano en 1839, confundió a los autores españoles del XIX, que creyeron fue Dumas y no Mérimée quien fundió en uno solo Don Juan Tenorio y Miguel Mañara.
Teófilo Gautier (1811-1872) llega a Sevilla en 1840 y deja sus impresiones en su libro Viaje a España. Al evocar la visita a la Santa Caridad no se preocupa de indagar por sí mismo. Toma lo esencial de los temas de Mérimée y Dumas.
–Vamos a hacer una visita al célebre hospicio de la Caridad, fundado por el famoso Don Juan de Marana, que no es en modo alguno un ser fabuloso, como se po­dría creer. ¡Un hospicio fundado por Don Juan! ¡Dios mío! ¡Pues sí! Os cuento cómo ocurrió todo...
Alejandro Dumas, cuando visite Sevilla en 1846, llegado a España para presenciar la boda del duque de Montpensier con la infanta María Luisa Fernanda, hermana de la reina Isabel II, no se preocupará tampoco por matizar. Copiará descaradamente a Teófilo Gautier como en su momento, cuando Mañara era un desconocido para Dumas, copió de Mérimée para componer su drama. En su libro de viaje De París a Cádiz, escribe:
–Sevilla está todavía llena de él (Pedro el Cruel), como Roma está llena de Nerón. Un solo nombre podría disputarle la palma de la popularidad: el de don Juan de Mañara... De vuelta al hotel, pasamos por el Hospital de la Caridad.... ¿Quién fundó este convento y esta iglesia?... Don Juan de Mañara. Sí, señora; aquel don Juan que usted ya conoce; aquel que yo traduje en la Porte Saint-Martin.
Y la bola de nieve de la mentira se hace cada vez más grande en un largo etcétera de autores de la segunda mitad del siglo XIX y del XX: Maurice Barrès, Edmond Haraucourt, Milosz, Apollinaire... También españoles y, curiosamente, sevillanos, esbozan la figura de Mañara bajo el perfil donjuanesco que les ha llegado de Francia.
Cuando en 1902 se colocó en el jardín frontero a la Santa Caridad la estatua de Miguel Mañara, obra póstuma de Antonio Susillo, la revista Blanco y Negro, fundada por un sevillano, Torcuato Luca de Tena, se columpió con esta afirmación: «El Tenorio de Zorrilla tiene en Mañara su fundamento positivo y real».
Y Antonio Machado: «Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido...». Y así otros.
La literatura, surgida en Francia para justificar la inspiración donjuanesca de la juventud de Miguel Mañara, es un disparate. Pero su grado máximo de estupidez y mala conciencia aparece en el libro de Esther van Loo, que describe en Le vrai Don Juan, Don Miguel Mañara, extravagante biografía pretendidamente histórica, aparecida en París en 1950, unas fantásticas aventuras de Miguel Mañara en Sevilla y por Europa, que sólo han podido salir de la imaginación calenturienta de esta señora.
Desgraciadamente, hizo un daño torpe a la figura de Mañara. Cuando a mediados del siglo XX, se reactiva su causa de beatificación, surge este libro, con pretendidos visos de historia, para empozoñar el ambiente. La revista francesa París Match publicó un artículo titulado Juan contrito, candidato al cielo. Y periodistas españoles, fáciles en beber en fuentes extrañas, preguntaban en Roma:
—¿Es cierto que van a beatificar a Don Juan Tenorio?
La causa de beatificación de Miguel Mañara está todavía por reactivar.

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