jueves, 26 de enero de 2017

El Cristo de Burgos, fantasma crucificado

Camino de Burgos, en su última fundación, se cuenta esa anécdota de las quejas que Teresa de Jesús lanzó al Señor por las dificultades del camino. La contestación del Señor:
–Pues así es como trato a mis amigos.
Y Teresa le replicó:
 –Sí, Señor mío, y he aquí por qué los tiene tan escasos.
Cierta o no esta leyenda, es propia de Teresa de Jesús.
Por fin Burgos, después de más de veinte días de camino enfangado, donde la Madre llegó que «era lástima verla», en expresión de su secretaria y enfermera Ana de San Bartolomé.
Entró en Burgos el 26 de enero de 1582, «con tan grande agua que iban las calles como ríos». La comitiva se detuvo en el convento de los agustinos a venerar el Santo Cristo de Burgos, «para encomendarle el negocio y porque anocheciese».


 Santo Cristo de Burgos, «largo fantasma crucificado», así lo calificó el viajero francés Teófilo Gautier (+1872).
Escribe Gautier:
–El famoso Cristo tan venerado en Burgos... no es ya ni piedra ni madera coloreadas, sino una auténtica piel humana (por lo menos es lo que se dice), rellena con mucho arte y esmero. Los pelos son pelos auténticos; los ojos tienen pestañas; la corona de espinas es de zarza verdadera; ningún detalle ha sido olvidado. Nada más lúgubre y más inquietante que contemplar este largo fantasma crucificado, con su falsa apariencia de vida, pero de una inmovilidad muerta. La piel, de un tono rancio y muy moreno, está rayada con largos hilillos de sangre tan bien imitados que dan la sensación de estar efectivamente chorreando. No se requiere un gran esfuerzo de imaginación para dar fe a la leyenda según la cual este crucifijo milagroso sangra todos los viernes. En lugar de un paño enrollado, el Cristo de Burgos lleva una especie de enagua blanca bordada en oro que le desciende de la cintura hasta las rodillas. Esta compostura produce un efecto singular, sobre todo para nosotros que no estamos acostumbrados a ver a Nuestro Señor así vestido. En lo bajo de la cruz hay engarzados tres huevos de avestruz, ornato simbólico cuyo sentido no llego a alcanzar, a no ser que sea una alusión a la Trinidad, principio y germen de todo».
¿Es un cadáver momificado? Viejas leyendas cuentan que es el vivo retrato de Jesús realizado por Nicodemo sobre el cuerpo del Salvador recién descendido de la cruz y venerado en Jerusalén por los primeros cristianos y después en Siria. Venida una persecución, fue arrojado en un cajón al mar y encontrado por unos mercaderes burgaleses que volvían de Flandes. Procede del extinguido convento de San Agustín. En 1836, tras la exclaustración, pasó a la catedral, donde se venera en la capilla que lleva su nombre, la última de la nave meridional.
Imponente en su majestad, y en su fealdad también, es un Cristo que al tiempo que horroriza, atrae. Cuando aún se hallaba en el convento agustino se contaba que era de carne y hueso, que se le veía sudar, que los frailes le hacían la barba cada quince días y le cortaban las uñas de los pies y las manos. Viejas consejas. Es de madera forrada en cuero, con postizos de barba, cabellos y uñas. La verdad es que no excede al siglo XIII y dicen que está hecho con piel de búfalo.
Le falta un dedo en el pie derecho. Que vino un obispo francés, besó reverentemente sus pies, le dio un mordisco sin ser advertido de nadie, se llevó el dedo en la boca, y dicen que, venerado en su diócesis, hizo no pocos prodigios la reliquia.
Bien pudo santa Teresa encomendarle el negocio de la fundación al Santo Cristo, porque la cosa se le pondrá fea. Medio secas las ropas, ya anochecido, y porque no las vieran la gente, llegaron a casa de Catalina de Tolosa, viuda, que las aguardaba con «una muy buena lumbre». Doña Catalina tenía cuatro hijas descalzas y dos hijos descalzos. Con el tiempo, también ella ingresará en el Carmelo. Madre Teresa se presentó con siete monjas llevadas de Ávila, Alba y Valladolid. Y dispuesta estaba a cimentar la fundación esa misma noche. Pero se le atravesará el arzobispo de Burgos y la fundación en la ciudad burgalesa –su última fundación en vida– le reportará tiempo y sudores. Pero esta es otra larga historia…

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