jueves, 8 de diciembre de 2016

María, la Madre del Señor

¿Cómo era María, la Madre del Señor? ¿Pequeñita, alta, sonrosada, morena, rubia? Esos «periodistas»  –y lo pongo entre comillas porque, en verdad, no pretendían hacer de reporteros– llamados Mateo, Marcos, Lucas y Juan, nos dejaron poquísimos datos de la Virgen. Se pueden contar con los dedos de la mano las veces que María es citada en los Evangelios. Pero así es mejor, porque lo mismo que su Hijo, cada cristiano va formando en sí el retrato vivo de la figura de la Madre.


Virgen de los Reyes, patrona de la Archidiócesis de Sevilla.

Recuerdo que, hace unos años, compré en el mercado artesanal de Abidján, capital de Costa de Marfil, una imagen de la Virgen. Estilizada, en madera de caoba, toda negra, se halla en estos momentos en un lugar bonito del monasterio de Santa Inés de Sevilla. Virgen negra en África, rosada la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla, mestiza la Guadalupana de México o morena la Montserratina de Cataluña, con perfiles de angustia nuestras Dolorosas o con aire de resplandor las Inmaculadas de Murillo. María, tan discreta Ella en las Escrituras, ocupa plaza de honor en el corazón de los creyentes. Miles y miles de capillas, ermitas, iglesias, santuarios están dedicados a advocaciones marianas o poseen imágenes de la Virgen. Numerosas congregaciones religiosas llevan su nombre y se acogen a su amparo. Millones de mujeres, y también de hombres, son reconocidos desde el Bautismo con el nombre de María... Negra, blanca, mestiza, de Este a Oeste, de Norte a Sur, por todo el planeta, María es reconocida y venerada.
Y en nuestra España, ¿para qué hablar? Todo huele a María: cante, copla, música de iglesia, poesía, pintura, escultura... No se puede comprender nuestro país sin referencias a María. María cala hondo en nuestro pueblo, y este pueblo, tan mariano, sabe cantarla desde siempre. Sería hermoso hacer un estudio de la copla popular andaluza, por ejemplo, en su referencia a María y se vería qué hondura teológica nace de esas letras nacidas en el anonimato del pueblo. Los villancicos, por ejemplo, o las saetas. Uno se pregunta, desde su teología, de dónde sale una verdad tan tierna sobre María, tan amorosamente filial. O esos pueblos de nombre mariano. Cuenta José Augusto Sánchez Pérez en su libro El culto mariano en España:
–No existe nación alguna que pueda presentar como España tantos centenares de nombres geográficos de villas, lugares y aldeas, caseríos, ermitas y términos, que se conocen con el nombre de Santa María seguido de la indicación del lugar. Ni existe nación alguna con el número de leyendas y tradiciones marianas que España conserva.
Y los obispos españoles:
–¿Cómo no recordar el extraordinario patrimonio literario, artístico y cultural que la fe en el Dogma de la Inmaculada ha producido en nuestra patria? A la protección de la Inmaculada se han acogido desde época inmemorial Órdenes religiosas y militares, Cofradías y Hermandades, Institutos de Vida Consagrada y de Apostolado Seglar, Asociaciones civiles, Instituciones académicas y Seminarios para formación sacerdotal. Numerosos pueblos hicieron y renovaron repetidas veces el voto de defender la Concepción Inmaculada de María. Propio de nuestras Universidades era el juramento que, desde el siglo XVI, profesores y alumnos hacían en favor de la doctrina de la Inmaculada. Como propio también de nuestra tradición cristiana es el saludo plurisecular del «Ave María Purísima...». Siguiendo una antiquísima tradición el nombre de la Inmaculada Concepción ha ido acompañando generación tras generación a los miembros de nuestras familias. A cantar sus alabanzas se han consagrado nuestros mejores músicos, poetas y dramaturgos. Y a plasmar en pintura y escultura las verdades de la fe contenidas en este dogma mariano se han entregado nuestros mejores pintores y escultores.
Quisiera invocar a Santa María en las mil advocaciones de nuestra tierra; las más maravillosas advocaciones que un pueblo haya podido imaginar para piropear a una madre: Almudena, Arantzazu, Begoña, Covadonga, Desamparados, Fuencisla, Guadalupe, Macarena, Montserrat, Pilar, Rocío, Sonsoles, Valme, Valvanera...
En fin, Santa María de todos los colores y de todos los nombres, ruega por nosotros.

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