Ana María Rodríguez Casado, natural de La
Palma del Condado, con 18 años cumplidos el pasado 13 de marzo, conocida como la
«Niña del Milagro» por el que fue beatificada la Madre María de la Purísima,
acaba de ingresar en las Hermanas de la Cruz.
Al nacer tuvo una malformación de corazón
compleja que exigió intervención quirúrgica para ponerle una fístula de 4 mm.
Durante el postoperatorio, tuvo varias complicaciones porque la fístula no
funcionaba bien. A los 13 meses, 16 de abril de 2001, le realizaron una nueva
intervención quirúrgica que consistió –copio del informe médico– «el cierre de
CIV y tubo valvulado de VI (pulmonar) a arteria pulmonar». Dos meses después,
11 de mayo de 2001, le colocaron un marcapasos definitivo.
–Mamá, me encuentro muy mal, muy mareada.
Y cayó hacia atrás, sin conocimiento, y sus
ojos se pusieron en blanco y se cerraron.
–Me di cuenta que no respiraba –cuenta su
madre.
La llevó al ambulatorio del pueblo…
–Mi hija llegó completamente morada. Creo
que intentaron reanimarla, pero la niña no volvía en sí. El médico me dijo que
aún tenía vida, que estaba muy grave y había que trasladarla urgentemente al
Hospital Virgen del Rocío de Sevilla… 51 kilómetros que se me hicieron eternos.
Tras una exploración, le dijeron que la
niña había sufrido un paro respiratorio debido a que el marcapaso no
funcionaba. Intervenida de nuevo, le hicieron un cateterismo para ponerle un
marcapaso provisional, hasta que la niña mejorara y entonces verían si le
podían poner el suyo. Al día siguiente, 26 de enero, le pusieron el marcapasos
definitivo.
La madre preguntó al neurólogo:
–¿Mi hija volverá a ser como antes?
–Secuelas le van a quedar –contestó el
médico–, pero aún es pronto para diagnosticar, vamos a esperar a la próxima
semana.
El 10 de febrero, antes de darle el alta,
le hicieron unas pruebas de audición y visión.
La madre pregunta al médico:
–Si mi hija ve y oye, ¿cómo es que no sabe
que yo soy su madre?
El médico le contesta:
–No te conoce porque, aunque ve, no sabe lo
que está viendo.
Así, en estas condiciones, en brazos de su
madre, la pequeña Ana María volvió a su casa. La madre se quejaba:
–Mi hija lloraba sin parar y no podía
consolarla porque no me conocía, me ignoraba por completo.
A los dos días, una pareja de Hermanas de
la Cruz llega a su puerta. La madre les cuenta su desconsuelo y ellas le dieron
una estampa de Madre María de la Purísima, para que se encomendara a ella, pues
quería mucho a los niños pobres y enfermos, y estaba haciendo muchos favores.
La madre tomó la estampa y en un arrebato de nerviosismo se la pasaba a la niña
por sus ojos diciendo:
–Tú eres la que tienes que curar a mi hija,
si es verdad que eres Santa.
Pasaron solamente unos minutos, ya las
Hermanas de la Cruz se habían marchado, cuando de repente, oyó la madre que la
niña decía:
–¡Mamá Paloma!
La madre se volvió hacia su hija sin dar
crédito a lo que había oído, y empezó a gritar:
–¡Ana María, hija!
La abuela creyó que su hija se había vuelto
loca. Pero la madre comenzó a preguntar a la niña:
–¿Quién es esta?
–Abuela Dolores.
–¿Y esta?
–La tita Marita.
Conocía a todos los presentes. La niña dijo
a su madre:
–Mamá, ponme de pie que quiero andar.
La bajó del carrito y comenzó a andar ante
el asombro de todos. Abrazándose a su hija, mamá Paloma decía:
–Yo solo le había pedido que mi hija me
conociera y ella me ha dado mucho más, no sólo ve, sino que anda y habla.
El padre, al volver del trabajo, se llevó
la impresión de su vida y besaba la estampa de María de la Purísima con
lágrimas en los ojos.
Este milagro, aprobado por Roma, sirvió
para la beatificación de Madre María de la Purísima. El 27 de marzo de 2010, el
papa Benedicto XVI promulgó el decreto de aprobación del milagro. La
celebración tuvo lugar el 18 de septiembre de 2010 en el Estadio Olímpico de la
Cartuja de Sevilla. Y en esta ceremonia de beatificación, hizo su primera
comunión la «Niña del milagro», que ahora ha entrado de postulante, a sus 18
años, para ser Hermana de la Cruz.
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